En medio del atontamiento y la confusión que llevo encima, apenas logro musitar dos palabras.
—¿Quién es?
Me llevo la mano al rostro ya que se me nubla la vista. Se que me han respondido algo, pero no oigo nada. Me siento fatal, como si flotara entre las nubes de una realidad que no existe. Los psicólogos de seguro lo llamarían la etapa de la negación.
Para cuando regreso la mirada a la puerta, la mucama ha desaparecido y mi hermano se acerca.
—¿Llamo un médico?
—Solo es shock —me limito a responder.
—Deberías descansar. Si querés bajo a ver quién es y vuelvo a subir.
Así que la chica no dijo quién era.
—No.
Me pongo de pie con dificultad, aunque me tiemblen las extremidades.
—Emily…
—Dame una mano y camina.
Marco me ayuda y, tras tomar un sorbo de agua, no
El tiempo en el que se me genera un nudo en la garganta es inferior al lapso que necesita mi cabeza para entender lo que acaba de oír. Es extraño. Mi cuerpo reacciona antes que mi mente. —Hablé con él al mediodía. No tenía ningún boleto —exclamo ante las miradas de espera que me lanzan mi hermano y Samira. —¿Y qué hablaste exactamente? —pregunta Samira. —Me contó…sobre el supuesto viaje y que iba a intentar ir —hago una pausa. Ciertamente, me cuesta expresarme ahora mismo—. No sabe si quedarse aún o… —Pero te contó de la posibilidad —me interrumpe Samira, en un tono de impaciencia, como si no soportara mi ritmo lento de habla. —¿A dónde buscas llegar? —Pregunto en un tono desafiante y ella suspira. —¿Qué reacción tuviste cuando te dijo que quizá se quede allá? Miro a Marco como por reflejo, ya que es el único cómplice que tengo con respecto a este asunto. Él sabe todo, y su mirada, con los labios apretados y la mano en el mentó
Cuando salgo al pasillo, ella ya ha desaparecido y este se encuentra completamente vacío, casi en la penumbra, con tan solo la presencia de una tenue luz que siempre dejamos encendida para evitar torpezas que teníamos de pequeños con Marco.Cayendo algo tarde quizás y agradeciendo encontrarme en uno de los pocos rincones de la casa sin cámaras de seguridad, me meto el teléfono detrás del cinturón del pantalón y bajo mi remera sobre este. Los bolsillos de unos vaqueros serían muy obvios y visibles, más con el tamaño minúsculo de los mismos en los pantalones femeninos. La temperatura fría del artefacto me estremece al tocarme la piel de la cintura, por lo que me apresuro a meterme en mi propio cuarto y sacarlo de allí.Ya encontrándome dentro, cierro la puerta con llave y dejo únicamente encendida la luz del baño, cuya puerta está abierta.
La llamada con Analía no dura mucho más. Lo último que se asegura de hacer es decirme los detalles del vuelo de Rafael, tal como la fecha exacta, la hora, aeropuerto y sección de este por el que abordará. Se irá el domingo por el mediodía y hoy ya es viernes.Ser consciente de ello me genera una ansiedad que sé con certeza que no me permitirá conciliar el sueño mucho más. Y lo peor es que ahora en plena madrugada no puedo hablarle. Duerme como un oso, tal como dijo Analía.Lamentablemente el que no duerme como un oso es mi estómago, el cual no para de producir ruidos extraños y embarazosos, retorciéndose de hambre. Con lo cual decido bajar a comer algo, esperando que la casa se haya convertido en un desierto a causa de la hora.Tras esconder el teléfono nuevamente, abro la puerta de mi cuarto y antes de que me voltee para cerrarla me topo con una sombr
Envío a Luisa a dormir, casi ordenándoselo, ya que, conociéndola, sé que en caso contrario no lo hará sin antes preparar algo para comer o inventarse alguna labor para hacer. Es de aquellas personas que no puede quedarse quieta y que todo el rato necesita estar realizando algo.Una vez ella sube a dormir (supuestamente), me preparo yo misma una tortilla de huevo como desayuno, aunque no haya amanecido aún, y regreso a mi cuarto.Comer en la cama ya se ha vuelto costumbre con los últimos acontecimientos y la comida me ha salido ciertamente rica para alguien que cocina poco o nada por vivir en una casa donde la misma simplemente se sirve, viniendo de la mano de gente que ha estudiado tal arte por años, volviendo sus platos prácticamente imposibles de superar.Ya he comido la mitad de mi intento de comida cuando noto que no despego la vista del teléfono de Samira, cuya pantalla cada tanto parpade
El ritmo de mi corazón ya de por sí era acelerado, pero aquella pregunta suya en tono pícaro hace que sienta que se me va a salir del pecho, a la vez que mi garganta se cierra, dejándome muda e incapaz de emitir sonido alguno.—¿Emily?Junto las fuerzas para responder, aunque aterrorizada de lo que dirá a continuación.—¿Sí?Ríe y eso me genera otra ola de estremecimientos.—Puedes venir a dejarme las llaves si quieres, como prefieras tu. Estaré en casa hasta las diez de la mañana del domingo y luego me iré al aeropuerto. Te espero una hora antes más o menos.—Bueno.¿Y ahora cómo demonios se supone que llegue ahí si mi actualidad es ser una versión bizarra de Rapunzel, pero con un pelo espantoso?—Descansa, Emily.Lo dudo mucho.—Igualmente, costillas.
Marco hace caso, tomando asiento en la cama y evitando tener contacto visual con nuestra madre, no sé si por orgullo o incomodidad.Yo sigo de pie, cerca de la puerta transparente del balcón, aunque obviamente ya no hay nadie afuera para observar que no sean los guardias de turno. Nuestros padres habían desaparecido de nuestra vista hace menos de dos o tres minutos, que supongo que fue el tiempo que necesitó ella para subir aquí y el para…vete a saber qué.—Bien —murmura ella luego de una prolongada exhalación—. Entonces, ¿podemos hablar como gente civilizada?—Últimamente no hay ni un comportamiento civilizado en esta familia.—Quizá. Pero no me cambies de tema ahora. Yo me encargaré del conflicto entre ustedes y su padre. En dos o tres días estará olvidado.No tengo tres días, ese vuelo sale en apenas dos.
El nivel de hipnosis que me genera el simple hecho de que me esté observando fijamente a los ojos, sonriendo y tomando mi mano es inmedible. Si ya me siento así por dentro, no quiero ni imaginar cómo debo verme por fuera, obviamente acompañada de un notable rubor en mis mejillas que me pone evidencia.El contacto con su cálida mano me incomoda y el travieso movimiento de sus dedos sobre la palma de mi mano me estremece, dando origen a un extraño cosquilleo en mi estómago y despertando un inmenso odio hacia su persona por confundirme de esa manera.Comienza a bajar los últimos escalones y me lleva con él, dándome la espalda. Al contemplarlo con mayor atención veo que viste una camisa roja en cuyo cuello y puños se fragmentan delicadas líneas oscuras. Los zapatos y el pantalón que lleva pertenecen al mismo tono: negro grisáceo.Una canción melosa da su i
La música que hasta ese momento retumbaba en el amplio salón parece haberse traspasado a otro plano muy lejano de aquel en el que me encuentro parada, pero Rafael sigue moviéndose, por lo que asumo que la canción no terminó.A pesar de sentir la presencia de mis nervios, cuyo aumento es todo lo contrario a lo gradual, no muevo ni un músculo, sino que me quedo inmóvil, como si lo que mis ojos vieran hubiese logrado congelar mi cuerpo por completo. La seriedad de su mirada y la firmeza de los pasos de mi padre no parecen querer cesar al igual que mis ganas de soltar a Rafael en ese momento. Mi mente piensa en miles de cosas a la vez y aun así...no sé cómo actuar. ¿Debería irme? Si lo hiciera, ¿no sería un escape? ¿Desde cuándo escapo de mi padre en vez de provocarlo el triple? Pensar en eso me lleva a cuestionarme a mí misma: ¿Por qué tendrí