A pesar de estar teóricamente besando a alguien, la verdad es que no siento absolutamente nada. Lo único que me hace percibir la realidad en la que me encuentro es la brusca separación de nuestros labios.
Lo primero que se me viene a la mente en ese momento son todas las veces en las que lo besé. No a Agustín, ni a ningún otro, sino justamente a la persona de la cual "escapaba" y que me obligó a actuar de esta manera. La sensación de desprender mis labios de los suyos cuando lo besaba era como si me arrebataran algo fundamental para poder respirar, quitándome una parte mía sin tener piedad de lo que eso podría ocasionarme. No existen palabras que me permitan comparar aquello con lo que siento ahora, que podría definirse como la nada misma o tan solo la falta de una leve presión en los labios.
Extrañada, aunque sin importarme mucho, abro los ojos esperando ver el rostro de Agustín a milímetros del mío, mirándome con miedo o confusión debido a su tímida personalidad. Sin embargo, lo que veo ni siquiera se asemeja a mis expectativas.
El "nerdito" (como suelen llamarlo) se encuentra acostado en el piso delante de mí y Rafael sobre él, tomándolo del cuello de la camisa, sin dejar de darle golpes con los que parece querer ocasionarle daños fatales.
Observo la escena con los ojos entrecerrados, inconsciente, como si lo que viera fuese solo una imagen sin sentido ni emoción alguna. Finalmente logro volver a la realidad con la ayuda del elevado volumen de la música, esa realidad donde el rostro de Agustín no deja de sangrar y sigue recibiendo puños.
Agito mi cabeza para obligarme a reaccionar y avanzo, tomando al atacante por los hombros y tratando de sacarlo de encima del chico. Obviamente no lo logro. Rafael, además de desquitarse con la fuerza de sus brazos, también lo hace a través de palabras que suelta antes de dar cada golpe, las cuales no llego a escuchar o entender con claridad.
Las personas que se encuentran a nuestro alrededor parecen ni haber notado la situación y siguen en lo suyo de una forma tan natural que, si solo fuesen ruidos de golpes los que escuchara y no la imagen de aquellos golpes en sí, creería que todo era parte de mi imaginación y haría caso omiso de mi sentido auditivo.
De todos modos, considero el hecho de no ser observados como una verdadera ventaja y distingo a Samira entre la multitud, acercándose a pasos acelerados. Al llegar a donde me encuentro inclinada, se une a mí tomando el otro hombro de Rafael, quien se niega completamente a soltarse. "El nerdito" es liberado de "sus garras" cuando él por fin parece rendirse y lo suelta, poniéndose de pie tras soltar un pesado suspiro.
No tardo en acercarme a Agustín y arrodillarme a su lado, viéndole las marcas e incontables moretones que comienzan a aparecer en cada centímetro de su rosto.
Emily: ¿Pero qué...? (Levanto la vista, mirando a Rafael con indignación) ¿Estás enfermo, estúpido?
Rafael (suelta una risita): Vos consolalo dale.
Dice para reacomodarse el saco y comenzar a caminar hacia la puerta, sin darme tiempo para poder contestarle.
Emily: Idiota.
Digo mordiéndome el labio, aunque sé que ya no puede escucharme.
Emily: Voy a llamar a un médico.
Comento luego de haber observado la irreconocible imagen de Agustín.
Agustín: No no, no hace falta (trata de sentarse y se lleva la mano a la cara tratando de detener la sangre que brota de la comisura de sus labios).
Samira: Pero Agus estás...
Agustín (la interrumpe): En serio estoy bien, solo que no me vea mi viejo porque va a ir a buscarlo a él y esto va a terminar mal.
Al no conocerlo mucho, me sorprende su actitud y que quiera "cubrir" a Rafael después de todo.
Samira: Lo llevo arriba entonces.
Asiento y ambas lo ayudamos a levantarse. Ya al verlo subir las escaleras rodeando el hombro de Samira con el brazo, me siento más tranquila y abandono la casa por donde salió Rafael, encaminándome al jardín trasero.
Tras una larga búsqueda que realizo con la mirada, lo encuentro sentado sobre una de las mesas de mármol, con las piernas apoyadas en el banco y desparramado al lado de éste. Me sorprende ver un cigarrillo resaltando en sus dedos.
Me acerco y no comienzo a hablarle hasta estar a pocos metros de distancia. Al notar la presencia de alguien más, gira su rostro y vuelve a desviar su mirada al ver que soy yo.
Emily (suspiro): Mirá, si no podés controlar tus celos es tu problema. Él no tiene la culpa de...
Rafael: Es que no entendés...
Emily (lo interrumpo): ¿No entiendo qué? ¿Te pensás que sos el único al que voy a mirar?
Rafael: No pienso nada, sé perfectamente que ese idiota es el último al que mirarías.
Dice para darle una pitada al cigarrillo, gesto que se me hace raro en él. Desconocía que fumara.
Emily: ¿Y qué te hace pensar que sos mejor que él?
Rafael: Pero yo no te estoy hablando por mi... (Suspira y me mira). Mirá, yo...desde antes de que algo pasara sabía que lo nuestro era...absurdo. No sé qué pasó con vos después y ya ni importa...
Escuchar esas palabras y verlo a los ojos a la vez me rompe el alma, mientras que el simple hecho de pensar que ya ni me necesita me destruye por completo. Trago saliva y el parece notar mi incomodidad, ya que apunta la dirección de sus ojos hacia delante, ahorrándome otro momento comprometido.
Rafael: Por más que me joda, vos sos libre de estar con quien quieras, pero justo con él...
Tose torpemente y por un momento hasta parece estar a punto de ahogarse, haciéndome llegar a la conclusión de que no suele fumar seguido.
Emily: ¿Qué tenés contra Agustín, Rafael?
Rafael: Odio.
Emily: ¿Por qué?
Rafael: Porque me sacó lo que más quería.
Emily: Perdón pero...aunque yo te eché, el que desapareció y me cambio por otra en días fuiste vos.
Entrecierra los ojos y me observa desentendido.
Rafael: ¿Cambiarte por quién? ¿Qué decís?
Emily: Digo que sos un mujeriego de cuarta que encima no se banca verme con otro...
Rafael (me interrumpe, elevando el tono de voz): NO TODO SE TRATA DE VOS EMILY. No le rompí la cara por vos y por más que lo creas, no sos el centro del mundo.
Emily: A ver, ¿y por qué le pegaste? (Cuestiono en tono de burla).
Rafael (tira el cigarrillo en el césped): No es problema tuyo, ya te conté demasiado.
Se pone de pie y toma su saco. Camina unos pasos y se voltea, mirándome.
Rafael: Hay cosas que vos no sabés y lo mejor es que ni sepas.
Agrega y se va, dejándome acompañada únicamente por una serie de preguntas las cuales solo pueden ser contestadas por él.
Sigo atontada mirando al frente como si él siguiera ahí aunque desapareció de mi campo visual ya desde hace rato. No sé si habrá doblado al llegar al extremo de los arbustos, dirigiéndose nuevamente al interior de la casa o simplemente la habrá abandonado atravesando el portón abierto como lo hizo hace unas semanas. Tampoco sé porque me estoy preguntando esto si podría entrar y corroborarlo por mí misma. Por más que tenga mil dudas en mi mente, la verdad es que no quiero verlo ahora y confundirme otra vez.Pierdo el tiempo caminando en el jardín con la tela negra del vestido cayendo bajo mis pies hasta que la voz de una gran multitud de gente llega a mis oídos y es cuando me doy vuelta, visualizando a un grupo grande de hombres formalmente vestidos que dan una pequeña caminata en la cual sus zapatos solo se encargan de pisar todo lo que tienen por delante. Su ignoran
Esa noche es la primera vez que duermo con facilidad en varias semanas y quizás sea la razón más lógica por la cual, en la próxima mañana, despierto una hora antes de que mi celular comience a aturdirme. Cuando finalmente la alarma suena, ya me encuentro saliendo del baño con una toalla oscura que rodea mi cuerpo húmedo y mi pelo cayéndome en la espalda sin dejar de derramar gotas que producen un breve clic al tocar el suelo.Luego de arreglarme y vestir un pantalón negro con roturas en las rodillas, remera blanca estampada y botas negras, abandono la habitación llevándome también una campera de cuero negro colgando de mi brazo.De camino hacia las escaleras, visualizo el reloj ubicado en una de las paredes del pasillo y sus manijas clavadas en el número 8. Maldigo por dentro y me odio a mí misma por haber tardado tanto y la imagen de Rafael esperándome impac
El tono irónico de su voz y su mirada, en la cual la picardía parece ocupar el papel principal me confunden a tal punto de querer hablar, pero no lograrlo por haberme perdido entre mis pensamientos.Ya ni sé si la poca distancia que hay entre los dos debería considerarse como ventaja o todo lo contrario.Él, al no recibir ninguna reacción ni respuesta de mi parte, frunce el ceño, desentendido.Rafael: ¿Te pasa algo? Parece que viste un fantasma.Pregunta aun sosteniéndome por los hombros.Emily: No...bah, si...Rafael (interrumpe, soltándome bruscamente): Bueno che, capaz estoy un poco despeinado pero...(gira y se mira en la cafetera enorme que refleja su rostro y comienza a tocarse el pelo perfectamente arreglado)...¿tan directa ibas a ser?Emily (me muerdo el labio): ¿Tu sarcasmo no tiene frenos no?Al escucharme, deja de mirarse y se voltea.<
Rafael: Emily.Insiste, retomando su tono preocupado.Rafael: ¿Qué te pasa?Emily: Nada.Rafael: ¿Querés salir afuera o algo?Me ahorro la respuesta cuando una muchacha de baja estatura se aproxima a la mesa con un pequeño anotador en mano y una bandeja negra bajo el brazo. Escucho a Rafael hablando con ella, pero no presto atención. Cuando levanto la vista y no visualizo más a la joven desconocida, supongo que él habrá pedido algo por los dos.Rafael: Veo que se te fueron los nervios.Emily: No estaba nerviosa.Rafael (ríe): Si, claro.Levanto las cejas.Rafael: Cuando estás nerviosa te ponés pálida y no podés hablar.Exclama sin mirarme, mientras toquetea los sobres de azúcar que se encuentran en un pequeño canasto de paja sobre la mesa, como si lo que dijera fuese un poema estudiado de memoria.
El cambia la dirección de sus ojos, apuntándolos al lado contrario del pasillo donde una familia de muchos integrantes sigue los pasos acelerados de un médico, insistiéndole algo que no se llega a escuchar con claridad. Tras varios metros sin ceder, finalmente el hombre de bata blanca detiene su caminata rápida y se voltea hacia la muchedumbre. Suspira y parece estar comunicándoles algo. En solo instantes, la expresión de la chica (que parecía ser la que dirigía al grupo) cambia y aquel rostro preocupado se transforma en el marco de un llanto desgarrador.- Es el mismo doctor que trataba a mi mamá.La voz de Rafael me hace retomar la situación, recordándome que el aún permanece sentado a mi lado, que no soy la única que observa esa espantosa escena. Me asombra la coincidencia de que, según él, sea el mismo médico y estoy a punto
Y aquí vamos otra vez.Todo mi alrededor se diluye, pasando a un tercer plano, como si nos encontráramos en el interior de una burbuja trazada al contorno de nuestros cuerpos, similar a un escudo que los aparta de hasta la más mínima corriente de aire que corre afuera. Ya no escucho el ruido de las olas y la marea, toda mi consciencia se centra en él, solo él y el movimiento suave y lento de sus tibios labios.Jugar con su pelo se ha convertido en una costumbre que nunca me aburrirá por más que lo haga un millón de veces. Por otra parte, la presencia de sus manos en mi cintura me reconforta, haciéndome sentir...no sé si "protegida" sería la palabra adecuada, es algo indescriptible.Se me eriza la piel al sentir la presencia de algo frío que toca mis pies, por lo que me veo obligada a abrazar más a Rafael, con la esperanza de lograr dejar de tiritar gracias a eso, pe
Se me hace extraño poner un pie fuera de ese ascensor otra vez, al igual que me pasó un par de minutos antes cuando cruzaba la calle y visualicé aquel balcón (esta vez no tan iluminado por los rayos del sol). Todas esas sensaciones las cuales estoy forzada a transitar involuntariamente se deben a que la última ocasión en la que estuve en este lugar me marcó...y lo hizo de una forma imborrable. Haber venido con Samira y Analía (a la que conocía personalmente por primera y única vez), enterarme de que ella no solo se hospedaba aquí sino que también dormía en la habitación de Rafael y finalmente haberme topado con él con los ojos llenos de lágrimas, quién, sin siquiera tener la necesidad de usar palabra alguna me destrozó solo observándome (primero en el interior del departamento, luego en el ascensor y más tarde desde el mismísimo balc&oacu
Tardo varios segundos en procesar el sentido de sus palabras, rato durante el cual permanezco quieta, con los ojos fijos en el espejo, en cuyo interior mi reflejo me observa, repitiendo hasta el más mínimo e insignificante gesto que me propongo hacer.Entrecierro los ojos, como si eso hiciera que la comprensión de lo último que escuché lograra ser menos dificultosa o llevarme menos tiempo.Finalmente, cuando advierto que mi actitud no solo es inútil sino que también debe verse algo ridícula, desplego la mirada de aquella superficie de cristal y la apunto a Rafael, quien me mira luciendo una cara divertida.Imágenes de hechos anteriores se me vienen a la cabeza, pasando como un remolino por delante de mis ojos: muestras de cariño de parte de Analía, como lo acompañaba en el hospital, esa extraña relación familiar con la madre de él (que ya no es tan extra&ntil