Capítulo 4: "Peluche favorito".

Sigo atontada mirando al frente como si él siguiera ahí aunque desapareció de mi campo visual ya desde hace rato. No sé si habrá doblado al llegar al extremo de los arbustos, dirigiéndose nuevamente al interior de la casa o simplemente la habrá abandonado atravesando el portón abierto como lo hizo hace unas semanas. Tampoco sé porque me estoy preguntando esto si podría entrar y corroborarlo por mí misma. Por más que tenga mil dudas en mi mente, la verdad es que no quiero verlo ahora y confundirme otra vez.

Pierdo el tiempo caminando en el jardín con la tela negra del vestido cayendo bajo mis pies hasta que la voz de una gran multitud de gente llega a mis oídos y es cuando me doy vuelta, visualizando a un grupo grande de hombres formalmente vestidos  que dan una pequeña caminata en la cual sus zapatos solo se encargan de pisar todo lo que tienen por delante. Su ignorancia y la falta de un cartel que diga "no pise el césped" me indignan y las horas de esfuerzo de Luisa con esas flores que ahora solo se aplastan ante mis ojos me obliga a morderme el labio de furia. Sé perfectamente que decirles algo no ayudará en nada, por lo que suspiro y me encamino hacia la entrada de la casa, harta de la clase social a la que pertenezco.

En la sala todo sigue más o menos igual que antes. Al no reconocer ningún rostro el ambiente comienza a aburrirme. Levantando un poco la tela de mi vestido, me dispongo a subir las escaleras. Cuando finalmente me encuentro en el segundo piso me dirijo al lugar donde mejor me siento en esta casa. Tras haber abierto la puerta me encuentro con una cara familiar mirándome con ironía desde la cama.

- Gracias por desaparecer y dejarme en banda eh.

Emily: Perdón (digo para voltearme a cerrar la puerta detrás de mi), estaba hablando con "ya sabés quien".

Samira: Me lo imaginé. ¿Y?

Emily: No sé, anda raro. Dice que no le pegó por celos.

Ríe, deslizando sus dedos sobre la tela que cubre mi cama.

Samira: Si, claro.

Emily: Parecía convincente que se yo.

Samira: Lo que no parecía convincente fue tu chape con Agustín. ¿Ahora se te da por ayudar a gente injunable o qué?

Emily: Fue para darle celos a él (suspiro) y terminó horrible.

Samira: Era de esperarse.

Emily: ¿Y Agustín dónde está?

Samira: Volvió a casa. Seguía sangrando un poco pero no se quiso quedar.

...

La fiesta termina antes de lo que me esperaba, ya que, al parecer mi padre lo había acordado así para que pudiera ir a la facultad a la mañana del día siguiente.

Si bien no vuelvo a bajar, sé que aproximadamente a las dos de la mañana la casa se vacía por completo debido a la ausencia de autos en la zona del enrejado que se aprecia desde mi balcón. La última en irse es Samira y poco más tarde ya me encuentro acostada mirando al techo, donde pequeñas formas geométricas se dibujan y se deshacen solas gracias a pequeñas franjas de luz que ingresan por la ventana e iluminan un poco el interior de esas cuatro paredes. Luego de permanecer un largo rato mirando el techo como una estatua, acepto el hecho de no poder dormir y que casualmente la causa de eso sea él y su notable ausencia en mi vida. Me asombra poder asumir que, con la orgullosa personalidad que tengo, la falta de un chico me duela, pero la costumbre de necesitar obtener todo lo que quiero me obliga a no encontrar mejor alternativa que confesarle lo que pasó.

Suelto un bufido extendiendo mi mano hasta la perilla del velador de la mesita de luz y lo enciendo, sentándome en mi lugar. Tomo el celular y me propongo como objetivo escribirle un mensaje largo explicándole pero me quedo en blanco. Finalmente logro un "Necesito que hablemos, es urgente", temiendo recibir como respuesta algo como "me alegro", "bien por vos" o simplemente pura ignorancia de su parte.

Minutos más tarde aparece en línea y dos clicks azules se dibujan al lado de mi mensaje. Trago saliva y se desconecta, haciéndome perder todas las esperanzas. Suspiro, indignada y vuelvo a dejar el celular debajo de la almohada, apagando la luz y volviendo a acostarme. Justo cuando cierro los ojos, esa cosa suena.

"Ok. A las 8 en el café que está delante de tu facultad, ¿te va?".

Y con solo esas insignificantes palabras logra que una amplia sonrisa se forme en mis labios, similar a la de una niña a la que le han robado su peluche favorito y ahora siente que está a punto de recuperarlo.

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