103| Atrapados.

Cuando Hannah despertó, lo hizo con el corazón acelerado. Buscó entre las sábanas a su pequeño hijo, pero no lo encontró. Entonces, todo regresó a ella como un golpe en la cabeza: recordó el rostro demacrado de Ernesto, su voz airada y ronca, y el gas que le quemó la garganta.

Se levantó y estaba en una celda oscura con una cama de madera roída y vieja. Las paredes tenían polvo y cucarachas. Un poco mareada, se puso de pie y sacudió los barrotes, pero no había nadie.

— ¡Ayuda! — gritó.

Un hombre armado se asomó por el borde y golpeó con su arma los barrotes de la reja.

— ¡Ya cállate! — le gritó el tipo.

Hannah se sentó en la cama.

— ¿Dónde estoy? — preguntó conmocionada.

— No lo sé ni me importa qué van a hacer contigo. — dijo estoicamente el hombre que la vigilaba — . A mí y a mi equipo solo nos pagaron para estar aquí hoy. Sin preguntas, sin quejas. El hombre con los contrató parecía que era lo último que tenía, así que no es nuestro problema. Solo lo hacemos nuestro deber, así
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