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6| Alfonso, ¿qué está pasando?

Hanna despertó asustada, cuando abrió los ojos lo primero que vio fue la espalda ancha de su esposo sentado en el borde de la cama.

A Hannah le costó un segundo reconocerlo y eso la asustó, pero otro grito aterrador proveniente de la sala hizo que aquello se le olvidara por completo.

Su esposo se puso de pie y corrió hacia la puerta.

— ¿Alfonso qué está pasando? — lo llamó ella pero el hombre abrió la puerta y salió corriendo sin dudarlo.

 Hanna se puso de pie y corrió, tenía el corazón acelerado. 

Cuando llegó al primer piso detrás del hombre, encontró a su cuñada con su pequeño sobrino, Marcos, en sus brazos.

El niño parecía inconsciente, Alfonso llegó con ella y cargó al niño, cosa que sorprendió a Hannah, su esposo nunca había sido para nada cariñoso con sus sobrinos.

— ¿Qué pasó? — preguntó el hombre con firmeza, la mujer sollozó.

— Decía que le dolía el estómago, estaba en la cocina preparando un té de canela y cuando subí estaba inconsciente — comentó en medio del llanto. Hanna corrió hacia el teléfono.

— Ya mismo llamaré a una ambulancia o le diré chofer para que nos lleve al hospital, llegará en diez minutos — pero Alfonso negó.

— Claro que no, no hay tiempo de eso — sin zapatos, en un pantalón corto y sin camisa, salió corriendo de la casa a toda velocidad hacia el parqueadero con el niño en brazos.

Hanna observó a su cuñada, la mujer estaba tan asustada que ni siquiera repararon el hecho de que Alfonso se ofreciera a llevar al niño al hospital, aquello le pareció bastante extraño ambas mujeres.

Salieron corriendo tras el hombre, cuando llegaron al parqueadero, él ya había abierto la puerta de su auto y había puesto el niño en la parte de atrás.

— ¡Ya súbanse! — les ordenó el hombre, encendió el auto y salió a toda velocidad por la calle — ¿Dónde queda el hospital más cercano? — preguntó y Hanna apoyó la mano en la frente del niño, estaba ardiendo de fiebre. Su cuñada seguía llorando.

— ¿Cómo no vas a saber dónde queda? Hace unos meses estuvimos allá para los exámenes de rutina.

— Ya dime dónde queda, mujer — le ordenó el hombre con firmeza y Hanna se sorprendió, le dio la dirección y el hombre aceleró. Parecía diferente, con más carácter y eso por alguna extraña razón asustó a Hanna.

Mientras Alfonso conducía ella lo miró. con los brazos anchos y el gesto apretado. 

Sus cejas se juntaban en una expresión tensa, una que nunca le había visto hacer a su esposo.

Ese era Alfonso, indudablemente, pero era como si lo hubiesen cambiado, como si le hubiesen quitado el alma y le hubiesen puesto otra diferente, era él pero al mismo tiempo no lo era.

Cuando llegaron al hospital, Alfonso salió corriendo con el niño en brazos y entró, una enfermera los Atendió de inmediato, tomaron al niño y se lo llevaron de inmediato a la sala de urgencias.

Evaluna, la hermana de Alfonso, trató de salir corriendo tras el niño, pero su hermano la tomó por la cadera y la trajo hacia él, le dio un fuerte abrazo y la mujer sollozó en su hombro.

¿Alfonso siendo cariñoso con su hermana? 

Se preguntó Hanna, comenzaba a dolerle la cabeza, Así que dejó de pensar en eso. 

Tal vez Alfonso había aprovechado esas vacaciones para cambiar, para apreciar a las personas que lo rodeaban… Pero eso era imposible.

Un hombre como Alfonso no cambiaba.

Era una Escoria y sería una Escoria para toda la vida.

Un hombre que la había comprado como si fuese una esclava no merecía ni cambiar. 

Una enfermera le prestó a su esposo un abrigo que Hanna no preguntó de dónde había salido y los tres se quedaron sentados en una banca esperando que un doctor saliera. 

Cuando un hombre alto de cabello canoso salió por la puerta, los tres se pusieron de pie.

— ¿Qué le pasa a Marcos? — preguntó Alfonso.

— El niño está bien, logramos estabilizarlo, lo que tiene es un grave caso de apendicitis, debemos operarlo de inmediato y necesitamos la autorización de su padre o madre. 

Evaluna asintió y caminó tras el hombre para dar su autorización

— Qué bueno que lo trajeron a tiempo —dijo una enfermera que estaba ahí — si la madre da la autorización lograremos operarlo antes de que la apendicitis pase a una fase crítica, Si hubiesen tardado al menos unos una hora más… bueno, ya no importa.

Alfonso asintió como agradecimiento y se sentó nuevamente en la silla. 

Hanna lo observó.

— Gracias — murmuró la mujer, se sentía confundida y extrañada, realmente intimidada, era como si estuviera con un desconocido.

— ¿De qué? — preguntó el hombre.

— ¿Cómo que de qué? Por traer a Marquitos tan rápido — Alfonso se cruzó de brazos, sus ojos grises se posaron en ella.

— Es lo mínimo que puedo hacer, es mi sobrino.

— Pues me parece muy curioso que pienses eso ahora y no antes, recuerdo la cantidad de veces que lo humillaste porque era gordito, o que simplemente lo ignoraste. Me pareció muy raro este cambio de actitud… 

Alfonso se encogió de hombros y le apartó la mirada, ya no dijo nada más, Y aunque Hanna quería preguntar.. 

Por alguna extraña razón le aterraba saberlo.

 Estaban ahí en silencio cuando Alfonso se puso de pie y caminó hacia la ventana, desde ahí se veía las luces de la ciudad, era entrada a la medianoche.

Una enfermera muy alta de cabello rubio brillante cruzó por su lado y luego se detuvo en cuanto lo vio.

— ¡Alfonso! — comentó con un tono romántico y sexy.

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