Cuando Hannah despertó, lo hizo con el corazón acelerado. Buscó entre las sábanas a su pequeño hijo, pero no lo encontró. Entonces, todo regresó a ella como un golpe en la cabeza: recordó el rostro demacrado de Ernesto, su voz airada y ronca, y el gas que le quemó la garganta.Se levantó y estaba en una celda oscura con una cama de madera roída y vieja. Las paredes tenían polvo y cucarachas. Un poco mareada, se puso de pie y sacudió los barrotes, pero no había nadie. — ¡Ayuda! — gritó.Un hombre armado se asomó por el borde y golpeó con su arma los barrotes de la reja. — ¡Ya cállate! — le gritó el tipo.Hannah se sentó en la cama. — ¿Dónde estoy? — preguntó conmocionada. — No lo sé ni me importa qué van a hacer contigo. — dijo estoicamente el hombre que la vigilaba — . A mí y a mi equipo solo nos pagaron para estar aquí hoy. Sin preguntas, sin quejas. El hombre con los contrató parecía que era lo último que tenía, así que no es nuestro problema. Solo lo hacemos nuestro deber, así
Todo fue confuso en ese momento. Sintió cómo el retroceso del arma la empujó y escuchó el sonido de la bala atravesando el cuerpo de Ernesto, que cayó de espaldas al suelo. La bala le había dado justo en el pecho. Cuando el hombre cayó, se quedó quieto. Hannah se quedó paralizada un momento, hasta que los hombres comenzaron a hacer ruido tras ella. Entonces se volvió.Francisco estaba aún en la puerta, en la entrada del parqueadero, disparando hacia afuera, donde se había formado una balacera. Los hombres trataban de decirle algo, pero Hannah no era capaz de entenderles por las mordazas que tenían puestas. Así que se volvió hacia Adrián y Alfonso. Hannah no sabría decir cómo podía distinguirlos; se veían iguales, eran dos gotas de agua, pero ella sabía quién era Adrián y sabía quién era Alfonso. Lo sentía dentro de su ser.Adrián, con los dientes, comenzó a quitar con dificultad la mordaza que tenía Alfonso y cuando este quedó libre le dijo: — Dispárales a las cadenas. Hannah parpad
Adrián desdobló el periódico que estaba leyendo. Ya había pasado una semana desde el día de su secuestro, y ahora era oficialmente el alcalde de Neápolis. Había tantas cosas por hacer y tanto trabajo por terminar, pero había decidido sacar el resto de la tarde para aquella visita y ayudar a Francisco después.Se acomodó de otra forma en el incómodo mueble de la sala del hospital hasta que, después de un rato de estar ahí, los ojos grises de Alfonso se abrieron. El hombre estaba acostado en la camilla con una venda que le cubría el torso. — ¿Qué haces ahí como un zombi? — le preguntó Alfonso, tratando de estirarse, pero al parecer lo acometió una puñalada de dolor, y lo hizo gemir. — Ya no te muevas — lo regañó Adrián — . Venía a verte.Alfonso suspiró profundo. — Es extraño estar así, ¿no? — comentó — . La primera vez que nos vimos fue así, en la habitación de un hospital, pero estábamos en diferentes lugares. Tú estabas en la camilla, y yo estaba ahí, de pie.Adrián asintió. — Ha
Hanna apretó el arma con fuerza, le temblaba la mano. El hombre tras ella apoyó su mano en la muñeca de Hanna e hizo que levantara el arma apuntando hacia los dos hombres que tenía enfrente, ambos con el mismo rostro, ambos vestidos de la misma forma, indistinguibles como el reflejo de un espejo, atados y amordazados.— Vamos, Hanna — le dijo el hombre, su voz produjo eco en el parqueadero — dispara, dispara a uno de los dos hombres que tienes enfrente, si matas a tu esposo tú y tu hijo mueren con él, Pero si matas al impostor sobrevivirán.La mano de Hanna que sostenía el arma apuntando hacia los gemelos tembló nuevamente, los ojos se le llenaron de lágrimas.¿Cómo podía aquel hombre pedirle algo como eso?— Vamos Hanna, dispara, ¡dispárale! Adivina Cuál de los dos hombres que hay frente a ti es el impostor, mátalo Y así te entregaré a tu hijo. Escoge si eres capaz de distinguirlo. ¡Escoge Hanna!A pesar del increíble y terrorífico parecido entre ambos hombres, Hanna podía distinguir
Tres años antesAdrián trató de acomodarse en la cama, pero le dolía todo el cuerpo. No sabía si era más incómoda la sensación de los huesos magullados o el ver al hombre de pie frente a su camilla.Pero ya había iniciado con su plan y no podía dar marcha atrás, le había dado alas a su venganza y ya no podía detenerse. Era como si se mirara en el espejo, la situación era extraña. Había investigado al hombre y al ver sus fotos se asombró al notar el parecido entre ambos, pero ya tenerlo cara a cara era extraño… Pero no podía dar marcha atrás, quería sus respuestas y su venganza y las tendría a como diera lugar.Alfonso le había robado todo en la vida y lo haría pagar por eso… todos lo harían.Cuando se lanzó hacia el auto del hombre en la mañana su plan salió perfecto, nada pudo ser mejor a que estuviera ebrio, así creyó que lo había atropellado. — ¿Alfonso? — preguntó Adrián y el hombre asintió.— Nacido el 2 de febrero de 1993.Adrián negó con vehemencia, fingiendo incredulidad.
— ¡¿UN EMPLEO?!— al otro lado la muchacha se alegró, luego bajó el tono de voz—. Ya dejaste de lado la idea de venganza contra tu familia biológica, ¿verdad? — Claro que sí, eso ya lo dejé en el pasado, ya no me atormenta más —Adrián mintió.Mentirle a su hermana le dolía, pero ella no lo aprobaría, ya todo estaba encausado.El destino lo había puesto en el camino de la venganza que tanto había planeado así que un mes después, completamente recuperado, con un nuevo corte de cabello y un traje impecable hecho a medida, bajó del auto lujoso que lo trajo del aeropuerto directamente hacia la mansión de su familia biológica. La prueba de ADN que Alfonso había mandado hacer había arrojado una sorprendente similitud entre ambos, indiscutiblemente eran gemelos.Gemelos idénticos y el pobre hermano de Adrián pensó que era quien llevaba la batuta en el plan. Adrián solo lo veía como un cachorrito patético que hizo todo lo que él necesitaba.Cuando cruzó por las puertas de la inmensa casa tuv
Adrián se volvió hacia toda su familia.Aunque no se habían criado juntos, aunque en el fondo él sintiera que esa era la familia de Alfonso, también era la suya, también era su padre, también era su madre, sus hermanos y sus sobrinos… Eran los que lo habían querido muerto, los que lo habían olvidado.Al parecer todos llegaron juntos, Adrián levantó la mirada y se ajustó el traje.— Sí, ya regresé — dijo con un poco de apatía. Las semanas que había pasado estudiando a su hermano notó que era un hombre extraño. Era frío y parecía que nada le impresionaba, pero también era un hombre tremendamente inseguro, las cosas que le comentó que le hacían su familia eran patéticas. — Según nos dijiste regresarías en unos cuantos meses, ¿las vacaciones que te autoimpusiste te cansaron? — dijo su padre.Era un hombre alto como ellos, aunque sus canas marcadas dejaban entrever un brillante cabello rubio que debió haber lucido orgulloso en su juventud, tenía los ojos oscuros y apagados, pero un por
— ¿De qué diablos hablas? Sabes que tenemos que dormir en la misma cama porque los empleados no deben darse cuenta de que esto es un matrimonio falso. Los medios pagarían millones por un chisme así.— Si, lo sé, solo olvídalo.— ¿Qué hiciste en ese viaje? — le preguntó Hanna — aparte de irte al gimnasio, te ves diferente.— ¿Qué? ¿tengo la nariz torcida y los ojos más grandes? — comentó él, hacer reír a una mujer era el primer paso para conquistarla. Hanna apretó el entrecejo al notar la broma.Adrián comenzó su artimaña a base de mentiras, un acto que, sin saber, lo condenaría. — Sí y ahora eres gracioso y haces chistes también. No, no me refiero a algo físico, eres diferente, como un hombre nuevo… como otro hombre… Para evitar que la mujer notara la tensión que le entró en el cuerpo, Adrián comenzó a quitarse la ropa. Aunque era un matrimonio falso, imaginó que sí se habían acostado alguna vez, la mujer debía de haberlo visto desnudo en algún momento, Así que se desnudó por com