Perder la razón.

Grace, gimió de sorpresa ante el golpe que se llevó al chocar contra aquel extraño, lo miró con sus verdes ojos muy abiertos, aquel era un hombre mayor que ella, tenía una camisa blanca abierta hasta la mitad de su cuerpo, dejando al descubierto el amplio pecho, pantalones negros, una barba corta, que en algún tiempo fuera toda oscura, ahora tenía hebras grises, lo mismo sucedía con el cabello, sus labios gruesos, carnosos, una nariz perfecta y unos preciosos ojos azules que resaltaban en su bronceado rostro.

Él era alto, muy alto, quizás más del metro ochenta, porque Grace con su metro sesenta y ocho centímetros, se sintió pequeña delante de él.

—Yo... lo siento— tartamudeó. El universo parecía conspirar en su contra, no bastaba la discusión con su hermana y futuro cuñado, sino que ahora golpeaba a un extraño— no le ví, yo...

—Hemos tropezado...— el hombre parecía estar ebrio, pero le regaló una espléndida sonrisa.

—Venía distraída... lo siento, debo irme.— se giró para avanzar en dirección contraria, pero el desconocido la tomó con fuerza de la muñeca.

—No te vayas tan pronto— su voz era ronca, profunda y el vaso de Whisky en su mano confirmaba que seguramente estaba muy bebido.

—Yo... debo irme, suélteme.

—Ven pequeña, voy a mostrarte algo...— con una pícara sonrisa, tiró del brazo de Grace, impulsandola a caminar.

—Hey pero... suélteme, no sé quién es usted— dijo mientras los zapatos la obligaban a tener cuidado de dónde pisar.

—Eso no importa ahora— y el extraño se detuvo frente a una puerta, hizo girar la perilla, entrando tiró de ella para que Grace también entrara y así lo hizo, el hombre cerró la puerta tras ellos.

—Vaya...—Grace estaba realmente sorprendida, aquel camarote era muy lujoso, las colchas azul marino que cubrían la enorme cama, el clóset de madera pulida, la gruesa alfombra color vinotinto en el piso, no solo era aún más lujoso que el suyo, sino que era muy, muy grande, aún más grande que el camarote de sus padres, y eso ya era mucho decir. — este camarote es precioso, seguramente serás un invitado de lujo, y...— se sobresaltó cuando el hombre tiro de su muñeca, atrayendola hacia su duro pecho. Aquel sería el hombre ideal de muchas mujeres, guapo, fuerte y con aquel aire de hombre maduro y experimentado.

Sin siquiera esperarlo, el extraño la tomó de la nuca y se inclinó apoderándose de su boca... Si, sabía a whiskey, y a menta, la mezcla resultaba exquisita al paladar. Grace gimió de sorpresa ante el atrevimiento del hombre.

¿Quién era él?

¿Por qué la estaba besando?

¿Por qué ella le estaba respondiendo?

Esa fue la mayor de las incógnitas, cuando se encontró aferrada a los grandes brazos del hombre, mientras correspondía a sus ardientes besos... gimió sorprendida cuando la lengua de él se deslizó dentro de su boca, logrando que toda ella se estremeciera...

Pero algo dentro de ella se reveló, él era un extraño, ella ni siquiera sabía su nombre, ¿cómo le permitía si quiera besarla?, separó sus labios de los de él y se sorprendió con el hecho de que ambos tenían la respiración agitada.

—Yo... no debería estar aquí...

—Besas demasiado bien— fue la respuesta antes de volver a reclamar su boca... el cuerpo entero de Grace estaba en una lucha con su mente... Se sorprendió al sentir tanto deseo por aquel hombre que ni siquiera conocía, era como si su piel hubiese estado dormida y acabase de despertar, ella había tenido pretendientes y por qué no, un par de novios, sin embargo ninguno de ellos logró despertar en ella ese creciente deseo de experimentar el placer.

Gimió cuando las grandes manos se deslizaron por su cuerpo, acariciando en lugares que deberían ser prohibidos para un desconocido.

—Yo.... tengo que...irme

—Quédate, te necesito...— gimió contra su cuello logrando estremecer la de pies a cabeza, su bajo vientre se volvió una concentración de deseo que clamaba por ser liberado... Cuándo él la elevó del suelo y comenzó a caminar hacia la cama, Grace se aferró a aquel fuerte cuello, devolviendo de manera activa las caricias del hombre.

Aquello no era correcto.... su padre estaría furioso si descubriera que ella estaba en aquella posición con un hombre del cual no conocía ni siquiera su nombre, su madre seguramente se desmayaría, y su hermana le reprocharía no ser tan perfecta como ella. Pero... por una vez decidió hacer lo que su cuerpo le pedía y no lo que su padre ordenara, ni lo que su familia o la sociedad esperara, por una vez no quería pensar en las consecuencias, quería concentrarse en aquel hombre que acababa de depositarla en la cama y estaba besándola, enloqueciendola, mientras la despojaba de su elegante y manchado vestido... Las manos masculinas se movieron inquietas por su inocente cuerpo, llevándose cada pieza que lo cubría, aquel hombre con labios sabor a whiskey y menta, se esforzó en despojarse también de sus prendas, y pronto Grace sintió temor al considerar que estaba desnuda, en la cama de un extraño, a nada de entregarle su primera noche de pasión... las dudas regresaron a ella, y sintió miedo de ser severamente sancionada o juzgada, pero de nuevo aquel hombre se lanzó contra su boca, a la vez que sus labios descendían recorriendo su piel desnuda y sudorosa, mientras los débiles gemidos de placer femenino inundaban el camarote en consonancia con los gemidos masculinos, fuertes y varoniles.

Grace contorsionó su cuerpo al sentirse saboreada.

—Eres tan genial, pequeña mía— susurró contra su enfebrecida piel. Grace batallaba por respirar y por sentir cada centímetro de aquel cuerpo que estaba posándose sobre el de ella. Motivada por el deseo, lo emuló, decidida a imitar y corresponder lo que estaba sintiendo ella también lo acarició y besó con ardor. El extraño tomó la posición perfecta para deslizarse en sus profundidades, acariciando la entrada al placer, le preguntó — ¿Cómo te llamas?, ¿cuál es tu nombre, pequeña?

El miedo la invadió, no podía revelar su identidad, si aquello se sabía su padre acabaría con ella sin siquiera pensarlo, así que usando las pocas razón que le quedaba, recordó el nombre de una amiga que tuvo alguna vez en primaria, decidió mentir...

—Ivy, mi nombre es Ivy.

—Ahora eres mía, Ivy— gimió con autocontrol mientras comenzaba con esfuerzo a entrar en el inocente cuerpo de la joven.
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