Epílogo.

Dos semanas después de aquella propuesta de matrimonio, Derek y Ava se dedicaron enteramente a adaptarse a su nuevo hogar, planear los preparativos de la boda íntima que deseaban para celebrar su amor y Derek poco a poco empezaba a retomar sus negocios a distancia.

La rutina perfecta para Derek era despertar a primera hora, salir a correr y hacer ejercicios en el gimnasio que había montado, antes de que de sus pequeños demonios despertasen dando guerra.

Era un hombre feliz que estaba viviendo la etapa más bonita de su vida, pero aún así le faltaba algo.

Cada vez que Derek bordeaba la isla pensaba en Reagan y en lo mucho que a su hija le hubiera encantado aquel lugar, pero ella ya no estaba.

Derek afrontó el dolor de haberla perdido pensando que su niña era un ángel en el cielo ajena a todas las maldades que había en el mundo, que posiblemente estaría más feliz.

Cuando Derek regresó a la casa todo seguía tranquilo como él había dejado. Entonces subió a la habitación de sus hijos antes
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