Ava estaba sentada debajo de la ducha mirando sus manos, sus brazos, piernas…todo su cuerpo lleno de hematomas que eran la prueba de que aquella terrible noche no había sido una pesadilla y junto con el agua se iba mezclando la sangre que todavía estaba pegada en su piel, y sabía que no era solo la suya. Era repulsivo ver su sangre mezclada con la de Otto Anderson, el hombre que había intentado matarla horas antes. Ella se llevó las manos a la cabeza y empezó a llorar, porque jamás en su vida había temido tanto por su vida y tampoco había tenido que luchar para seguir respirando.
Ella solo quería olvidar todo lo que había vivido en aquel callejón, pero un par de horas más tarde, cuando estaba en su cama, escondida debajo de las mantas y de su colcha como una niña, alguien entró a la habitación, sentándose a su lado en la cama y supo de inmediato quien era.
–Mírame a los ojos Ava. –Pidió Scott Hoffman viendo como su hija se agarraba a la colcha que su abuela había hecho para ella cuando todavía era un bebé. –¿Mataste a Otto Anderson? – Preguntó sin rodeos y solamente con mirarla a los ojos supo que no había sido ella.
Scott Hoffman sabía lo que quitar una vida humana podía llegar a hacer en el alma de una persona y aunque la mirada de su hija reflejaba el miedo y la desesperación que todavía estaba sintiendo, también podía ver que su alma seguía intacta.
–Sé que no fuiste tú, mi niña. –Murmuró Scott y Ava negó con la cabeza.
–Pero nadie puede saberlo papá. –Habló Ava con la voz rota refugiándose en los brazos de su padre. –Otto Anderson iba a matarme y ella lo mató para protegerme, pero todos deben pensar que fui yo, porque ella no puede tener más problemas con la policía. Nosotros le prometimos que ella y su hija estarían a salvo y debemos cumplir con esa promesa. –Suplicó y Scott asintió acunándola en sus brazos. –Prométeme papá, necesito que me prometas que todos seguirán pensando que yo maté a Otto Anderson, prométemelo papá.
–Te lo prometo mi niña, nos llevaremos esta verdad a la tumba. –Contestó Scott y Ava se deshizo a llorar en la seguridad de los brazos de su padre, pero al otro lado de la ciudad en el tanatorio de Griffin, las lágrimas de otra persona también brotaban sin parar, pero él no tenía un padre para consolarlo.
Derek tenía la cabeza apoyada en la frente de su hermano…del cadáver de su hermano pequeño mientras lloraba negando con la cabeza, sin poder creer en lo que estaba viendo.
Sentir su piel tan fría y sin vida era como recordar la noche en la que sus padres habían fallecido. Era como volver a revivir toda la impotencia que había sentido al ver como su madre agonizaba en el asiento del copiloto, después de aquel terrible accidente, sin que él pudiera hacer nada para ayudarla. Una vez más no pudo proteger a una persona que amaba.
–Dicen que Ava Hoffman lo mató para defenderse. –Murmuró Edgar sintiendo como la ira recorría su cuerpo viendo a su sobrino sin vida, tumbado en aquella fría camilla de acero con una herida de arma blanca en el cuello.
–Y al parecer es cierto, hay pruebas suficientes para cerrar la muerte de Otto como un simple caso de legítima defensa. –Respondió Reich, el hombre de confianza de Derek
–Esa mestiza mató a mi niño. –Escupió Edgar mirando el cuerpo de Otto. –No nos importa sus motivos, esa perra debe pagar por la muerte de tu hermano Derek.
En aquel momento Derek consideró que los Hoffman eran una maldición en su vida. Por culpa de Alice Johnson y Scott Hoffman su familia había sufrido un accidente automovilístico que se había cobrado la vida de sus padres, dejándolo a él y a su hermano huérfanos, cuando todavía eran unos niños.
Derek empezó a golpear la camilla con rabia hasta sacar sangre de sus nudillos y cuando su tío intentó acercarse a él, Derek gritó.
–¡¡No te acerques!! –Derek abrazó el cuerpo de su hermano entre lágrimas y se fijó en el anillo que Otto llevaba puesto, el que había sido de su abuelo. Entonces lo sacó, lo puso en su dedo y después besó la cabeza de su hermano jurándose a sí mismo que Otto sería vengado.
–¿Qué quieres hacer Derek? –Preguntó Edgar furioso. –Lo que decidas se hará. ¡Dime que es lo que quieres hacer para vengarte de los Hoffman, para que paguen por esto!
Derek se giró para ir hacia la puerta ignorando las palabras de su tío y Edgar lo agarró del brazo.
–¿Qué es lo que vas a hacer?, dime para estar preparado.
–¡Reich! –Exclamó Derek llamando a su mano derecha sin apartar la vista de la mano de Edgar que estaba en su brazo.
–¿Señor? –Contestó poniéndose en postura militar, listo para atender las órdenes de su líder. Y si Derek le ordenase que matara a alguien, Reich lo haría sin vacilar.
–Envía a la familia Hoffman ciento dos rosas rojas. –Pidió y Edgar sonrió con satisfacción, porque sabía lo que significaba aquella cifra.
—Catorce más ochenta y ocho. —Murmuró Edgar sonriendo con malicia deslizando su mano por la de Otto.
–Junto con las rosas una nota con un pedido de disculpas por parte de la familia Anderson, quiero que pongas que no estábamos de acuerdo con las actitudes y malas decisiones que había tomado mi hermano. También debes poner que deseamos que Ava Hoffman se encuentre bien y que estamos a disposición de ellos para lo que haga falta. –Continuó Derek y de repente la cara de felicidad de Edgar cambió.
–¡¡¿Vas a pedirle perdón a esa perra?!! –Exclamó Edgar furioso y Derek le echó una mirada asesina.
–¡Eres mi tío Edgar, pero que sea la última vez que vuelvas a abrir la boca mientras que estoy dando una orden! –Escupió Derek y Edgar bajo la cabeza contrariado, no le podía molestar que su sobrino actuase como él le había enseñado, con mano dura, pero tenía que saber.
—¿Entonces esto se quedará así? —Murmuró Edgar indignado. — ¿No cobrarás venganza por la muerte de tu hermano?
–La venganza es un plato que se come frío tío y eso es exactamente lo que pienso hacer. Lo dejaré enfriarse hasta que se congele para que cuando llegue el momento pueda disfrutar de la destrucción de mis enemigos con placer. –Contestó Derek con un tono frío y Reich, que era una de las personas que mejor lo conocían, sabía que estaba roto por dentro, pero aun así no estaba dispuesto a demostrarlo. Derek era un soldado frío y calculador que estaba preparándose para la guerra.
Unos años después.Derek estaba sentado en el sillón que había en su oficina. Debía estar revisando los libros de contabilidad que había dejado su secretaria sobre el escritorio, pero sólo podía pensar en su venganza… en su maldit* venganza, esa que nunca llegaba.Desde la muerte de su hermano era lo único en lo que podía centrar su atención. El tiempo pasaba y nada de lo que hacía contra sus enemigos daban resultados y lo peor es que frecuentemente tenía que ver la cara de la asesina de su hermano, ya que el almacén de la Fundación dirigida por los Hoffman estaba a escasos metros de su destilería, eso solo servía para aumentar su ira y su sed de sangre. La familia Hoffman iba creciendo cada vez más, uno de sus mellizos se había casado recientemente y todos se regocijaban en felicidad mientras que él estaba cada vez más solo, más muerto en vida, así era como se sentía. Solamente su organización le daba fuerzas para continuar. Para Derek hubiera sido muy fácil mandar matar a todos, v
Regresar a sus actividades diarias fue el único camino que Ava encontró para intentar olvidar el incendio, aunque no quería olvidar todos los detalles. Algunas cosas habían quedado muy grabadas en su memoria, Derek se había ganado un lugar en sus recuerdos favoritos.–Todavía me cuesta entender como te habías quedado dormida en almacén Ava. –Rezongó su madre dando vueltas por su despacho en la Fundación.–Tenía que llevar más cajas con ropa para enviar a Madagascar, pero cuando me di cuenta ya era muy tarde mamá…ya sabes como soy. A veces me olvido de las cosas. –Respondió cruzándose de brazos en la silla.–¡¿A veces?! –Preguntó su madre mirándola con reproche y Ava giró los ojos.–Muchas veces, así que por eso decidí ir después de terminar mi trabajo para estar segura de que no me olvidaría de nada más. Entonces me entró sueño y no me pareció una mala idea pasar la noche allí, así estaría por la mañana cuando llegara el camión para recoger todas las donaciones. –Se explicó Ava y su m
Dos meses después Derek estaba arrodillado delante de la tumba de su hermano pequeño. Otto era lo único que le había quedado después de la muerte de sus padres, lo que le había mantenido aferrado a la época en que era feliz al lado de su familia, pero hasta eso le habían arrebatado.—Cuándo éramos niños siempre hacíamos pactos de sangre, ¿lo recuerdas? —Murmuró Derek pasando la yema de los dedos por el nombre de su hermano en la lápida. —Mamá nos regañaba cada vez que lo hacíamos, pero tú siempre decías que jamás dejarías de hacerlo porque nuestra sangre era lo más valioso que teníamos, lo que nos hace superiores a los demás. En ella está nuestra fuerza y por la sangre que corre en mis venas hoy te prometo que la mujer que te ha quitado la vida llorará lágrimas de sangre. Haré sufrir a los Hoffman por todo lo que nos han quitado, por la muerte de nuestros padres, por el suicidio de la tía Nicole, por la forma como murió nuestro abuelo. Todos ellos sufrirán hermano. — Se hizo un corte
Sangre…la sangre marcaba el empiece de aquel oscuro día en el que se celebraría la boda entre una inocente y su verdugo, y como no podía ser diferente empezó con el peor de los presagios provocando el odio de la mayor enemiga que Ava Hoffman llegaría a conocer en su vida.Los labios de Vera Braun temblaban, su mano agarraba con fuerza el borde del camisón empapado en la sangre que ella podía sentir como bajaba por sus muslos y también veía las gotas cayendo sobre el pequeño charco de color rojo que se forma en suelo del baño entre sus piernas. Otro bebé, el cuarto que perdía desde que había empezado su relación con Derek, otro que su cuerpo no había sido capaz llevar.Junto con las lágrimas que mojaban su rostro iba la ira que se mezclaba con la sangre que había en pulcro suelo blanco.Vera había estado segura de que aquel bebé si llegaría a nacer, que finalmente le daría un hijo a Derek y le devolvería la familia que le habían arrebatado, pero no fue así y pensaba que aquel aborto en
El hermoso camisón de seda diseñado especialmente para ella, un conjunto de lencería con cristales incrustados y sus adoradas medias clásicas. Ava estaba perfecta y ansiosa, preparada para tener su primera noche de amor con su marido. Ella recordó el día en el que había perdido la virginidad y se dio cuenta de que no había sido tan importante para ella como aquella noche y que tampoco había estado tan nerviosa como en aquel momento mientras esperaba por Derek en la habitación. —Ava Anderson. —Se dijo a sí misma mirando su reflejo en el espejo emocionada. —Te has casado con tu amor platónico de la juventud Ava y vas a pasar la primera noche en su cama… no, su cama no. ¡Nuestra cama! –Suspiró enamorada. — De repente llega una notificación en su teléfono móvil. Ava abre el mensaje que le había enviado uno de sus mejores amigos y excompañero de la Universidad, Tobias Brown que era uno de los mejores periodistas de investigación de su generación. Como buen amigo no se había resistido a
El dorado de sus cabellos rubios había desaparecido casi por completo por la sangre que goteaba de ellos. El hermoso rostro de Derek estaba empapado por la sangre del hombre que estaba tirado a sus pies con el cráneo aplastado mientras que él estaba sentado en una silla intentando limpiarse sus manos ensangrentadas con un pulcro pañuelo blanco, pero había tanta que era casi imposible hacerlo. De su rostro no se borraba la mueca de asco que tenía mientras veía la cara casi irreconocible del hombre moreno que había matado con sus propias manos, pero lo que le revolvía el estomago no era el cadáver, sino que haber manchado su carísimo traje con una persona que él consideraba inferior. –Que asco. –Escupió Derek mientras que la sangre deslizaba por su rostro formando pequeñas gotas en la barbilla que terminaban cayendo al suelo. –Con lo fácil que hubiera sido utilizar una pistola, pero insistes en matar con tus propias manos. Entonces no puede quejarse jefe. –Bromeó Reich después de habe
Ava abrió los ojos por unos segundos, pero al sentir la claridad de los rayos de sol que entraban por la ventana volvió a cerrarlos, después volvió a abrirlos parpadeando para adaptarse a la luz preguntándose donde estaba, cuando los recuerdos de la noche anterior volvieron a su memoria de golpe y se levantó de la cama sobresaltada. Pero sus movimientos fueron demasiado bruscos y sintió un dolor intenso por todo su cuerpo haciendo una mueca.Ella recordaba absolutamente todo, el encuentro con Eva, como la había llevado al sótano, cuando la empujó…todo, Ava recordaba todo. Entonces la angustia y el pánico de estar encerrada empezaron a dominarla otra vez mientras miraba alrededor dándose cuenta de que estaba en la habitación sin saber cómo había llegado allí.A pesar de las molestias que sentía, del intenso dolor, Ava salió de la habitación para buscar ayuda, la ayuda de su marido que la había dejado sola con una loca como Vera Braun.–¡¡Derek!! –Gritó Ava caminando por el pasillo inte
–erek…Derek…¡¡DEREK!! –Llamó Vera viendo como Derek tenía la mirada perdida en algún punto fijo de la pared del restaurante donde estaban cenando con sus socios más importantes. –¿Qué? –Preguntó Derek saliendo de su ensimismamiento mientras sacaba su teléfono móvil para ver por milésima vez en aquel día si había recibido algún mensaje de su esposa. –Derek, el señor Carter cree que deberías priorizar el mercado automovilístico antes que la industria del alcohol. –Contestó Vera dándose cuenta de que Derek tenía la cabeza en otra parte y eso empezaba a molestarla. –¿Por qué haría tal cosa Carter? –Preguntó Derek y el hombre puso los codos sobre la mesa apoyando la barbilla sobre sus manos para mirarlo. –Sé que los automóviles son apenas una inversión para ti, Derek, y que has logrado poner la marca de tu whisky como una de las mejores. –Respondió el hombre. –Más que eso John, Derek ha logrado convertirla en la marca de mezcla de whisky más ampliamente distribuida del mundo. –Agregó