Lo mejor que podía hacer era regresar al orfanato. No quería quedarme en la ciudad, no quería quedarme con Kevin. A pesar de que habíamos hecho las paces, entre comillas, yo sentía que, aunque existía esa atención, seguía sintiendo que las cosas, a pesar de todo, no estarían bien.Y temí por eso, por mí, por nuestra amistad, que a pesar de todo quería tanto. Aquello me dolía, que las cosas terminaran de ese modo. Él no lo decía, y yo no lo dije, pero llegamos a la conclusión de que tal vez era lo correcto tomar un poco de distancia.Para ambos sería complicada, pero sinceramente yo pensaba que era lo mejor. Lo que sea, pues lo supimos entonces.En un viaje que pudo haber sido más incómodo, pero no, ya que Kevin se la pasó todo el rato hablándome sobre una serie que había visto, intentando sacar temas de conversación sobre lo que ya había hablado con Nicolás, para intentar adivinar si el hombre tenía el conocimiento completo de todo.Haciendo llamadas pertinentes para averiguar sobre c
El aspecto que tenía Alejandro parecía de ultratumba. Luis inmediatamente le indicó a los niños que entraran al lugar, pero varios alcanzaron a verlo ensangrentado y con los ojos abiertos. De todas formas, el grupo de niños que jugaba afuera salió corriendo al interior del orfanato mientras Luis y yo corríamos en dirección de Alejandro.Cuando llegamos con él, el hombre se desplomó y cayó de rodillas. Intenté ayudarlo, pero Luis lo tomó por los brazos y lo levantó.—¿Estás bien? —le preguntó, y el hombre negó.—No, he perdido estado físico, no todas las mañanas corro 10 kilómetros por el bosque mientras hombres armados me persiguen.—¿Qué sucedió? —le pregunté, seguramente algunos de los enemigos que él tenía. Esperé que no tuviera nada que ver conmigo, con los enemigos que tenía Elisa. Pero cuando pregunté aquello, pude ver en su rostro una preocupación que nunca había visto. Alejandro siempre había sido un hombre tranquilo, nunca demostraba emociones más allá de su felicidad o su s
No le había creído. Esa fue la conclusión que quedó de mí cuando Elisa se fue de mi oficina. Yo no le había creído ni una palabra. "ver mis cámaras de seguridad solamente para ver si ya había hecho negocios con alguien", en vez de preguntarme directamente, me pareció una excusa barata y, de haber sido real, infantil.Una acción infantil. Así que por eso supe que era mentira. ¿Qué pretendía? ¿Qué era lo que pasaba? Creo que la respuesta estaba más que clara. Era simple y concisa: todo tenía que ver con Evangeline.No me lo sacaba de la cabeza, pero al menos no había terminado mal las cosas con ella. A pesar de todo, necesitaba seguirla teniendo ahí a mi lado. Necesitaba seguir trabajando con ella. Era la única forma de averiguar realmente qué era lo que pretendía o cuál era la venganza real que tenía contra mí, o contra mi madre, contra todos en general.Me quedé el resto de la tarde en la empresa, pero no pude evitar llegar temprano a la casa.—¿Y ese milagro? —preguntó mi madre en cu
La mujer que estaba frente a mí tenía un aspecto imponente. Nunca especialmente había sentido timidez al estar en presencia de nadie, mucho menos de una mujer. No porque fuera especialmente machista, pero siempre que veía una mujer con carácter, decidida, empoderada, más que timidez, me resultaba tremendamente atractivo. Por eso, más allá de sentir timidez, lo que llegaba a sentir era realmente deseo e interés. Pero la mujer que estaba de pie frente a mí en la puerta de mi casa despertó una genuina sensación de malestar dentro de mi pecho. Sus ojos, con una arrogancia que me hizo pasar saliva, me observaban fijamente. —Disculpa, ¿quién eres? —le pregunté, pero la mujer no contestó. Se quedó ahí, en el mismo punto, observándome. Estaba recostada en el marco de la entrada de la puerta, me observó de los pies a la cabeza. —Definitivamente eres mucho más sexy en persona —comentó. }—¿Nos conocemos? —le pregunté, y ella negó. —No, no nos conocemos. Casi lo hacemos, pero en realidad no
Todo se puso tenso a partir de ese momento. La hermana Sol había sido muy clara con su advertencia: que algo así podía llegar a pasar. Y entonces pasó. Sucedió lo peor. La verdadera Elisa estaba en el país, y sus intenciones no eran las mejores. Por poco y mata a Alejandro, el hombre que había sido su esposo. ¿Qué podía esperar yo? ¿Qué podía esperar yo de aquella mujer más allá de una muerte lenta y dolorosa? Y aquello me asustó. Me asustó sobremanera porque había decidido meterme en esta camisa de once varas. Yo había sido tan ridículamente ingenua, había sido una estúpida. Pero, ¿acaso no era la única opción que tenía? Gracias a eso, ahora tenía las pruebas en mis manos que podía demostrar mi inocencia. Gracias a aquella mentira, podía ofrecerles, posiblemente, un buen futuro a mis hijos. Así que no debía llorar en ese momento. Tenía que enfrentar las consecuencias de lo que había hecho, y eso era lo que tenía que hacer. — No me parece que sea una buena idea — dijo después de un r
— No — dije, y todos voltearon a mirarme. — ¿No? — preguntó Kevin, mirándome directo a los ojos — . ¿Pensaste que esta mentira iba a durar para siempre? — Claro que no — le dije, poniéndome firme y abrazándome a mí misma para combatir la inseguridad — . Sabía que eventualmente iba a tener que decirle la verdad, que él tendría que saber que yo era Evangeline. Pero él me ha visto como Elisa muy pocas veces. Imagino que es muy pronto. — ¿Y eso? — manifesté — . Es muy pronto. — Pero entonces — Kevin cruzó un par de miradas con la hermana Sol, y la mujer me miró — , tal vez en otras circunstancias. Pero ahora, ¿te parece que es muy pronto cuando la verdadera mafiosa está a las puertas de nuestro orfanato? Y sabemos exactamente qué quiere. Si quiere matarte, si quiere matarnos a todos para esconderse y esconder esos secretos... — Yo no opino mucho — continuó Luis sin apartar su mirada de mí — , pero escucho muy bien todo lo que dicen. Elisa Duque es una mafiosa que aún no ha sido expue
Los labios de Kevin eran suaves, pero fue una sensación extraña el besarlo porque no sentía absolutamente nada. No hubo una calidez en el estómago, no me temblaron las rodillas, no sentí esa mágica chispa que se supone que debía sentirse. Porque lo había imaginado por un momento, mientras recortaba la distancia que nos separaba para besarme. Lo pensé: ¿y si tal vez Kevin fuese el amor de mi vida? ¿Y si tal vez fuese la persona que el destino tenía preparada para mí, para que olvidara de una vez por todas a Nicolás? Por eso lo había permitido. Por eso había profundizado el beso. Porque necesitaba saberlo. Quería saberlo. Pero ahora ya lo sabía. Yo no sería capaz de ver a Kevin en ninguna otra forma que no fuese como un gran amigo.De todas formas, permití que me besara. Permití que su mano se deslizara por detrás de mi espalda hasta mi cadera y que me ajustara contra su torso. Su beso fue tierno y romántico, un poco profundo. Su lengua exploró con timidez la mía, y yo pude sentir todas
Una vez más, como ya se me hacía costumbre, tuve una noche pesada e intranquila. No solo por el hecho de que al siguiente día tendría que enfrentar uno de mis miedos más grandes, sino que también estábamos prácticamente amenazados. Elisa nos había declarado la guerra. Los hombres de Alejandro habían desaparecido. Él los presumía muertos, pero la mafiosa le había dicho que ellos simplemente lo habían traicionado. Cualquiera de las dos posibilidades era horrible.De todas formas, estábamos completamente solos. Pude escuchar cómo Luis, Alejandro y Kevin pasaron toda la noche rondando el orfanato, esperando en las esquinas y observando el bosque por si alguien aparecía. Así que podía escuchar el tintineo de las armas que sostenían en sus manos. Yo hubiese preferido quedarme de pie y estar con ellos vigilando, pero tenía que tratar de dormir, tenía que tratar de tener fuerzas para el siguiente día.Pero no pude hacerlo. Cuando cerraba los ojos, mi mente divagaba una y otra vez en las miles