A pesar de que yo sabía que aquello podía pasar, de que lo más probable es que para eso me hubiese citado Nicolás, algo dentro de mí me inmovilizó.Era un extraño miedo, una sensación punzante de ansiedad que hizo que me temblaran las rodillas. Como siempre, escuchar mi propio nombre en su boca era agobiante y doloroso, pero escuchar cómo lo decía mientras ponía en tela de juicio mi propia lealtad como Elisa producía más ansiedad de la que hubiese querido admitir. Esta vez ya no había marcha atrás, pero yo debía intentar salvar, aunque fuera un poco, la situación, porque tal vez había alguna forma de hacerlo. — ¿Tú ex esposa? — le pregunté. — Entiende, Elisa,— ¿qué crees que tengo que ver yo con tu ex esposa? ¡Eso es ridículo! — ¿Entonces qué estabas haciendo ayer, espiando las cámaras de seguridad de mi empresa? — dijo él.Yo levanté el mentón. — ¿Me viste husmeando en tus cámaras de seguridad y lo primero que pensaste fue en tu ex esposa? Eso no tiene ningún sentido. — Lo tien
El miedo me embargó por un instante. Fue imposible para mí no reaccionar a aquello, probablemente con una mueca de terror o de asco, ya que Nicolás levantó el mentón hacia mí. — ¿Me juzgas por eso? — Claro que lo hago — le dije. La voz me tembló — . ¿Cómo haces algo como eso? Está enfermizo, sucio. — al inició... Pensé la primera vez que era algo terrible, profanador, pero ahora ya no estoy tan seguro.Se acercó a mí, recortando la distancia que nos separaba. Me tomó por el cuello y me estrelló contra el vidrio. No fue con mucha fuerza, pero lo suficiente como para considerarlo una acción agresiva. — ¿Crees que no puedo verlo? — me dijo. Tenía la mirada perdida en mis propias pupilas. Pude verlo alterado, sentir su desesperación, su miedo, también su corrupción — Lo veo en tus ojos. La veo a ella.Yo apoyé mis manos en su pecho y lo empujé con fuerza. Nicolás trastabilló y casi cayó al suelo, pero logró aferrarse al escritorio. — Esto es injusticia. Puedo verla en tus ojos, a Eva
Alejandro, a pesar de todo lo que quería admitir, sí estaba al pendiente del sismo entre Evangeline y Nicolás. Aparte de que aquello le interesaba sobremanera para su propio beneficio, quería saber en qué terminaba esa tragedia entre historia de amor.Era más que obvio para él: Evangeline y Nicolás estaban enamorados el uno del otro. Nicolás, enamorado del recuerdo de lo que ella fue alguna vez, y Evangeline, todavía enamorada de eso. Le parecía triste que el pobre de Kevin estuviera en medio de todo aquello, pero le pareció más triste que Evangeline, a pesar de todos los años que había pasado a su lado, no se hubiera dado cuenta del amor que aquel hombre profesaba por ella.Era una muchacha despistada, a pesar de su edad y de sus tres hijos. Pero él no era quien para abrirle los ojos a nadie. Tenía que concentrarse en sus propias cosas.Aún tenía muchísimo trabajo. Si era verdad que Evangeline lograba recuperar sus acciones en la empresa, volvería a tener la empresa de girasoles de
Alejandro tuvo el impulso de escupir en el suelo. A pesar de todo, jamás sería capaz de hacer negocios con Elisa después de todo lo que le había hecho.—¿Cómo te atreves cínicamente a hacerme una propuesta? —dijo, mientras la mujer se quedó observándolo desde arriba, esperando una respuesta. Alejandro pensó que tal vez podría ser una pregunta retórica.—¿de qué estás hablando? —le preguntó entonces, cuando notó que la mujer no pretendía hacer ningún movimiento hasta que él respondía.—Negocios. Ya te dije, vengo a hacer negocios.—¿Recuerdas la última vez que hicimos negocios? —dijo Alejandro mientras comenzaba a caminar de un lado a otro por el lugar. En la mesa de enfrente habían unas cuantas bandejas con granadas y balas. Eran granadas que pensaban transportar hacia el centro de la ciudad para un comprador que las había pedido. Se quedó de pie ahí, cerca de ellas. —La última vez que hicimos negocios, nos casamos —comenzó a contarle—. Vivimos juntos, y todo parecía estar bien, hasta
Lo mejor que podía hacer era regresar al orfanato. No quería quedarme en la ciudad, no quería quedarme con Kevin. A pesar de que habíamos hecho las paces, entre comillas, yo sentía que, aunque existía esa atención, seguía sintiendo que las cosas, a pesar de todo, no estarían bien.Y temí por eso, por mí, por nuestra amistad, que a pesar de todo quería tanto. Aquello me dolía, que las cosas terminaran de ese modo. Él no lo decía, y yo no lo dije, pero llegamos a la conclusión de que tal vez era lo correcto tomar un poco de distancia.Para ambos sería complicada, pero sinceramente yo pensaba que era lo mejor. Lo que sea, pues lo supimos entonces.En un viaje que pudo haber sido más incómodo, pero no, ya que Kevin se la pasó todo el rato hablándome sobre una serie que había visto, intentando sacar temas de conversación sobre lo que ya había hablado con Nicolás, para intentar adivinar si el hombre tenía el conocimiento completo de todo.Haciendo llamadas pertinentes para averiguar sobre c
El aspecto que tenía Alejandro parecía de ultratumba. Luis inmediatamente le indicó a los niños que entraran al lugar, pero varios alcanzaron a verlo ensangrentado y con los ojos abiertos. De todas formas, el grupo de niños que jugaba afuera salió corriendo al interior del orfanato mientras Luis y yo corríamos en dirección de Alejandro.Cuando llegamos con él, el hombre se desplomó y cayó de rodillas. Intenté ayudarlo, pero Luis lo tomó por los brazos y lo levantó.—¿Estás bien? —le preguntó, y el hombre negó.—No, he perdido estado físico, no todas las mañanas corro 10 kilómetros por el bosque mientras hombres armados me persiguen.—¿Qué sucedió? —le pregunté, seguramente algunos de los enemigos que él tenía. Esperé que no tuviera nada que ver conmigo, con los enemigos que tenía Elisa. Pero cuando pregunté aquello, pude ver en su rostro una preocupación que nunca había visto. Alejandro siempre había sido un hombre tranquilo, nunca demostraba emociones más allá de su felicidad o su s
No le había creído. Esa fue la conclusión que quedó de mí cuando Elisa se fue de mi oficina. Yo no le había creído ni una palabra. "ver mis cámaras de seguridad solamente para ver si ya había hecho negocios con alguien", en vez de preguntarme directamente, me pareció una excusa barata y, de haber sido real, infantil.Una acción infantil. Así que por eso supe que era mentira. ¿Qué pretendía? ¿Qué era lo que pasaba? Creo que la respuesta estaba más que clara. Era simple y concisa: todo tenía que ver con Evangeline.No me lo sacaba de la cabeza, pero al menos no había terminado mal las cosas con ella. A pesar de todo, necesitaba seguirla teniendo ahí a mi lado. Necesitaba seguir trabajando con ella. Era la única forma de averiguar realmente qué era lo que pretendía o cuál era la venganza real que tenía contra mí, o contra mi madre, contra todos en general.Me quedé el resto de la tarde en la empresa, pero no pude evitar llegar temprano a la casa.—¿Y ese milagro? —preguntó mi madre en cu
La mujer que estaba frente a mí tenía un aspecto imponente. Nunca especialmente había sentido timidez al estar en presencia de nadie, mucho menos de una mujer. No porque fuera especialmente machista, pero siempre que veía una mujer con carácter, decidida, empoderada, más que timidez, me resultaba tremendamente atractivo. Por eso, más allá de sentir timidez, lo que llegaba a sentir era realmente deseo e interés. Pero la mujer que estaba de pie frente a mí en la puerta de mi casa despertó una genuina sensación de malestar dentro de mi pecho. Sus ojos, con una arrogancia que me hizo pasar saliva, me observaban fijamente. —Disculpa, ¿quién eres? —le pregunté, pero la mujer no contestó. Se quedó ahí, en el mismo punto, observándome. Estaba recostada en el marco de la entrada de la puerta, me observó de los pies a la cabeza. —Definitivamente eres mucho más sexy en persona —comentó. }—¿Nos conocemos? —le pregunté, y ella negó. —No, no nos conocemos. Casi lo hacemos, pero en realidad no