No podía ser. Definitivamente, no podía ser. El corazón me latió con fuerza en los oídos mientras caminaba hacia mi auto, mientras apretaba con fuerza las llaves en mi mano. Cuando entré, no encendí el motor.Me quedé ahí, pensativo, observando mi propio reflejo en el retrovisor. No podía ser una coincidencia. Tenía que ser ella. Tenía que ser Evangeline. Ya la había tenido entre mis brazos tantas veces. Era imposible para mí no reconocerla, no reconocer su aroma, no reconocer su esencia, no reconocer sus movimientos, sus gemidos.Ni siquiera supe cómo tuve la fortaleza para seguir enfrentando todo desde el momento en el que fui consciente. Pero no, no podía ser Evangeline, porque Evangeline había muerto. Estaba muerta. ¿No era así? Claro que sí, ella tenía que estar muerta.Los forenses habían dicho que su cuerpo había sido calcinado, que el fuego la había consumido hasta el carbón.Metí la mano dentro de mi camisa y apreté con fuerza el collar metálico con su nombre. Por eso había c
No me sentí tranquila hasta que me subí a la camioneta. Alejandro se quedó mirándome. — ¿Cómo te fue? — preguntó.Y yo sonreí tímidamente. — Bien, bien. Nada más.El hombre dejó unos binoculares que tenía sobre la parte del frente del auto. Sus hombres aún no habían subido, así que aprovechó para preguntarme. — ¿Lograste entrar a la habitación? Pensé que odiabas a Nicolás.Yo no tenía por qué darle explicaciones. No tenía por qué explicarle por qué hacía o dejaba de hacer las cosas. Así que simplemente me encogí de hombros. — Era algo que tenía que hacer — comenté con frialdad.Y él asintió. — Entiendo. Pero no quiero que juegues conmigo, Evangeline. Créeme que yo también estoy arriesgando mucho por esta relación. Como te dije, la verdadera Elisa tiene muchos enemigos. A estas alturas, no sé si se me hace extraño que el país entero sepa que estoy protegiéndote. Tal vez piensen que regresamos. Porque los que no te han visto en persona siguen creyendo que eres la verdadera Elisa. A
65En el instante en que vi a Kevin, supe que lo sabían. En su rostro, en sus ojos verdes, vi una extraña mezcla de decepción que me hizo sentir mal de inmediato.Con ninguna otra persona me había sentido así. Me bajé de la camioneta de Alejandro y caminé hacia la entrada del orfanato. Kevin estaba ahí, esperándome otra vez, Pero había una gran diferencia entre estas dos oportunidades, porque esta vez yo sí me había acostado con Nicolás. Y él lo supo. De alguna manera, no supe cómo explicarlo, pero lo supo. En el instante en que me vio, supo lo que había sucedido. No supe cómo sentirme. Yo no tenía por qué darle ninguna explicación, y estaba segura de que tampoco me pediría ninguna. Pero ahí estábamos.Alejandro le dio una mirada al orfanato. — Este lugar se está cayendo a pedazos — dijo.Kevin se encogió de hombros. — Es todo lo que podemos hacer con lo poco que tenemos.El hombre se encogió de hombros. — ¿No me van a invitar a entrar? — preguntó.Kevin parecía incómodo, pero asin
No pude evitar sentirme incómoda el resto de la noche, pero no sabía por qué. Yo no había hecho nada mal. Sabía muy bien que había lastimado los sentimientos de Kevin, pero él entendía muy claramente lo que sucedía. Él entendía que, a pesar de sus sentimientos hacia mí, yo no podía corresponderle. Él lo sabía, pero la que parecía que no sabía era yo. Era yo la que me sentía mal por haberme acostado con Nicolás. Había dejado que mi deseo por tenerlo entre mis brazos, y que él me tuviera, nublara mi buen juicio.En ese momento pensé que no sentiría ningún tipo de remordimiento, pero ahora no estaba tan segura. Mientras estaba sentada en la enorme mesa del comedor y veía la triste mirada que tenía Kevin en sus ojos, ahí supe que había hecho mal. Pero no sabía por qué. Yo no tenía sentimientos por Kevin más que los de un amigo. Pero aun así, me sentía culpable por lastimarlo, y eso me hacía sentir extraña, tonta, hipócrita.Mi vida se había convertido en un caos completo. No solo buscar m
Desearía poder contar que fue una noche tranquila, pero claro que no. Fue una de las noches más largas de mi vida. Estaba ansiosa y nerviosa, asustada incluso más que el primer día que me iba a reencontrar con Nicolás.El siguiente día tendría que colarme en las instalaciones de Floralvo y, por la razón que fuera, encontrar ese vídeo, arriesgándome a que me descubrieran, arriesgando a demostrar mi verdad. Entonces, más todo lo que había sucedido: el haber hecho el amor con Nicolás, la mirada triste de Kevin, el ultimátum de Alejandro... Todo aquello me tuvo al borde del colapso.Durante toda la noche no pude pegar el ojo ni una sola vez, literalmente. La mañana llegó al bosque de pinos conmigo sentada en el alféizar de la ventana, viendo el amanecer con el corazón hecho un puño y los sentimientos destrozados. Confundida.Pero, a pesar de todo lo que había pasado, a pesar de la mirada triste de Kevin, yo no pude evitar sentir que, en el fondo, muy en el fondo, estaba feliz por lo que h
Noté como Alejandro apretó con fuerza mi mano. Sabía exactamente lo mismo: Nicolás no podía verlo porque podría reconocerlo. Yo me volví hacia Nicolás, que se acercaba. Estaba perfectamente vestido con su traje y su corbata. — Sí, quise llegar temprano hoy — le dije, cubriendo con mi espalda a Alejandro para que Nicolás no lo viera.El corazón me latió con fuerza. Nicolás clavó sus ojos en mí, y yo supe que algo no estaba bien. Cuando lo vi, su mirada me decía muchas cosas sin decirlas, pero en ese momento estaba tan asustada que no fui capaz de entender nada. — Ya puedes irte, Vladimir — le dije a Alejandro para que se marchara en ese preciso instante.El hombre dio la vuelta y se introdujo en el auto. Pero entonces Nicolás avanzó los pasos que le faltaban para alcanzarme. Me dio un sonoro beso en la mejilla y miró a través de mi hombro al hombre que estaba ahí, en el asiento del conductor. Entonces sus miradas se encontraron. Pude verlo perfectamente, pude ver cómo Nicolás fruncía
La explosión fue fuerte; sacudió todos los vidrios de la empresa. Nicolás se puso de pie y corrió hacia la ventana, pero Kevin lo tomó por el brazo. — No deberías asomarte a la ventana de esa forma. Tal vez sea un atentado.De todas formas, Nicolás ignoró la advertencia y se inclinó levemente hacia el borde de la ventana. — Un auto explotó — dijo.Yo estaba ahí, paralizada. Kevin volteó a mirarme. Sabía que era una oportunidad, sabía que no podía desaprovechar el momento. Así que tenía que hacerlo. Me puse de pie y fingí mirar una alerta en mi celular. — Mis esquema de seguridad me está esperando abajo. Tenemos que posponer esta reunión para después.Pero Nicolás negó. — Aquí en la empresa estás a salvo. — No importa. Me voy a ir — dije entonces, poniéndome de pie y a punto de salir.Nicolás recortó la distancia que nos separaba, llegó conmigo y me tomó por el hombro. — Yo te acompaño hasta abajo. — No es necesario. — Es mejor que salgamos de aquí — dijo Kevin, tomando por la
Cuando me subí en la camioneta de Alejandro, estaba tan asustada que las manos me temblaban. — Vámonos, Bob — le gritó a uno de sus hombres, y la camioneta arrancó de inmediato. — Todo está bien. Tuve que explotar un auto. Espero que haya sido una distracción suficiente. ¿Lo conseguiste?Yo asentí. Ni siquiera era capaz de hablar, así que tuve que aclararme con fuerza la garganta para poder, prácticamente, arrancar mi voz de ella. — Logré encontrar la grabación de ese día y de esa hora. A menos que alguien haya manipulado la cinta, creo que lo tengo.Alejandro asintió. — Debes estar preparada para lo peor. Lo más probable es que alguien haya manipulado la grabación, pero por más experto que sea, va a haber un corte. Ese corte será suficiente. ¿Me entiendes?Yo me sentí… sabía que tenía que estar preparada para lo peor, tenía que estar preparada para enfrentar esa realidad. Tal vez el vídeo no funcione de nada, era lo más probable, pero de todas formas, descartar esa posibilidad er