Ivy
El sol desciende lentamente, bañando el dominio con una luz dorada. Camino en silencio, entre ellos. Mis piernas todavía tiemblan de esta visita, de esas miradas que se posaban sobre mí como si ya me pertenecieran.
Al llegar frente a la inmensa construcción, Kael empuja las pesadas puertas de madera tallada. El interior es aún más impresionante: paredes de piedra clara, candelabros de hierro forjado, pieles de bestias tiradas en el suelo. Todo respira riqueza... y poder.
— Ven.
Lyam me agarra suavemente de la mano y me lleva al piso de arriba.
— Debes ver tu habitación.
Mi habitación. Esas palabras resuenan extrañamente.
Soren sigue en silencio, su mirada pesada sobre mi nuca.
Se detienen frente a una puerta masiva. Kael me sonríe, burlón.
— ¿Lista para descubrir tu nuevo mundo, Reina?
Trago y asiento con la cabeza.
La puerta se abre.
Quedo paralizada.
La habitación es inmensa. Cortinas oscuras caen de las paredes hasta el suelo. Una ventana da a la selva. Pero es esa cama la que me deja sin aliento: ancha, enorme, hecha para varios cuerpos. Sábanas de seda negra, cojines en abundancia. Un capullo... o una prisión dorada.
— ¿Es... es para mí?
Lyam se acerca, acaricia con la punta de los dedos la madera de la cama.
— Para ti. Para nosotros.
Retrocedo un paso, incómoda.
— Es... grande.
Kael ríe suavemente.
— Te acostumbrarás.
En ese instante, la puerta se abre detrás de mí. Dos jóvenes mujeres entran, la cabeza baja. Largos cabellos castaños, vestidos ligeros.
— Aquí están Elenna y Myra. Están aquí para ti, anuncia Soren en un tono neutro.
Frunzo el ceño.
— ¿Para... mí?
— Para cuidarte, Ivy. Baño, ropa, lo que necesites. Eres su Reina, susurra Lyam.
Sacudo la cabeza, incómoda.
— Yo... puedo arreglármelas...
Kael se acerca, desliza un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
— No. Aquí, ya no te arreglas sola. Aquí, eres servida, querida...
Su mirada quema la mía.
— Y pronto.
Me estremezco.
Elenna se inclina, su voz suave.
— El baño está listo, Mi Señora.
Mi garganta se cierra. Todo esto va demasiado rápido.
— ¿Puedo ir sola?
Lyam niega con un gesto.
— No. Déjate hacer, Ivy. Debes aprender a recibir.
Myra se acerca, ofreciendo un vestido ligero, casi transparente.
— Vamos a prepararte. Esta noche, la manada te verá. Debes estar perfecta.
No me atrevo a protestar.
Kael ríe de nuevo, deleitándose con mi confusión.
— Esta cama... volverás a ella esta noche. Y estaremos allí, Ivy. Juntos.
Trago, con la cabeza baja.
Todo esto... este mundo, esta habitación, esta cama demasiado vasta.
No estoy lista.
Y sin embargo... una parte de mí ya espera lo que sigue.
Estoy petrificada.
Elenna y Myra me guían a través del laberinto de la habitación hasta una sala que nunca hubiera imaginado. Una inmensa sala de baño, tallada en piedra cruda, se abre ante mí. En el centro, un estanque natural, agua caliente humeante que emana volutas perfumadas. Pétalos de flores flotan en la superficie, y velas iluminan la habitación con una luz suave y sensual.
— Es... magnífico, murmuro, casi sin voz.
Elenna me dirige una sonrisa suave, pero respetuosa, mientras Myra comienza a desatar los lazos de mi vestido.
Me tenso de inmediato.
— Yo... puedo hacerlo.
Pero Myra sacude la cabeza suavemente.
— No, Mi Señora. Es nuestro papel.
La tela se desliza sobre mi piel en un susurro discreto. Mi corazón late desbocado. Encontrarme desnuda, aquí, bajo sus miradas, me da vértigo.
— Los Maestros nos han pedido que cuidemos de ti, añade Elenna en un susurro. Quieren que estés relajada... lista.
Trago, incapaz de responder.
Ellas me ayudan a entrar en el agua. El calor me sorprende, me envuelve como una caricia. Cierro los ojos un instante.
Cuando los abro, un detalle me helada.
Están allí.
Lyam. Kael. Soren.
Apoyados en el marco de la puerta entreabierta, en silencio, observándome.
— ¿Ellos... me están mirando?
— Te cuidan, Mi Señora, responde Elenna inclinando la cabeza.
Myra toma una esponja suave, la sumerge en el agua y la pasa lentamente sobre mi hombro.
Me estremezco.
— Debes entender... susurra. Aquí, todos te ven como su Reina. Eres valiosa. Sagrada.
Aprieto los dientes, sintiendo su mirada quemar mi piel.
— Solo soy una humana...
Elenna levanta la vista hacia mí, dulce pero firme.
— No para ellos. No aquí.
Myra continúa lavándome, atenta a cada centímetro de mi piel. Sus gestos son lentos, respetuosos, casi tiernos.
Y, sin embargo, siento la electricidad en el aire.
Kael no aparta su mirada de la mía. Una sonrisa torcida en sus labios.
— Deberías acostumbrarte, murmura. Ahora eres nuestra. Y todo el mundo lo sabrá.
Lyam cruza los brazos sobre su pecho, grave.
— Esta noche, la manada te verá. Serás presentada como nuestra Reina.
Siento que mis mejillas se enrojecen.
— ¿Y si me niego?
Kael ríe, un sonido áspero que resuena en la habitación.
— ¿Negarte? Ya eres una de nosotros, Ivy. Lo sabes.
Me muerdo el labio, con las lágrimas al borde de los ojos.
Myra sigue untándome con aceites perfumados, deslizándose por mi nuca, mis hombros, mis brazos. Cada gesto me encierra un poco más en este papel que no he elegido.
Y, sin embargo...
En el fondo de mí, una parte extraña, salvaje, se erige.
Los miro, a los tres. Su poder, su orgullo, esa fuerza animal que no ocultan.
— ¿Por qué yo? ¿Por qué esta humana insignificante?
Soren avanza un paso, su voz grave rompiendo el silencio.
— Porque eres nuestra. Desde siempre. Y esta noche, Ivy... lo sabrás.
Cierro los ojos, abrumada.
Cuando salgo del baño, la piel brillante y perfumada, Myra me tiende un vestido suntuoso, blanco, casi transparente.
— La manada espera.
Me estremezco.
— Tengo miedo...
Kael se acerca finalmente, desliza sus dedos sobre mi mejilla.
— No temas. Estamos aquí. Siempre.
Lyam me rodea con un brazo sólido.
— Esta noche, regresas a casa.
Levanto la vista, cruzando sus miradas ardientes.
Quizás, en el fondo... siempre he estado hecha para esto.
HiedraLa noche cayó sobre la ciudad. Una noche pesada, densa y casi palpable.Camino entre ellos: Lyam, Kael, Soren. Su presencia me interrumpe, y la multitud que se abre frente a nosotros me abre paso. Docenas, no... cientos de miradas robadas en mí.Todos los lobos. Todos sus súbditos.Elenna y Myra me adornaron como a una reina. El vestido blanco se desliza sobre mi piel, delgado, casi irreal. Mi cabello, suelto, cae en cascada sobre mi espalda.La plaza central es enorme, pavimentada con piedra clara. Un trono esculpido, viejo, majestuoso.Lyam toma mi mano, firmemente.—Quédate cerca de nosotros. No dudes. Esta noche te conviertes en una de los nuestros.Trago saliva.—¿Qué pasa si no estoy lista?Kael sonríe, insolente.—Demasiado tarde para eso, hermosa. Ya eres nuestra.Soren no dice nada. Pero su mirada me atraviesa, ardiente, posesiva.Me llevan al centro, frente a su gente. Tiemblo. El susurro que se levanta me marea. Algunos me observan con curiosidad. Otros, con una devo
IvyLa luz se filtra suavemente a través de las inmensas ventanas de la habitación. Mi cuerpo adolorido me recuerda cada instante de la noche. La mezcla de sus pieles, de su deseo… Todo sigue ahí, grabado en mi carne.Siento brazos a mi alrededor. Cuerpos contra el mío.Lyam duerme a mi izquierda, su rostro apacible. Kael ronronea casi contra mi nuca, posesivo incluso en su sueño. Soren está ahí, en un rincón, pero sus dedos rozan distraídamente mi cadera, como si verificara que no me he escapado.No me atrevo a moverme. Es irreal. Ayer era solo una humana ordinaria… Y aquí estoy ahora, acostada en su cama, marcada, unida.LyamMe despierto primero, acostumbrado al amanecer. Ella está aquí. Sigue aquí.Sonrío contra su cabello. Su respiración es ligera, temblorosa. Tiene miedo. Y tiene razón. Pero ya no es cuestión de que se vaya. No ahora.Deposito un beso en su hombro desnudo. Su piel aún lleva las marcas de mi mordida. De nuestra unión.— Despierta suavemente, Ivy… Ya no necesitas
IvyLa luz de la mañana me despierta suavemente. Mi cuerpo aún está entumecido, marcado por la noche salvaje que me han impuesto. Siento cada mordida, cada caricia estampada en mi piel. Y, sin embargo… una extraña serenidad me invade.Todavía duermen, Kael a un lado, Lyam al otro, Soren sentado al borde de la cama, con los ojos perdidos en mí.— Despierta —murmura—. Es hora de descubrir lo que ahora te pertenece.Frunzo el ceño, incapaz de entender lo que quiere decir.— ¿Lo que me pertenece?Una sonrisa casi tierna roza sus labios.— Ven.Me levanto, envuelta en una sábana de seda que me tiende. Mis piernas aún tiemblan, pero Soren me sostiene y me lleva a ducharme, luego me ayuda a vestirme.Juntos, dejamos la habitación.El edificio es inmenso. Un verdadero mansión, o tal vez un palacio. Las paredes de piedra oscura, las tapicerías antiguas, todo respira riqueza y poder.Las sirvientas se inclinan a mi paso. Bajan la mirada, me susurran "Mi Reina".Siento que mis mejillas se sonroj
SorenLa observo sentarse. Su timidez la hace aún más hermosa. Sus manos se aferran a sus rodillas. Apenas mira a los demás miembros de la manada, como si temiera cruzar su mirada.— Relájate, susurra Lyam, posando una mano posesiva en su nuca. Nadie aquí se atreverá a hacerte daño.Sé que ella lucha. Pero está aprendiendo. Se adapta. Y pronto… reinará.LyamCorto un trozo de carne y lo llevo a sus labios. Ella se sonroja, pero obedece, cierra la boca lentamente. Este simple gesto me vuelve loco.Me inclino. Mi voz se vuelve más baja, solo para ella.— Sabes que te están mirando. ¿Sientes sus deseos? Eres la suya… pero sobre todo, la nuestra.Advierto su respiración entrecortada. Su mirada se nublada. Sonrío.— Come, Ivy. Luego tenemos toda la noche.IvyMe esfuerzo por tragar. La carne es tierna, jugosa, pero tengo la garganta seca. Sus miradas sobre mí me queman la piel. Me siento vulnerable, expuesta.Algunas mujeres de la manada me lanzan miradas extrañas. Ni hostiles ni benevolen
Capítulo 1 – El llamado de la lunaHiedraEl bosque respira. Cada rama cruje como si escondiera un secreto. El aire está cargado de humedad, resina y algo más… algo antiguo. Camino sin hacer ruido, mi aliento entrecortado, los pasos livianos como sombras. La noche abrasa, densa, sofocante. Como si el mundo entero contuviera la respiración.No debería haber venido.Lo siento en los huesos.Algo me sigue.Aferro la tela de mi vestido. Mi corazón golpea con violencia. No veo nada, pero lo percibo: una presencia que me acecha. Invisible. Salvaje. Implacable.Un crujido entre las hojas.Me detengo en seco.La oscuridad se espesa a mi alrededor. Mi garganta se cierra. Quiero correr, girar sobre mis talones, escapar. Pero mis piernas se niegan.Y entonces los veo.Tres pares de ojos brillan en la penumbra.Sombras vivas, deslizándose entre los troncos como depredadores en cacería. Lentamente emergen de la nada.No son hombres.Son bestias.La luna revela sus siluetas. Altos. Desnudos. Irreal
Capítulo 2 - La marca del deseoHiedraQuisiera protestar. Gritar. Huir.Pero mi piel arde. Mi aliento se quiebra.Están demasiado cerca.KaelMe deslizo detrás de ella, el pecho apenas rozando su espalda.Puedo sentir cada emoción que la atraviesa.Pelea. Lo noto en la tensión de sus hombros, en cómo aprieta los dedos contra la tela de su vestido.Pero no se aparta.—¿Quieres luchar, Ivy?Mi voz es un susurro que se enreda en su cuello.Su respiración se acelera.—Entonces lucha.¿Cómo se lucha contra uno mismo?LyamEs sublime, atrapada entre nosotros. Su cuerpo tiembla, sacudido por una ola que apenas comienza.Lo veo. Lo siento.Aún no lo entiende. Pero su alma ya nos llama.—Mírame.Tomo su barbilla con cuidado. Ella tiembla.Sus ojos se alzan hacia los míos. Una tormenta eléctrica ruge allí.Está cediendo.HiedraMis piernas flaquean. El pensamiento se deshace.—¿Qué me han hecho...? —susurro.SorenFinalmente, hablo.Mis palabras son escasas, pero cuando llegan, atraviesan.—No
Capítulo 3 – El equipoHiedraCorro.El aire nocturno me azota la cara, pero no puedo escapar de su presencia.Están ahí.En todas partes.En mi aliento entrecortado, en el calor que no abandona mi piel, en la emoción que aún me atraviesa.Me marcaron.Y me aterra.Me hundo en el bosque, la oscuridad devorando mis pasos desbocados. El corazón me late con tanta fuerza que temo que se me salga del pecho.—Corre todo lo que quieras…La voz de Kael resuena. Está cerca. Demasiado cerca.Me doy la vuelta, pero no hay nadie.Solo la oscuridad vibrando. El silencio, opresivo.Una risa se desliza a mi izquierda.—Entraste, ¿verdad?Es Lyam esta vez.Aprieto los dientes.—¡Salgan de mi cabeza!—No estamos ahí —susurra Soren, su voz apenas un aliento tras mi espalda.Me congelo.Están aquí.Su presencia me envuelve como una sombra viva.Cierro los ojos un instante, tratando de recuperar el control. Pero al abrirlos, Lyam está justo frente a mí.Sin ruido. Sin advertencia.Solo él.—Déjate ir.Re
Capítulo 4 – Bajo su agarreHiedraLyam me arregla. Sus ojos dorados arden con una intensidad que me inmoviliza.Avanza. Lento. Con esa seguridad aplastante que me hace querer huir… o lanzarme sobre él.—Mírame —susurra.No quiero.Quiero desaparecer.Pero mis ojos se elevan, lo encuentran.Y ya está.Caigo.En ese abismo incandescente que me abre sin decir una palabra.En ese vínculo invisible que me envuelve, que me asfixia y me abraza al mismo tiempo.Sonríe. Casi satisfecho.—Entonces…Calor tras mi espalda.Kael.Su presencia es un veneno. Una trampa.Ni siquiera necesita tocarme para que mi piel se estremezca con su aliento.—Eres tan reactiva, Ivy…Su voz me roza el cuello como una caricia.Cierro los ojos. Mi respiración se descontrola.—No…—No mientas —interrumpe Soren, su voz profunda corta el aire.Él también se acerca. Más lento. Más contenido.Pero su mirada es una promesa que me desarma.Me estudia. Cada temblor. Cada latido desbocado de mi corazón.—Sientes el vínculo,