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La música de The Chainsmokers sonaba desde dentro de la habitación que Trent me había indicado. Nora vivía enamorada de aquel grupo de música, y yo no me quedaba atrás. Agarré el pomo, y tiré de él levemente empujando la puerta. El cuerpo de Nora estaba estirado en la cama, con las rodillas flexionadas y los pies en el aire mientras los movía al ritmo de la música; volvía a tener el pelo castaño, sin nada de rosa en él. 

—Nora... —la llamé. 

Dio un pequeño salto sobre la cama, y giró a mirarme abriendo los ojos como dos grandes monedas. Se le aguaron los ojos, y se mordió el labio cogiendo aire. 

—Andra, ¿qué haces aquí? —logró preguntar. 

Me encogí de hombros adentrándome en la habitación. 

—Tienes un buen novio.

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