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— ¿A qué te dedicas, chico?

Puse los ojos en blanco ganándome una mirada fulminante de mi padre. Odiaba que se comportara como si fuera superior a todos, y mucho más que levantara la cabeza con orgullo pensando que podía dejar a las personas en ridículo. Oh, no, conocía a mi prometido, Jax nunca quedaba en ridículo.

—Estoy estudiando administración de empresas, solo tengo veintiuno —contestó.

— ¿Eso quiere decir que mi hija lo paga todo en la relación?

—No —Jax agitó la cabeza negando, y soltó mi mano entrelazando las suyas bajo su barbilla —, soy socio de un restaurante muy famoso aquí, en Nueva York, el Asíate, ¿lo conoce? creo haberle visto por allí... bastantes veces a decir verdad —y ¡bum! no sabía si era verdad o no, pero había callado a mi padre, tal vez se

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