—No, gracias, solo... solo busco una m****a que no aparece —acabé mascullando — ¿Tú necesitas algo?
Mi mono de tabaco me estaba poniendo nerviosa. Solo uno, un jodido cigarro entre mis labios y sería feliz. No me consideraba una fumadora pasiva, pero sí fumaba de vez en cuando y en casos de estar en fiestas, era una fumadora social.
—Una cerveza.
Ya no iba a encontrar mi tabaco, así que me acerqué a la nevera y cogí el primer botellín de cerveza que vi. La nevera estaba llena de comida, pero pocas veces comía en casa, solía ser más de ir a Jerry's con mis amigos y disfrutar de una comida divertida.
Me giré hacia el chico, y apreté los labios en una sonrisa ladeada mirándole. Si quería conseguir algo más de él que solo cuatro palabras, debía saber su nombre.
— ¿Cómo te llamas?
Se pasó la mano por el pelo, y me miró con la mandíbula tensa y ojos inexpresivos. Tal vez si no hubiera nacido impulsiva estaría acojonada, pero más bien me divertía saber que se iba a hacer el chico frío y borde conmigo y acabaría sabiéndolo todo de él.
Elevé las dos cejas, y mi sonrisa creció mientras meneaba el botellín en el aire.
—Si me dijeras tu nombre acabaríamos antes, tattoos.
Siguió mirándome, y yo me enderecé enarcando una sola ceja. ¿Acaso pensaba intimidarme? Bueno, los pequeños temblores de mi cuerpo me hacían saber que sí lo estaba consiguiendo, poco, pero lo hacía. Solo era una palabra, una palabra y me largaría a la calle para irme a comprar tabaco, o a llamar a Nora para que ella me lo comprara con sus buenos dieciocho años recién cumplidos.
—No tengo porqué decírtelo —aseguró, pero sí, sí que tenía.
—Yo soy Andra, la chica que no te va a dar la cerveza hasta que la digas tu nombre —sonreí, y di un paso cerca de él viendo a sus espaldas como una de las chicas que había en el salón me miraba con el ceño fruncido. Mi mano cobró impulso y la acabé sacando el dedo —. Te he dicho mi nombre, ¿me vas a decir el tuyo? Lo acabaré sabiendo de algún modo u otro.
Dió grandes zancadas hacia mí, y me arrebató el botellín de las manos sonriendo triunfal.
—Jax Jones. Aléjate de mí.
Abrí ligeramente la boca. ¡Joder! Todos los rumores que contaban las chicas eran ciertos, ese chico era como una pantera, bonito, atractivo, fuerte y enigmático. Los rumores sobre él corrían por todas partes, pero el más creíble es que participa en peleas ilegales, eso hasta yo me lo creía, pero pasaba de tenerlo como algo más que un rumor. Era una posibilidad que alguien se inventó. Nora —mi mejor amiga —sí me había hablado de él, su nombre: Jax Jones, corría de boca en boca con una historia detrás, todas esas historias inventadas.
—Que se hable de tí como el peor de los demonios no quiere decir que te tenga miedo —aseguré.
—Deberías salir de tu confort de hija mimada y vivir el mundo como yo lo vivo para poder decir que no me tienes miedo —estaba seguro de lo que decía, y sus palabras salían de él como si las hubiera repetido una y otra vez, hasta podía notar algo de asco en su tono.
Evité que notara la sorpresa en mi cara cuando acabó de hablar. El debería no juzgarme sin conocerme. Bufé en alto, no quería que viera mi sorpresa, pero me la sudó que me escuchara bufar por el simple hecho de que me importaba poco lo que los demás pensaran de mí. Intenté rodearlo para salir de la cocina, si él no quería hablar antes, yo no quería hacerlo tras su comentario desacertado.
—Tu mundo no es muy diferente al mío, Jax.
Caminé directa a la puerta, no quería girar la cabeza para verle a él o a cualquiera de los que había en el salón, solo me imaginaba ya con mi cigarro entre los labios y cotilleando con Nora sobre la aparición de Jax Jones en mi casa.
- - -
— ¿Has tenido a Jax Jones en tu casa? —Nora se sentó en un banco del parque que había cerca de nuestro vecindario, y yo la imité soltando el humo de mi cigarro.
—Quiero saber de él —admití, y observé a lo lejos como una pareja discutía con fuertes gritos —. Está buenísimo, pero me ha tratado de niña mimada y se han jodido mis ganas de besarle... bueno, eso no, porque sigo queriendo acostarme con él.
Nora se recogió su pelo rosa y algo corto en una coleta. Era uno de esos días calurosos que estábamos pasando por estar ya en verano, solo nos faltaba que nos dieran las vacaciones y podríamos irnos a Sicilia tal y como lo habíamos hablado. Íbamos a estar todo el tiempo en la playa con el bikini puesto y siendo solo jóvenes que disfrutan.
—Ese chico es un peligro, Andra, ten cuidado —me advirtió.
Sí, como la buena mejor amiga que era.
—No te preocupes, sé lo que hago —la miré, y besé su mejilla mordiéndola con algo de fuerza —. Había un amigo suyo también en mi casa, ¿te imaginas salir con él? Tú que eres más de relacciones podrías acercarme a Jax.
Tosió, y a mi se me escapó una risa al ver como abría los ojos tipo muñeco de kiosco al que apretabas y se le salían los ojos de la cara. No solo estaba mirando por mi bien, Nora era mi mejor amiga, y quería lo mejor para ella. El otro chico de mi casa era el mejor amigo de Jax, eran como hermanos; si Jax Jones no era de relaciones, Trent Hunter era —por lo menos —un chico que respetaba a las mujeres; a él si le había visto en fiestas, y cuando acababa con una chica no buscaba a otra, o no siempre, por lo menos no pasaba las babas de una a otra como si fuera una ruleta.
Las calles del vecindario estaban casi desiertas salvo por algún que otro niño en bici, y no era para menos, con todo el calor de California no me extrañaba que las playas estuvieran llenas en pleno junio.—Eh tú —Nora tiró de mi camiseta, y se pegó a mi costado mirando al frente —. Si ese pivón quiere una noche loca, que sea la mejor la que se lo lleve.Oh sí, tenía que ser la mejor si quería a Jax Jones en mi cama y haciéndome disfrutar. Él podía ser todo aquello que los rumores decían, y esa frase que tanto le gustaba de: las mujeres solo sirven para follar; yo se la aplicaba a él en cualquier sentido, podría esforzarse más que ninguno en demostrar que era bueno en sus mierdas, pero la actitud que me había demostrado se lleva todos sus esfuerzos por delante dejándole en... eso, solo un buen físico y una p
Subí los escalones de dos en dos deseando llegar a mi cuarto para decirle a Nora que su amorcito se venía, y que claro, Jax también. El amplio pasillo de la segunda planta estaba en total silencio, salvo por unos pasos que resonaban en el parqué de una chica que salió del baño. Me miró, y yo a ella casi retándola a decirme algo, no dudaría en asustarla un poco si me jodía.—No pretendo que me ames, Andra, pero tu hermana me cae bien de verdad —dijo, y usó el mismo tono de voz que usaba Samay cuando se ponía nerviosa.Me encogí de hombros, y pasé por su lado hasta llegar a la última puerta del amplio pasillo. Justo delante de la habitación de invitados estaba la mía, era la única puerta diferente a cualquier otra en la casa, me había encargado de hacerme notar en esa casa, y reclamaba como únicamente mí
Podía sentir las luces de las pocas farolas que había a metros de nosotros, iluminándome la cara. Había tirado por ahí mis zapatillas, en alguna parte de la suave y fresca arena de la playa. La música retumbaba en mis oídos, debía admitir que el altavoz que Bryce se compró hacía apenas una semana en unos puestos de segunda mano, era bastante potente.— ¡Ven aquí! —los rizos castaños de Paola se movían de un lado a otro según Cameron la hacía girar.Había perdido a Nora hacía minutos, pero su argumento de que estaba "haciendo mezclas de alcohol" me daba que era erróneo, básicamente no puede decirme eso e irse en dirección contraria a las neveras portátiles llenas de alcohol.—Estás muy sola, ¿no?Sujeté con fuerza mi vaso con vodka, y me giré,
Repasaba con mi rotulador negro los dibujos infantiles que había pintado a lo largo del curso sobre mi mesa. No tenía ningún tipo de interés en lo que la señorita Wood pudiera contarnos sobre números o ecuaciones. Nora, a mi lado no paraba de apuntar cosas en su cuaderno, claro que a ella sí le gustaban las matemáticas, yo llevaba años cateándolas y dudaba que aquel año fuera diferente.—Quieres, aunque sea, disimular que haces algo productivo, tía —para un momento en que la profesora se calló para atender una duda, Nora miró mi mesa vacía —. Joder, ni siquiera has sacado el estuche, vaga de mierda.—Esta profesora me tiene manía, odio este instituto y más aún esta asignatura.Realmente lo odiaba, y tenía motivos: 1) el uniforme era feo, horroroso, espantoso y doloroso a la vista; 2) los co
El coche quedó en silencio unos segundos, no había música de fondo, e intentaba expulsar el humo lo más silenciosamente posible para no romper el silencio —y eso que se escuchaban los coches pasando junto a nosotros —. El Santa Mónica Boulevard era un lugar muy transitado, pasaba por la ruta estatal de toda California, y yo seguía sin saber a dónde tenía pensado llevarme por ese lugar.—Has escuchado mierdas de mí —joder, claro que sí; había escuchado de todo, ¡hasta que era un asesino! —, ¿por qué cojones sigues siendo tan gilipollas como para querer desmentir eso?Agité la cabeza. Él no lo entendía. De mí también se hablaba mierda, hasta en mi instituto de pijos se inventaban cosas sobre mí; que si era una zorra, que si iba a sitios ilegales, que si me drogaba... muchos de aquellos rumores
La casa Beta era reconocida por ser la segundona, la casa llena de chicos que no habían podido entrar en la casa Alfa. Poco a poco había dejado de ser una casa de segundones a pasar a ser una fraternidad de fiestas y alcohol —era la mejor en dar fiestas —. Estaba totalmente llena, había gente en la entrada de la casa que ya se tambaleaba, muchos de ellos vestían de amarillo azul —los colores de la UCLA —, con las caras pintadas, o chicos sin camiseta con la cara de un oso dibujada en sus tripas. Mason Lee, llevaba escrito en todo el torso la letra L en color amarillo, y se había pintado alrededor de color azul; parecía ir ya bastante bebido, porque cuando pasé por su lado y sus ojos algo rasgados se pegaron en mí para después rodearme con su gordo brazo, olía bastante a vodka y a marihuana.— ¡Mi pija favorita! —gritó.Empujé —
Lo tenía tan cerca que sentía mi cordura resbalando por los dedos, estaba perdiendo la noción y la sensatez. Quería saltarme encima —aunque ya estaba casi encima de él —y comérmelo, y no solo a besos. Su colonia ahora era más fuerte y embriagante, antes se mezclaba con el alcohol y el humo, pero ahora —a pesar del olor a marihuana —, estaba tan cerca de él que esperaba que mi pelo quedara con su olor.— ¿Me vas a rajar la moto? —sus dedos hormigueaban por mi mano al otro lado de su cadera, y tiró de esta pegándome jodidamente a él —Ten cojones a tocar mi moto...— ¿Y qué, Jax? —subí la cabeza, y apoyé una de mis manos en su duro pecho. Había pensado en sentarme sobre su regazo, pero pasaba, se me vería el tanga y no quería eso —Si no sabes amenazas para mujeres, cierr
El domingo por la mañana no salí ni un momento de la cama, llamé un par de veces a Nora —sin éxito —, y ya que no hablaba con mi mejor amiga y nadie me contestaba, me quedé tirada en la cama. Imaginaba las malas palabras que me dirían mis padres si me veían bajar después de haberme visto salir del coche de Jax con el vestido que mi padre odiaba. Si hubiera visto a Samay... si la hubiera visto, porque se había ido a dormir a casa del estúpido de su novio y a eso de las once de la mañana habían llegado.Mi móvil sonó a las doce en punto con un número desconocido, y lo cogí escuchando de fondo las voces de mi hermana y Adán en el pasillo.— ¿Y tu hermana Andra? —preguntaba Adán. Gilipollas, no tiene más hermanas —Hay que darle los buenos días.—Sabes que no la g