Repasaba con mi rotulador negro los dibujos infantiles que había pintado a lo largo del curso sobre mi mesa. No tenía ningún tipo de interés en lo que la señorita Wood pudiera contarnos sobre números o ecuaciones. Nora, a mi lado no paraba de apuntar cosas en su cuaderno, claro que a ella sí le gustaban las matemáticas, yo llevaba años cateándolas y dudaba que aquel año fuera diferente.
—Quieres, aunque sea, disimular que haces algo productivo, tía —para un momento en que la profesora se calló para atender una duda, Nora miró mi mesa vacía —. Joder, ni siquiera has sacado el estuche, vaga de mierda.
—Esta profesora me tiene manía, odio este instituto y más aún esta asignatura.
Realmente lo odiaba, y tenía motivos: 1) el uniforme era feo, horroroso, espantoso y doloroso a la vista; 2) los co
El coche quedó en silencio unos segundos, no había música de fondo, e intentaba expulsar el humo lo más silenciosamente posible para no romper el silencio —y eso que se escuchaban los coches pasando junto a nosotros —. El Santa Mónica Boulevard era un lugar muy transitado, pasaba por la ruta estatal de toda California, y yo seguía sin saber a dónde tenía pensado llevarme por ese lugar.—Has escuchado mierdas de mí —joder, claro que sí; había escuchado de todo, ¡hasta que era un asesino! —, ¿por qué cojones sigues siendo tan gilipollas como para querer desmentir eso?Agité la cabeza. Él no lo entendía. De mí también se hablaba mierda, hasta en mi instituto de pijos se inventaban cosas sobre mí; que si era una zorra, que si iba a sitios ilegales, que si me drogaba... muchos de aquellos rumores
La casa Beta era reconocida por ser la segundona, la casa llena de chicos que no habían podido entrar en la casa Alfa. Poco a poco había dejado de ser una casa de segundones a pasar a ser una fraternidad de fiestas y alcohol —era la mejor en dar fiestas —. Estaba totalmente llena, había gente en la entrada de la casa que ya se tambaleaba, muchos de ellos vestían de amarillo azul —los colores de la UCLA —, con las caras pintadas, o chicos sin camiseta con la cara de un oso dibujada en sus tripas. Mason Lee, llevaba escrito en todo el torso la letra L en color amarillo, y se había pintado alrededor de color azul; parecía ir ya bastante bebido, porque cuando pasé por su lado y sus ojos algo rasgados se pegaron en mí para después rodearme con su gordo brazo, olía bastante a vodka y a marihuana.— ¡Mi pija favorita! —gritó.Empujé —
Lo tenía tan cerca que sentía mi cordura resbalando por los dedos, estaba perdiendo la noción y la sensatez. Quería saltarme encima —aunque ya estaba casi encima de él —y comérmelo, y no solo a besos. Su colonia ahora era más fuerte y embriagante, antes se mezclaba con el alcohol y el humo, pero ahora —a pesar del olor a marihuana —, estaba tan cerca de él que esperaba que mi pelo quedara con su olor.— ¿Me vas a rajar la moto? —sus dedos hormigueaban por mi mano al otro lado de su cadera, y tiró de esta pegándome jodidamente a él —Ten cojones a tocar mi moto...— ¿Y qué, Jax? —subí la cabeza, y apoyé una de mis manos en su duro pecho. Había pensado en sentarme sobre su regazo, pero pasaba, se me vería el tanga y no quería eso —Si no sabes amenazas para mujeres, cierr
El domingo por la mañana no salí ni un momento de la cama, llamé un par de veces a Nora —sin éxito —, y ya que no hablaba con mi mejor amiga y nadie me contestaba, me quedé tirada en la cama. Imaginaba las malas palabras que me dirían mis padres si me veían bajar después de haberme visto salir del coche de Jax con el vestido que mi padre odiaba. Si hubiera visto a Samay... si la hubiera visto, porque se había ido a dormir a casa del estúpido de su novio y a eso de las once de la mañana habían llegado.Mi móvil sonó a las doce en punto con un número desconocido, y lo cogí escuchando de fondo las voces de mi hermana y Adán en el pasillo.— ¿Y tu hermana Andra? —preguntaba Adán. Gilipollas, no tiene más hermanas —Hay que darle los buenos días.—Sabes que no la g
Sus labios dejaron los míos lentamente, y cuando abrí los ojos él seguía allí, con sus cálidas manos en mis mejillas y su nariz rozando la mía. Parecía que el sol lo recortaba, y tenía una de esas pequeñas sonrisas que me gustaban tanto.— ¿Quieres hacer algo que te distraiga? —me preguntó suavemente.Me limité a asentir retirando mis manos de sus hombros y dejándolas caer a los lados de mi cuerpo. Realmente no sabía qué hacer, pero estar con él ya me distraía de los conflictos que tenía en mi casa.—Podríamos ir a comer o no sé, hacer algo.Apretó los labios en una sonrisa, y sus dedos pasaron por mis brazos en una caricia que me puso la piel de gallina. No había casi personas en la calle, a casi treinta grados por las calles de Hollywood a las tres de la tarde... no me extra&nt
A la mañana siguiente no desperté con Jax Jones al lado, mucho menos abrazándome, estaba sola en la cama y en la habitación. Eran pasadas las diez de la mañana, y el móvil vibraba constantemente sobre la mesilla sacando la cara de Paola en una foto.—Hola —contesté con voz ronca al descolgar.— ¡Buenos días por la mañana! —exclamó —. Había pensado que podríamos ir esta tarde a por los vestidos. Abby y Nora van a ir con Jordan por que bueno... ya sabes...Sí, ya sabía que Abby y Jordan se morían el uno por el otro, y Nora intentaba juntarlos porque decía que su hermano acabaría con sida si seguía follando con tantas zorras.—Tengo yo vestidos en mi casa —dije, sacando l
Recibí varias llamadas a lo largo de la tarde. Jax me llamaba y yo colgaba; Bryce me llamaba y yo colgaba; Paola me llamaba y yo colgaba... pero Nora no, me había bloqueado los mensajes.Sentía los ojos pesados, y me escocían de llorar, había acabado apagando el móvil, y me encontraba a las cuatro de la mañana desvelada y sola en la oscuridad de mi habitación. No podía dormir, y había estado callando los sollozos para esconderme de mis padres y mi hermana mientras estaba en casa.Unos leves golpes en mi puerta me levantaron como un resorte, la cabellera rubia de Samay se asomó. Vestía con un pijama corto de seda, y tenía el pelo revuelto.— ¿Puedo pasar? —preguntó.Me refregué los ojos con la mano, y asentí lentamente cruzándome de piernas sobre el colchón.Caminó por l
Esperé en mi habitación asomada a la ventana y mirando a ver si venía. Había pagado el aire, y aún así sentía algunas de sudor recorrerme la espalda por debajo de mi pelo suelo, tenía tanto calor que ya había entrado a mi baño a mojarme la cara. Me había hasta revisado ante el espejo para verme bien cuando él llegara, y seguía con el bañador puesto —sin nada encima—cuando vi como aparcaba su moto frente a mi casa. Nunca llevaba casco, y tenía el pelo alborotado y tremendamente sexy; me mordí el labio, y sonreí alejándome de la ventana y recorriendo toda la planta de arriba casi corriendo, bajé a abrirle.Las tres personas que había en el salón se callaron cuando me vieron bajar, pero y qué, seguí camin