Las calles del vecindario estaban casi desiertas salvo por algún que otro niño en bici, y no era para menos, con todo el calor de California no me extrañaba que las playas estuvieran llenas en pleno junio.
—Eh tú —Nora tiró de mi camiseta, y se pegó a mi costado mirando al frente —. Si ese pivón quiere una noche loca, que sea la mejor la que se lo lleve.
Oh sí, tenía que ser la mejor si quería a Jax Jones en mi cama y haciéndome disfrutar. Él podía ser todo aquello que los rumores decían, y esa frase que tanto le gustaba de: las mujeres solo sirven para follar; yo se la aplicaba a él en cualquier sentido, podría esforzarse más que ninguno en demostrar que era bueno en sus mierdas, pero la actitud que me había demostrado se lleva todos sus esfuerzos por delante dejándole en... eso, solo un buen físico y una polla que usaba con todas.
Miré de reojo a Nora. Estaba más que segura que elegiría a Trent en cuanto lo viera en mi casa, Nora nunca había perdido tanto la cabeza a cómo cuando lo hizo al ver que el amigo de Jax estaba en la misma discoteca que nosotras; literalmente perdía el culo por él. Primero me regañaría por no haberla dicho que ese amigo de Jax que había en mi casa era Trent, pero luego lo celebraría en mi habitación mientras cotilleaba el I*******m de Trent.
—Podríamos ir esta noche al autocine, me han dicho que en Paramount ponen una buena película de risa.
—Es un buen plan —empujé las caderas de Nora para que cruzara por el césped. Mi padre odiaba cuando pisaba el césped de la entrada, pero me lo solía sudar —. Nos llevamos unas cuantas botellas de vodka o algo de eso y cenamos allí para después quedarnos ya en casa de Bryce.
Abrí la puerta del chalet, y la empujé con algo más de fuerza de la necesaria haciéndola chocar contra la pared que separaba la cocina del salón. Miré a Nora de reojo cuando noté su fuerte agarre en mi brazo. A pesar de que quise reírme por su cara de tonta mientras miraba a Trent, no lo hice, pero era más bien porque Jax me miraba desde el sofá y no era muy bonito lo que parecía salir de su cabeza referido a mí. Sus ojos marrones parecían alarmas que me gritaban: ¡aléjate pija! Pero vamos, que si se refería a mí, se estaba equivocando.
—Te mataré de tal manera que todos escucharan como me suplicas por tu vida, Andra —me susurró Nora. Iba tirando de mi brazo para cruzar el salón, y miré hacia el resto del salón para buscar a las otras cuatro personas que faltaban —. Vamos a prepararnos, anda.
—Ve subiendo tú, tengo que hablar con mi hermana.
Realmente esperaba que no hubiera dejado al resto de imbécil sueltos por la casa, los mataría si los veía por ahí cotilleando. Nora asintió; pocas veces me veía junto a mi hermana, básicamente porque no es que tuviéramos la mejor relación ni la más expresiva. Yo me pasaba el día fuera de casa y ella se entretenía fácilmente con sus hipócritas amigos y estudiando.
—Ten cuidado con tu hermana que está enfadada —Nora golpeó levemente la mejilla de Samay, que apretó el boli que sostenía en la mano y dejó de escribir para mirarme.
Nora siempre intentaba meterle miedo a mi hermana, y Samay no se lo impedía, pero yo estaba más con mi mejor amiga que con mi hermana. Intentaba hacer lo mejor por Samay, enseñarla cosas de la vida que en los libros no salían, y esperaba con todas mis fuerzas que en algún momento dejara salir su lado escondido y plantarme cara.
Tiré las llaves sobre el montón de papeles y libros que ocupaban la mesa de centro. Ignoraba a Jax, su mirada no podía intimidarme ni hacerme algún tipo de daño con todas sus palabras, él no sería el último que me insultara, y tampoco era el primero. De cierta forma sabía lo protegida que Samay se encontraba entre Trent y Jax, ¿dos chicos fuertes contra mí? Era obvio que podrían conmigo si algo pasaba.
— ¿Dónde están? —me acuclille en el otro lado de la mesa, y miré por encima los apuntes que tenían sobre algo de matemáticas —Deberías saber que si lo has dejado subir arriba te habrán rebuscado hasta detrás de los libros, Samay, no puedes dejar que se tomen tu vida y tus privilegios como si fueran suyos.
—Dakota, Rose y Dominic se han ido, y Bella solo ha subido al baño.
Asentí, y me apoyé en el otro borde de la mesa para golpear su frente sin fuerza. Siempre lo hacíamos, y ya lo veía como un saudo entre nosotras. Mis padres habían insistido millones de veces en que era yo la que debía cambiar y dejarme ayudar por Samay, pero no podía verla como una hermana mayor, su timidez, simpleza y lo desviada que estaba de la realidad... era imposible que por mucho que me sacara dos años la viera como alguien por quien me dejaría influenciar.
—Voy a salir con mis amigos, nos vamos a Paramount —rodeé la mesa, y clavé la vista en Jax; podía tener la mejor sonrisa que hubiera visto y estar convencido de que me alejara de él, pero estaba dispuesta a saber de él —. ¿Os queréis venir vosotros dos?
— ¿A dónde vais? —preguntó Trent.
Joder, si conseguía que el fuera, Nora me haría una escultura, y todo ello me llevaría a un punto: Jax y sus misterios resueltos para mí.
Sonreí, y me peine con los dedos mi pelo rubio mirando las cara con algunas pecas de Trent.
—Al autocine, echan una peli de risa y nos quedaremos hasta tarde, después vamos a casa de un amigo en Manhattan Beach. Da una pequeña fiesta en la playa, ¿venís o no?
—Ni de coña, rubia.
Miré fulminante a Jax. Si él no quería ir, no pasaba nada, pero si Trent quería venir, ¡que se viniera! Nora estaría contenta y yo también porque por lo menos me dejaría acercarme a su hermano sin que nos separarse porque no me quería de cuñada.
—Déjale a él, Jax. Que tu seas un aburrido que no sabe divertirse si le sacas de su zona de confort no quiere decir lo mismo para los demás —espeté.
—Lo siento, tío, yo si voy —se notaba el gran aprecio que esos dos se tenían, porque fueron salir esas palabras de Trent, y Jax ya estaba dentro de los planes.
Subí los escalones de dos en dos deseando llegar a mi cuarto para decirle a Nora que su amorcito se venía, y que claro, Jax también. El amplio pasillo de la segunda planta estaba en total silencio, salvo por unos pasos que resonaban en el parqué de una chica que salió del baño. Me miró, y yo a ella casi retándola a decirme algo, no dudaría en asustarla un poco si me jodía.—No pretendo que me ames, Andra, pero tu hermana me cae bien de verdad —dijo, y usó el mismo tono de voz que usaba Samay cuando se ponía nerviosa.Me encogí de hombros, y pasé por su lado hasta llegar a la última puerta del amplio pasillo. Justo delante de la habitación de invitados estaba la mía, era la única puerta diferente a cualquier otra en la casa, me había encargado de hacerme notar en esa casa, y reclamaba como únicamente mí
Podía sentir las luces de las pocas farolas que había a metros de nosotros, iluminándome la cara. Había tirado por ahí mis zapatillas, en alguna parte de la suave y fresca arena de la playa. La música retumbaba en mis oídos, debía admitir que el altavoz que Bryce se compró hacía apenas una semana en unos puestos de segunda mano, era bastante potente.— ¡Ven aquí! —los rizos castaños de Paola se movían de un lado a otro según Cameron la hacía girar.Había perdido a Nora hacía minutos, pero su argumento de que estaba "haciendo mezclas de alcohol" me daba que era erróneo, básicamente no puede decirme eso e irse en dirección contraria a las neveras portátiles llenas de alcohol.—Estás muy sola, ¿no?Sujeté con fuerza mi vaso con vodka, y me giré,
Repasaba con mi rotulador negro los dibujos infantiles que había pintado a lo largo del curso sobre mi mesa. No tenía ningún tipo de interés en lo que la señorita Wood pudiera contarnos sobre números o ecuaciones. Nora, a mi lado no paraba de apuntar cosas en su cuaderno, claro que a ella sí le gustaban las matemáticas, yo llevaba años cateándolas y dudaba que aquel año fuera diferente.—Quieres, aunque sea, disimular que haces algo productivo, tía —para un momento en que la profesora se calló para atender una duda, Nora miró mi mesa vacía —. Joder, ni siquiera has sacado el estuche, vaga de mierda.—Esta profesora me tiene manía, odio este instituto y más aún esta asignatura.Realmente lo odiaba, y tenía motivos: 1) el uniforme era feo, horroroso, espantoso y doloroso a la vista; 2) los co
El coche quedó en silencio unos segundos, no había música de fondo, e intentaba expulsar el humo lo más silenciosamente posible para no romper el silencio —y eso que se escuchaban los coches pasando junto a nosotros —. El Santa Mónica Boulevard era un lugar muy transitado, pasaba por la ruta estatal de toda California, y yo seguía sin saber a dónde tenía pensado llevarme por ese lugar.—Has escuchado mierdas de mí —joder, claro que sí; había escuchado de todo, ¡hasta que era un asesino! —, ¿por qué cojones sigues siendo tan gilipollas como para querer desmentir eso?Agité la cabeza. Él no lo entendía. De mí también se hablaba mierda, hasta en mi instituto de pijos se inventaban cosas sobre mí; que si era una zorra, que si iba a sitios ilegales, que si me drogaba... muchos de aquellos rumores
La casa Beta era reconocida por ser la segundona, la casa llena de chicos que no habían podido entrar en la casa Alfa. Poco a poco había dejado de ser una casa de segundones a pasar a ser una fraternidad de fiestas y alcohol —era la mejor en dar fiestas —. Estaba totalmente llena, había gente en la entrada de la casa que ya se tambaleaba, muchos de ellos vestían de amarillo azul —los colores de la UCLA —, con las caras pintadas, o chicos sin camiseta con la cara de un oso dibujada en sus tripas. Mason Lee, llevaba escrito en todo el torso la letra L en color amarillo, y se había pintado alrededor de color azul; parecía ir ya bastante bebido, porque cuando pasé por su lado y sus ojos algo rasgados se pegaron en mí para después rodearme con su gordo brazo, olía bastante a vodka y a marihuana.— ¡Mi pija favorita! —gritó.Empujé —
Lo tenía tan cerca que sentía mi cordura resbalando por los dedos, estaba perdiendo la noción y la sensatez. Quería saltarme encima —aunque ya estaba casi encima de él —y comérmelo, y no solo a besos. Su colonia ahora era más fuerte y embriagante, antes se mezclaba con el alcohol y el humo, pero ahora —a pesar del olor a marihuana —, estaba tan cerca de él que esperaba que mi pelo quedara con su olor.— ¿Me vas a rajar la moto? —sus dedos hormigueaban por mi mano al otro lado de su cadera, y tiró de esta pegándome jodidamente a él —Ten cojones a tocar mi moto...— ¿Y qué, Jax? —subí la cabeza, y apoyé una de mis manos en su duro pecho. Había pensado en sentarme sobre su regazo, pero pasaba, se me vería el tanga y no quería eso —Si no sabes amenazas para mujeres, cierr
El domingo por la mañana no salí ni un momento de la cama, llamé un par de veces a Nora —sin éxito —, y ya que no hablaba con mi mejor amiga y nadie me contestaba, me quedé tirada en la cama. Imaginaba las malas palabras que me dirían mis padres si me veían bajar después de haberme visto salir del coche de Jax con el vestido que mi padre odiaba. Si hubiera visto a Samay... si la hubiera visto, porque se había ido a dormir a casa del estúpido de su novio y a eso de las once de la mañana habían llegado.Mi móvil sonó a las doce en punto con un número desconocido, y lo cogí escuchando de fondo las voces de mi hermana y Adán en el pasillo.— ¿Y tu hermana Andra? —preguntaba Adán. Gilipollas, no tiene más hermanas —Hay que darle los buenos días.—Sabes que no la g
Sus labios dejaron los míos lentamente, y cuando abrí los ojos él seguía allí, con sus cálidas manos en mis mejillas y su nariz rozando la mía. Parecía que el sol lo recortaba, y tenía una de esas pequeñas sonrisas que me gustaban tanto.— ¿Quieres hacer algo que te distraiga? —me preguntó suavemente.Me limité a asentir retirando mis manos de sus hombros y dejándolas caer a los lados de mi cuerpo. Realmente no sabía qué hacer, pero estar con él ya me distraía de los conflictos que tenía en mi casa.—Podríamos ir a comer o no sé, hacer algo.Apretó los labios en una sonrisa, y sus dedos pasaron por mis brazos en una caricia que me puso la piel de gallina. No había casi personas en la calle, a casi treinta grados por las calles de Hollywood a las tres de la tarde... no me extra&nt