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Su cariño calmó algo mis temblores, pero volvieron en cuanto sus brazos se aflojaron a mi alrededor.

—No, no me sueltes Jax... por favor... no me sueltes.

—No lo voy a hacer —consiguió juntar su frente con la mía, y limpió mis mejillas quitando mechones rubios de mi cara —. No te voy a soltar en mi jodida vida... ¿te ha hecho algo? ¿estás bien...?  

Asentía repetidas veces con la cabeza secándome las lágrimas. Había dejado de sollozar, pero seguía temblando de miedo. El chico seguía allí, detrás de nosotros mirándonos, y tenía tantas preguntas que lo que antes era un pequeño dolor se convirtió en un dolor persistente y continuo. 

— ¡Jax! Joder tío &iques

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