Sterling dejó a Nora al pie de un edificio cerca de la NYU, de echo, la Universidad se veía desde allí. Mi mejor amiga se rehusó a que subieramos, quería darle su toque hogareño antes de que lo viera alguien, pero sabía que solo estaba esperando a que Trent volviera para crear un hogar de pareja.
— ¿Queréis que vayamos a comer por ahí? —preguntó Sterling, una vez íbamos los tres solos en el coche de camino al Bronx.
Miró a mi hermana por el retrovisor, y después a mí sonriendo casi de forma invisible. La verdad era que yo no tenía ganas de nada, desde que Jax se había ido me había pasado las noches pensando y comiéndome la cabeza, aunque también cotilleaba las conversaciones de Ryan, Chad y Sterling.
—Prefiero volver al Bronx —dije, y giré la cabeza viendo cómo Samay es
—El que Jax llegue, según tus cálculos, en diez minutos, no quiere decir que no puedas salir de la habitación para recibirle —me decía Samay.Desde que Jax me había llamado había estado guardando la poca ropa que Ryan me había llevado en mi maleta, esperaba poder volver al ático una vez llegara. También rezaba por que Sterling no la liara...—Lo sé, pero quiero estar bien para cuando él llegue.Mi hermana me miró desde la cama, y rio. Me había estado poniendo un pijama de seda rosa que Jax me regaló y que a él le encantaba; con un escote perfecto para mis tetas y la talla perfecta de pantalón que se ajustaba a mi culo haciéndolo resaltar.—Me da cosa eso de saber que mi hermana pequeña hace... eso, con Jackson Jones. Bueno, a secas me da cosa saber que lo haces.Le miré
Los finos trazos del lápiz sobre el papel era lo único en lo que podía centrarme; me parecía que las diez de la mañana, sentada en la terraza con una buena taza de café y usado como luz los rayos del sol, eran una buena forma de acabar mi último diseño para el Institute.Samay estaba de compras con Nora —raro —, y Trent y Jax estaban viendo un partido de fútbol en el salón. Quedaban cuatro horas para que el avión en el que volaban mis padres aterrizara en el Kennedy, mi hermana y mi mejor amiga habían intentado sacarme de casa para ir a comprar un bonito vestido para la cena de esa noche con mis padres. Jax iba a ir con lo mismo que usó en nuestra cita del Asíate, Samay debía estar buscando su vestido y yo debía buscar entre la ropa de mi armario.— ¿Te queda mucho, rubia?Subí la vista del papel a Jax,
— ¿A qué te dedicas, chico?Puse los ojos en blanco ganándome una mirada fulminante de mi padre. Odiaba que se comportara como si fuera superior a todos, y mucho más que levantara la cabeza con orgullo pensando que podía dejar a las personas en ridículo. Oh, no, conocía a mi prometido, Jax nunca quedaba en ridículo.—Estoy estudiando administración de empresas, solo tengo veintiuno —contestó.— ¿Eso quiere decir que mi hija lo paga todo en la relación?—No —Jax agitó la cabeza negando, y soltó mi mano entrelazando las suyas bajo su barbilla —, soy socio de un restaurante muy famoso aquí, en Nueva York, el Asíate, ¿lo conoce? creo haberle visto por allí... bastantes veces a decir verdad —y ¡bum! no sabía si era verdad o no, pero había callado a mi padre, tal vez se
Cuando me desperté, apenas reconocía el cuerpo de Jax bajo la oscuridad de la noche. El contraste frío de los piercings de sus pezones me daban escalofríos sobre la piel caliente de mi cuerpo aprisionado por el suyo. El reloj digital en la mesilla marcaba las cuatro de la madrugada del once de agosto. Mi cumpleaños. Jax se removió, y quitó su cabeza de mis tetas para aferrarme con sus brazos sobre su cuerpo; ya no me sorprendía, era así todas las noches, cambiábamos de posición una y otra vez mientras dormíamos, cada día despertábamos de formas diferentes uno sobre el otro.- - -Me desperté poco a poco, viendo como los rayos de sol eran camuflados levemente por la cortina de la ventana. Estaba sola en la cama, y la camiseta de Jax que llevaba puesta se me había subido hasta dejar casi a la vista mis tetas sin sujetador.No escuchaba nada, e imag
Estaba loco, jodida y maravillosamente loco. ¡¿Casarnos?! Ni siquiera lo podíamos hacer en Nueva York, allí yo era menor de edad todavía, debíamos viajar a otro estado, como Las Vegas, o de vuelta a California.—Tu quieres esperar a ser más mayores, Jax —afirmé; me removí sobre él queriendo bajar, pero él me siguió agarrando con toda la firmeza del mundo —. Eres tan jodidamente contradictorio...Negó, y su pelo —ya algo más largo y rizado —se movió de lado a lado. Me bajó, y en cuanto mis pies tocaron el suelo me separé de él para cerrar la puerta corredera de la terraza; estábamos hablando de algo serio e intímo, y solo quería que nos preocupara a Jax y a mí. Corrí la cortina blanca para taparnos, y vi antes a Nora y a Trent hablando con mi hermana en medio como si vier
ANDRAYa me estabaacostumbrando y era rutina, pero no una rutina de las aburridas, era una rutina preciosa y de la que no podía cansarme.Llegué al ático, dejé mi mochila con los apuntes al lado de la puerta, y el bloc que usaba para mis diseños sobre una pequeña mesa dónde teníamos guardadas las llaves y algunas facturas. La casa estaba helada —literalmente —, el invierno había llegado con fuerza y persistía en no querer subir la temperatura a por lo menos unos cinco grados. No me deshice de mi bufanda ni de mis guantes hasta que encendí la calefacción y empecé a sentir el calor hogareño que me brindaba mi casa. Siempre lo dejaba todo desparramado, y cuando Jax llegaba de la empresa me
ANDRA—Pues enhorabuena, famosilla, vas a conseguir que ha Jax le de un infartoApreté el puente de mi nariz y me tiré sobre la cama de espaldas.¡Genial, Andra, lo has hecho genial!me animé. Nora me miraba con una mueca en los labios, y se tiró encima mía abrazándome, pero enseguida se movió y me pidió perdón.—Mierda, Nora—me tapé la cara con las dos manos y suspiré—. Después de esto me va a sacar los ovarios.—Venga tía, no te preocupes, ya habíais hablado de esto ¿no? Según mis cálculos y al ritmo que ibais, esto os debería de haber pasado cuando tenías diecinueve años.Solté una risilla. Si bien Jax y yo ya habíamos hablado de un futuro con hijos, no estaba segura de s
ANDRANo me acostumbraba a soportarun peso de más como si cargara una mochila llena de piedras, pero mi dolor de espalda valía la pena cada vez que me miraba al espejo y veía mi abultado vientre. Llevaba seis meses de embarazo, y aunque todavía le faltaba crecer, nuestro hijo tenía todas las de salir igual de grande que Jax. Entre que yo era muy delgada y pequeña, y que Jax era como un armario de músculos, temía que mi hijo me rompiera al nacer.—Andra.Miré hacia la puerta del baño; Jax llevaba un buen rato allí metido arreglándose; nuestras familias y amigos querían celebrar Halloween, y aunque a mí me mataban los pies y la espalda si andaba mucho, yo también quería celebrar esa fecha tal y cómo llevábamos haciendo a