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A mitad de la noche el pequeño Thomas estaba tirando de la camiseta de mi pijama logrando despertarme. Me froté los ojos y me senté en el borde de la cama tras quitarme los brazos de Jax de encima.

— ¿No puedes dormir? —le pregunté somnolienta. 

Él agitó la cabeza asintiendo mientras se frotaba los ojos. No había ropa de su talla, pero al parecer era como su hermano, y Thomas dormía sin camiseta y en calzoncillos. Tenía el pelo oscuro y rizado algo revuelto, como un nido de pájaros, y los ojos entrecerrados por el sueño. 

—Mi madre dice que soy mayor para dormir con ella, ¿puedo dormir con vosotros? —hablaba como toda una persona adulta, pero era adorablemente pequeño. 

Suspiré, y miré el gran cuerpo de Jax sobre la cama, enredado entre las sábanas. Se empezaba a remover, y paró de hacerlo cua

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