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Los labios de Jax recorrían la piel de mi abdomen limpiando el rastro de nata que había dejado desde mis tetas hasta mi ombligo. Se lo estaba pasando de puta madre, y yo llevaba ya diez minutos en una montaña de placer. Habíamos llegado a la cama de una habitación vacía —en la que durmió Sahar —de lo más excitados, y no habíamos tardado en desnudarnos y empezar a jugar con la nata como dos niños pequeños. No solo era algo sexual, Jax me había hecho reír varias veces cuando me manchaba la cara y me mordía las mejillas... nunca había pensado estar de aquella forma con alguien, pero Jax Jones me había nublado la vista tanto que me daba igual todo. Sus dedos gruesos y tatuados se paseaban por encima de mi clítoris haciéndome gemir, y una sensación extraña se colocó en aquella zona cuando dejé de sentirla caliente para senti

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