-HISTORIA COMPLETA- Cuando Giulio pensó que Leila había tenido que ver con su desgracia familiar, no dudó ni un segundo para cobrarse esa espina que tanto le retorcía el alma, tomando de ella lo más preciado que guardaba para ese amor que jamás se borraría de su corazón. Le quitó su virginidad. Jugó con ella y se dio por satisfecho cuando la rechazó con saña y vio el dolor en su mirada verde esmeralda. Sin embargo, el tiempo pondría las cartas sobre la mesa, demostrándole a Giulio lo equivocada que había sido su apreciación sobre Leila, y más aún, cuando descubriera que aquella pequeña revancha que se había tomado, dejó sus consecuencias. Leila por su parte, se había arrepentido desde el fondo de su ser por haber sido tan ingenua y haberle entregado todo de sí a aquel demonio italiano que había despertado sus instintos más bajos en una sola noche. Sin embargo, descubrir que estaba embarazada no era precisamente algo simple de ignorar, menos aun cuando aquel colosal e imponente hombre, regresa a su vida reclamando su paternidad.
Leer másPRÓXIMAMENTE SINOPSIS Un juramento de revancha, una propuesta del pasado, un resultado escandaloso. Cuando Luciana abandonó a Julián para casarse con otro hombre, él se juró que encontraría el modo de hacerle pagar por aquella traición. Años después, Luciana estaba desesperada por resolver un problema ocasionado por su difunto esposo y que podría llevar a su familia a la ruina. Sin embargo, nadie estaba dispuesto a tenderle la mano a una empresa que prácticamente era un caso perdido. En ese preciso instante, Julián Ricci, aparece de nuevo en su vida, dispuesto a ayudarla a cambio de un alto precio que él sabía heriría profundamente su orgullo: ella debía entregarse a él y servirlo en la cama durante un periodo establecido. Sin embargo, las cosas no eran precisamente ni como Julián pensaba ocurrió en el pasado, ni como Luciana creía eran en ese momento. Un exquisito juego cruzado de venganza y
2 meses después…Era momento de casarnos nuevamente, pero esta vez, en el jardín de la villa, con el resplandeciente Mediterráneo como testigo.—¿Estás lista? —inquirió Brendan, quien había venido desde Londres para acompañarme.—Más que nunca —respondí, tomando su brazo y caminando el recorrido de hierbas que me llevaría hasta mi demonio personal.Había escogido un vestido sencillo de seda color crema, que se ajustaba a mi cuerpo y me caía sobre los tobillos.Dejé mi cabellera color fuego suelta, extendida sobre mi espalda, cuyo único adorno era una corona de flores amarillas. No llevaba joyas, salvo los pendientes de esmeraldas que mi futuro marido —por segunda vez— me había regalado el día de mi cumpleaños.Cuando me acerqué a &eac
LEILAAl oír esas palabras, se me detuvo el corazón.—¿Qué has dicho? —inquirí con la voz estrangulada.Giulio estaba quieto como una estatua.—He dicho que es lo mínimo que puedo hacer por la mujer que amo —repitió y negué con la cabeza.—No... no puede ser —dije, sintiendo como si el mundo estuviera derrumbándose a mi alrededor.¿El demonio acababa de decir que me amaba?—Sí, Leila; me he enamorado de ti y desde el momento en que me alejé aquella mañana en Londres, no he podido sacarte de mi cabeza. Habría buscado cualquier excusa para volver a tu lado —se mordió el labio y suspiró—. No tengo derecho a mantenerte aquí, cuando lo que siempre has deseado ha sido tu libertad.»No seré un tirano. Tienes el poder de vengarte de m&i
GIULIOMe sentía agotado de tanto pensar en todo lo que había ocurrido entre Leila y yo.En mi cabeza retumbaba una y otra vez aquellas palabras: «mientras me sigas reteniendo aquí». Sin embargo, todo se me olvidó e ingresé renovado a la villa, deseando ver a Leila junto a la piscina, jugando con Silvert o acompañando a mi padre en una partida de ajedrez.No obstante, cuando entré a la casa algo me dijo que ella no estaba allí.Justo en ese momento la enfermera de mi padre salió al vestíbulo.—¿Has visto a mi esposa? —pregunté sin siquiera saludar.—Buenos días, signore Greco. La señora Leila ha salido... —soltó una pequeña carcajada.—¿A qué se debe la gracia? —fruncí el ceño—. ¿A dónde
Al verla algo nerviosa y reacia a responder a mi confesión, le agarré una mano para tranquilizarla y eso la animo a hablar:—No sé cómo puedo creerte… pero también siento muchas cosas por ti, aunque me siento bastante dolida por tu acusaciones, por tratarme como alguien que no vale la pena —quise explicarle mis motivos, pero me silenció con un apretón de mano—. Entiendo cómo te debes de haber sentido y he visto en primera persona el desastre que mi hermano causó en tu familia. Lo siento mucho.En ese momento me di cuenta de que éramos los últimos clientes en el restaurante y, cuando salimos de allí, me detuve, le besé la mano y le dijo:—Gracias por ser sincera conmigo, Leila.Ella asintió y nos montamos a la moto para regresar a casa.Cuando llegamos a la villa, Leila era un manojo de nervios. Durante el trayecto, sent&i
GIULIOCuando llegué de Roma, lo primero que hice fue buscar con ansiedad a Leila.Llevaba conmigo una carta de condolencias que ella escribió antes de conocernos y no sabía qué pensar de la situación, porque su contenido me había calado muy hondo. Apenas llegó de la sede de Londres, a la oficina central de Roma y me la entregaron.Y eso no había sido todo; también comprobé que ella no iba al club irlandés a cazar hombres con dinero como había pensado y que era prácticamente como la hermana del dueño, a quien, ayudaba desinteresadamente las veces que iba allí.La encontré, sentada al borde de la piscina, con el Mediterráneo de fondo y el corazón se me detuvo al darme cuenta de que la había extrañado mucho y también al saber que ella no estaba comportándose como había esperado, bas
GIULIOLuego de que mi padre se hubiera retirado a dormir, y cuando Leila se disponía a irse a descansar, me interpuse entre ella y la salida del comedor. La noté nerviosa pero, se esforzó por no demostrar que causaba cierto efecto en ella.—¿Tienes algo que decirme? —preguntó a la defensiva y puse en marcha el plan que ideé, luego de que ella saliera del despacho y yo revisara una vez más los informes personales que el detective me había entregado.—Mañana es tu cumpleaños —le susurré y pareció sorprenderse.—Lo es —respondió vacilante.—Tengo una villa en otra ciudad de la isla y quiero invitarte a cenar —expresé y ella frunció el ceño.—Dime que no estás tramando nada macabro en mi contra —bromeó con una sonrisa jovial—. ¿Por
LEILATres semanas después…Después del aborto, estaba mucho más débil de lo que había pensado y concluí que la muerte de mi hermano, mi embarazo y mi infructuosa búsqueda de trabajo, me estaban pasando factura ahora. Todos los días, al caer la tarde ya me encontraba exhausta y me iba a dormir a la misma hora que el señor Luca.Durante estas semanas, Giulio se había comportado amable en todo momento, aunque distante. En ningún momento volvió a mencionar la deuda ni me pidió que me marchara como había esperado cada día lo hiciera.Sin embargo, a pesar de la enorme tristeza que me causaba su lejanía, encontré un gran consuelo en la compañía de su padre, con quien hablaba a diario, leía o jugaba al ajedrez.Silvert, el perro de Valentina, también me regalaba
LEILAEstaba empacándolo todo, menos el dolor que me mataba por dentro. Cuando me dieron el alta, el médico había explicado que no podría haberse evitado de ningún modo y que no había razón por la que no pudiera concebir y llevar un embarazo perfectamente normal, sin problemas, en cuanto mi esposo y yo quisiéramos intentarlo de nuevo. Rememorar sus palabras solo me provocaba mucho dolor y en estos momentos me encontraba recogiendo mis escasas cosas de la alcoba.Giulio se había ocupado de todos los gastos del hospital y cuando me trajo de nuevo a su casa, había intentado hablar conmigo en varias ocasiones durante los últimos dos días. Sin embargo, solo pude ignorarlo porque no soportaría que me lastimara de nuevo con sus acusaciones y filosas palabras.Me sorprendía el profundo dolor que estaba experimentando por la pérdida de mi bebé,