CAPITULO 20

GIULIO

Me sentía agotado de tanto pensar en todo lo que había ocurrido entre Leila y yo.

En mi cabeza retumbaba una y otra vez aquellas palabras: «mientras me sigas reteniendo aquí».

Sin embargo, todo se me olvidó e ingresé renovado a la villa, deseando ver a Leila junto a la piscina, jugando con Silvert o acompañando a mi padre en una partida de ajedrez.

No obstante, cuando entré a la casa algo me dijo que ella no estaba allí.

Justo en ese momento la enfermera de mi padre salió al vestíbulo.

—¿Has visto a mi esposa? —pregunté sin siquiera saludar.

—Buenos días, signore Greco. La señora Leila ha salido... —soltó una pequeña carcajada.

—¿A qué se debe la gracia? —fruncí el ceño—. ¿A dónde

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