CAPITULO 19

Al verla algo nerviosa y reacia a responder a mi confesión, le agarré una mano para tranquilizarla y eso la animo a hablar:

—No sé cómo puedo creerte… pero también siento muchas cosas por ti, aunque me siento bastante dolida por tu acusaciones, por tratarme como alguien que no vale la pena —quise explicarle mis motivos, pero me silenció con un apretón de mano—. Entiendo cómo te debes de haber sentido y he visto en primera persona el desastre que mi hermano causó en tu familia. Lo siento mucho.

En ese momento me di cuenta de que éramos los últimos clientes en el restaurante y, cuando salimos de allí, me detuve, le besé la mano y le dijo:

—Gracias por ser sincera conmigo, Leila.

Ella asintió y nos montamos a la moto para regresar a casa.

Cuando llegamos a la villa, Leila era un manojo de nervios. Durante el trayecto, sent&i

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