CAPITULO 8

GIULIO

Había corrido  tras Leila para intentar detenerla y terminar de una vez con aquella estupidez. Sin embargo, logró huir y me quedé con una sensación amarga en la garganta de tanta rabia.

Regresé hasta la entrada del salón donde los flashes se disparaban y me abrí paso con ayuda de los hombres que logan me había cedido para mi cuidado personal.

Ese diablillo de ojos esmeraldas había armado un gran revuelo y ahora los empleados del hotel intentaban lidiar con los paparazis, mientras ella huía tranquilamente escondiendo la mano luego de lanzar aquella semejante bomba.

Los escoltas me guiaron hacia una pequeña habitación que al parecer, se utilizaba para las horas de descanso del servicio del hotel.

Cuando me dejaron solo, el único deseo que me embargaba era de poder estrangular a aquella maldita chiquilla que estaba muy equivocada si

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