Forzada a cambiar su nombre, a dejar atrás todo lo que alguna vez conoció para escapar la obsesión enfermiza de un hombre muy peligroso, Zafiro, acaba en los brazos de quién piensa podría salvarla del miedo eterno en el que vive. Pero la línea entre el amor y la locura es más delgada de lo que jamás se atrevió a pensar y con el pasado pisándole los talones y el presente transformándose en una pesadilla lúcida, lucha para distinguir la manera de escapar de los hombres que la llaman "suya".
Leer másDejó las llaves junto a su arma reglamentaria sobre el tocador. Se fue desvsitiendo, sin encender una sola luz en la casa, y dejando a su paso cada pieza de ropa que caía de su musculoso cuerpo. Abrió el grifo y el chorro de agua fría bañó su cuerpo. La suciedad se escurría de su piel, pero su mente aún batallaba para lidiar con las horribles confesiones de aquella mujer, que desnudó ante él su alma, dejándolo ver por igual sus miedos más profundos y sus demonios más íntimos. — No supe antes de hacerlo cuánto daño causaría. Creí que era la única manera de salvar a mi madre y aún así, acabé condenándola. Pensé que huyendo podría escapar de todo, y terminé contagiando con la misma enfermedad purulenta lo poco bueno que logré salvar del inferno del que huí. Las palabras se repetían en su mente una y otra vez, como ruegos intermitentes. — Al principio no sabía que estaba embarazada y cuando me enteré intenté abortarlo. Incluso fui a la clínica; me senté en las sala de espera y cuando
—¿Cuánto sabes sobre Lorenzo? —Todo. Llevo media vida esperando para dar este paso. No me lo he tomado a la ligera y no me detendré hasta hacerlo caer. — ¿ Incluso si eso implica que arrastre consigo a mucha gente que conoces?— Nadie me defendió cuando él se llevó mi vida. Ahora todos pueden hundirse con él.— Eres solo odio y desprecio en un cuerpo de mujer. Me gustas —. El alcalde masticó la punta de su puro y sonrió de medio lado. — Me halaga usted —. Contestó Jaqueline. — Eso sí. La chica que has mandado para anunciar tu propuesta de negocio…— ¿ Qué hay con ella? — Alguien tendrá que cargar la culpa dr todo esto.— Comprendo. Le tengo estima, pero todos debemos hacer sacrificios —. Extendió la mano hacia él y ambos cerraron el trato, sellando el destino de varios con aquel apretón.Eduard dejó la habitación donde pasron las horas gimiendo y tramando conspiraciones contra su padre. Las últimas palabras de Zafiro aun revoloteaban por su mente. " Solo uno de los me tendrá, y
Nunca antes te había visto así.— ¿ Así cómo? — No sé cómo explicarlo. Pareces una mujer diferente. — Soy la misma —. Se acercó para besarlo. —No. Está versión de ti me gusta más.— Tal vez es que te he extrañado demasiado. — ¿ Será? — Creo que sí. Cuando no supe más de ti me di cuenta de lo horrible que sería perderte. Luego, con el paso de los días, no solo mi mente y ni alma te extrañaban. Mi cuerpo ansiaba tus manos, tus labios, tu aliento. Zafiro abrió la boca, dejando escapar un suspiro directo a sus labios carnosos. Eduard giró entre las sábanas de los envolvían, sornió victorioso alzándose encima de ella, ufano en su fuerza superior. — Pensé q tu padre… — Murmuró Zafiro con timidez. — Nadie podrá separarme de ti. Nadie —. Contestó él poniendo el dedo índice sobre su boca para hacerla callar.— ¿ Cita? — Lorenzo preguntaba confundido al teléfono. La arruga horizontal en su frente se hacía más profunda a medida que escuchaba la respuesta de la voz del otro lado. — Me
— ¿ Dónde está mi padre?Los ojos de Rocco se desorbitaron con la sorpresa. — Está ocupado —. Contestó cuadrandose frente a la puerta cerrada. — Déjame pasar. — Tengo órdenes. — Y yo poca paciencia. El sicario sonrió. — Eres adorable cuando intentas imitar a los hombres. Eduard lo tomó por la camisa. — ¡Quítate del puto medio ! El hombre no se movió. Contestó empujándolo con tal fuerza que lo hizo caer al suelo. — ¡Tú lo has querido! — Eduard se puso de pie alzando los puños. Rocco volvió a reírse. Con una simple llave lo inmovilizó, entre carcajadas. Eduard estaba furioso y gritaba como un niño pequeño con una rabieta incotrolable. — Rocco. Lo soltó en el acto al sentir la voz de Lorenzo a sus espaldas. — Hijo, que sorpresa encontrar aquí. — Supongo que una muy grnade, dado que pensabas dejar que me podriera en aquella celda —. Se acomodó el traje, escupió a los pies de Rocco y entró en el despacho sin mirar a los ojos de su padre, que suspiró con pesadez. — Ya no ere
— ¿ Detenido? — Me temo que sí, el alcalde dice que el Capitán de la policía tiene evidencia irrefutable en su contra, y que no ha podido hacer nada para defenderlo esta vez —. Contestó Rocco y encendió su cigarrillo. — ¿ Hace cuánto? — Apenas unas horas. ¿ Quiere que vaya hasta allí y me encargue ? — No, no. Tal vez esto nos convenga después de todo. ¿ Sabes si ha llamado a su abogado? — No lo sé, pero deberíamos hacerlo si es su intención defenderle. — Nada más lejos de eso, querido amigo, nada más lejos —. Murmuró Lorenzo frotándose las manos. — ¿ Y ella? ¿ Estaba con él en el momento de la detención? — No lo sé, he perdido contacto con el activo que debía vigilarla. — ¡Maldito inútil! ¡Encuéntrala! Los gritos de Lorenzo, lejos de incomodarlo a asustarlo lo motivaron y Rocco sonrió. Tenía a su jefe de vuelta, pero se preguntaba si no era demasiado tarde. — Aún pienso que esta no es la manera correcta — Protestaba Zafiro, sentada en el auto de Jaqueline. — Deja q
— ¿ Acaso no sabe quien soy? ¿ No sabe quien es mi padre? — Le aconsejo que guarde silencio y espere con calma a que llegue su abogado. — ¿ Abogado? Yo no he llamado a nadie. — Nosotros lo hicimos —. Sonrió el policía. — Sería la primera vez que la policía llama al abogado antes que el mismísimo cliente. — ¡Ah, hijo de la gran puta ! Esta vez no te nos vas a escapar. Eduard comenzó a ponerse nervioso. — Pagarás por lo que hiciste a esas chicas. Ya no estás protegido. La mitad de este departamento te tiene ganas y la otra mitad al degenerado de tu padre. Uno a uno irán cayendo, esto es solo el principio, la justicia por fin llega a tu puerta. — Es muy amable de su parte recibirme con tan poco aviso, señor alcalde. — Mi secretaria me ha dicho que tiene usted una propuesta sumamente interesante. — Es una chica muy amable. Clienta asidua de mi floristería. El alcalde permaneció en silencio, la sonrisa amable desapareció de su rostro, y miraba su reloj con insistencia.
— No, no, Jacqueline, es demasiado. — No hay tal cosa como demasiado. — Sí lo hay, si estos hombres se sientan a conversar no tardaran en atar cabos y todo tu plan se irá al carajo. — Ese es tu error cariño, pensar que los hombres se sientan a conversar, sobre todo de situaciones tan bochornosas. Además ninguno es amigo del otro y tú trabajo es darle a acada uno una versión de ti misma tan diferente que jamás puedan imaginar que eres la misma mujer. — No... no —. Protestaba Zafiro moviendo la cabeza de un lado a otro. — ¡ Basta ya ! ¡Harás lo que te digo! — Girtó Jaqueline colérica. Zafiro la miró con desprecio. — Perdóname, estamos juntas en esto —. Jaqueline le pasó la mano por encima. — Te prometo que si lo haces te daré una sorpresa que te encantará. — No hay nada que puedas darme que alivie el dolor que llevo. Me he convertido en una marioneta. — ¡ Ay no digas sandeces! ¡Cómo te gusta el dramatismo! — Es lo que soy. Un títere que tú, Lorenzo, y hasta el mis
— ¿Lo hiciste ?Zafiro retorció la mirada. — ¿Y bien? — insistió Jaqueline. — Está hecho. — Lo sabía. — dejó escapar una risilla de triunfo. — No hay hombre capaz de resistirse a la tentación simplemente no está en su ADN una vez que les pones delante una chica bonita sin ropa todo pierde el sentido que tenía mucho más si creen que jamás serán atrapados ahora el policía está bajo nuestro control, ¿tienes el video? —Sí, pero aún no comprendo como piensas hacerlo. — Es sencillo querida, el apuesto policía tiene cierto poder concedido por su cargo y además. — Imitó el sonido del redoble de un tambor. — Es un hombre prometido, ahí está su debilidad. Zafiro intentó ocultar el asombro. — Tontita mía… ¿ Te gustó el policía? Jaqueline sonrió en un ademán de burla. — No, ¡Qué va! No digas tonterías. —Mintió Zafiro. — Yo entiendo que tu manera de llegar al negocio fue un poco traumática y que al principio no podías comprender bien que cada hombre al que te entregabas no sería el amo
— Tenemos que hablar. — — ¡ Dios santo niño! Me has dado un susto de muerte. — El ama de llaves se llevó la mano al pecho apoyándose en la encimera. — Nana, ha pasado algo horrible. Ella suspiró secándose las manos con el paño de cocina que llevaba colgado de la cintura. Eduard arrastró una silla y se dejó caer con pesadez. — No sé que hacer, todo se ha vuelto confuso, creo que puedo estar cerca de otra gran crisis. — Apoyó los codos en la mesa y zurcó los cabellos con sus dedos. — Siento la oscuridad dentro de mí luchando por salir y temo no ser capaz de controlar mi ira, como aquellas otras veces... El rostro angustiado de la señora se tiñó con una marcada veta de miedo. Corrió hacia él y lo abrazó. — Hijo... no sé que está pasando, pero recuerda que la luz de Dios es superior a toda esa oscuridad que guardas dentro. El joven empezó a negar con la cabeza, apretando los ojos para contener las lágrimas. — No puedo hacerlo Nana, no puedo. Él se ha empeñado en destruirme