Nunca antes te había visto así.— ¿ Así cómo? — No sé cómo explicarlo. Pareces una mujer diferente. — Soy la misma —. Se acercó para besarlo. —No. Está versión de ti me gusta más.— Tal vez es que te he extrañado demasiado. — ¿ Será? — Creo que sí. Cuando no supe más de ti me di cuenta de lo horrible que sería perderte. Luego, con el paso de los días, no solo mi mente y ni alma te extrañaban. Mi cuerpo ansiaba tus manos, tus labios, tu aliento. Zafiro abrió la boca, dejando escapar un suspiro directo a sus labios carnosos. Eduard giró entre las sábanas de los envolvían, sornió victorioso alzándose encima de ella, ufano en su fuerza superior. — Pensé q tu padre… — Murmuró Zafiro con timidez. — Nadie podrá separarme de ti. Nadie —. Contestó él poniendo el dedo índice sobre su boca para hacerla callar.— ¿ Cita? — Lorenzo preguntaba confundido al teléfono. La arruga horizontal en su frente se hacía más profunda a medida que escuchaba la respuesta de la voz del otro lado. — Me
—¿Cuánto sabes sobre Lorenzo? —Todo. Llevo media vida esperando para dar este paso. No me lo he tomado a la ligera y no me detendré hasta hacerlo caer. — ¿ Incluso si eso implica que arrastre consigo a mucha gente que conoces?— Nadie me defendió cuando él se llevó mi vida. Ahora todos pueden hundirse con él.— Eres solo odio y desprecio en un cuerpo de mujer. Me gustas —. El alcalde masticó la punta de su puro y sonrió de medio lado. — Me halaga usted —. Contestó Jaqueline. — Eso sí. La chica que has mandado para anunciar tu propuesta de negocio…— ¿ Qué hay con ella? — Alguien tendrá que cargar la culpa dr todo esto.— Comprendo. Le tengo estima, pero todos debemos hacer sacrificios —. Extendió la mano hacia él y ambos cerraron el trato, sellando el destino de varios con aquel apretón.Eduard dejó la habitación donde pasron las horas gimiendo y tramando conspiraciones contra su padre. Las últimas palabras de Zafiro aun revoloteaban por su mente. " Solo uno de los me tendrá, y
Dejó las llaves junto a su arma reglamentaria sobre el tocador. Se fue desvsitiendo, sin encender una sola luz en la casa, y dejando a su paso cada pieza de ropa que caía de su musculoso cuerpo. Abrió el grifo y el chorro de agua fría bañó su cuerpo. La suciedad se escurría de su piel, pero su mente aún batallaba para lidiar con las horribles confesiones de aquella mujer, que desnudó ante él su alma, dejándolo ver por igual sus miedos más profundos y sus demonios más íntimos. — No supe antes de hacerlo cuánto daño causaría. Creí que era la única manera de salvar a mi madre y aún así, acabé condenándola. Pensé que huyendo podría escapar de todo, y terminé contagiando con la misma enfermedad purulenta lo poco bueno que logré salvar del inferno del que huí. Las palabras se repetían en su mente una y otra vez, como ruegos intermitentes. — Al principio no sabía que estaba embarazada y cuando me enteré intenté abortarlo. Incluso fui a la clínica; me senté en las sala de espera y cuando
—Ayúdame dios mío. — ruega mirándose al espejo. El reflejo empañado le devuelve una mirada fría y destrozada. Dónde no hay ni un ápice de esperanza, solo miedo y tristeza. — ¡Que diablos haces allá adentro! — regresa aquit de una puta vez.! — vocifera la bestia que la espera en la cama . De pie desde la puerta del baño lo mira acariciarse la entrepierna con ojos lujuriosos. — ¿ Estás listo cariño ? — — ¿ Qué acaso no sabes como funciona este negocio ? — — Es mi primera vez. — ella baja la vista al suelo. — ¿ Cómo te llamas ? — le extiende la mano. — Zafiro. — contesta ella y la toma con desconfianza. — Déjame que te cuente Zafiro. — la jala bruscamente hacia la cama. — Durante la próxima hora eres mía para hacer lo que yo quiera. No existen demoras o conversaciones innecesarias. Debes ser complaciente y estar dispuesta a concederme cada uno de mis caprichos. — — Por supuesto. — tragó en seco. — Acuéstate boca abajo. — le ordenó desabrochandose el cinturón. Ella obe
— Tienes tanta suerte. — lloriqueaba una chica rubia a su lado en el espejo. — No lo creo. — Contestó Zafiro, limpiándose el carmín sobrante de sus labios. — ¿ Estás loca? — protestó la rubia. — Es el sueño de cada una de nosotras, encontrar un cliente que nos saque de esta vida. — Pero él no tiene intención de hacerlo. — A ver… yo sé que eres nueva, pero déjame explicarte algo. Lorenzo Rossi es el jefe de la mafia que controla la costa oeste, además de que posee empresas millonarias y terrenos en todo el país. — ¿ Y eso que tiene que ver conmigo ? — Que un hombre de tanto poder puede tener a la mujer que quiera y te ha escogido a ti. Podrías hasta acabar siendo su esposa. Zafiro lanzó una carcajada. — No estaré aquí tanto tiempo . — No seas estúpida. Apenas acabas de llegar. — ¡Zafiro! — la voz masculina la llamó desde afuera y supo que era hora de salir a cumplir con su trabajo. En la habitación la esperaba de nuevo Andre y al verlo se sobresaltó. — No puedes ob
— Espero que te haya quedado claro… eres mía y confío en que nunca más intentarás nada que pueda disgustarme. — susurró a su oído frente a la caja de madera. Todos se fueron dejándola sola, escuchando en su cabeza las últimas palabras de su madre mientras Lorenzo apretaba la punta del bastón en su pecho débil . — Ayúdame…hijaa… — su mano en la mano arrugada y temblorosa de su madre sintió como el movimiento se detuvo y desde el suelo vio su estómago quieto y sus ojos apagarse dejando solo un reflejo vidrioso en sus pupilas. — Jaqueline… es Zafiro. — murmuró al teléfono vigilando que nadie la oyese. — Necesito tu ayuda. — El plan no tardó en concretarse. —¿ Está bien señorita? — preguntó el taxista al verla comerse las uñas. — Sí, apresúrese por favor. A la estación de autobuses. Llevaba en la maleta todo el dinero que consiguió de la caja fuerte de la casa y el medallón de su madre al pecho. — ¿Zafiro? — la abordó un hombre encapuchado al bajarse del taxi. — Me envía Ja
— Buenas tardes Melina… luces hoy tan radiante como siempre… — — Y usted tan amable como el primer día, Eduard. — ¿ Tienes mi encargo habitual? — Por supuesto. Un manojo de lirios con una sola amapola en el centro. — ¿ Te queda aún mucho trabajo? — No, de hecho ya iba a cerrar para irme a casa. — contestó ella poniendo un delicado hilo de celofán alrededor de las flores. — Algún día tendrás que contarme quién es la afortunada. — ¿ Afortunada? — ¿ Cómo llamarías a una chica a la que cada semana el hombre más exitoso del pueblo le lleva un ramo de lirios? Creo que afortunada es un adjetivo apropiado. — Eduard sonrió. — Me encanta ese aire misterioso… — Te propongo algo… acéptame un café y te mostraré que tan afortunado soy…. — No lo sé…— dudó Zafiro acariciándose la panza. — Venga… pensé que te gustaba el misterio. — No conozco ninguna cafetería en esta dirección. — comentó ella mirando a través del cristal del coche de Eduard. — Nunca te dejas guiar… — No
— Sé que no es apropiado y que el nacimiento de tu pequeño aún es reciente, pero además de felicitarte quería pedirte algo… — Zafiro escuchaba la voz de Eduard en el mensaje de voz, mientras mecía entre sus brazos a su hijo, admirando con devoción como se enroscaban sus pequeñas manos alrededor de su pulgar. — Me ha dicho tu ayudante que pronto regresaras al trabajo y me gustaría que me concedieras algunos instantes, una tarde para borrar el sabor amargo que dejó nuestro último encuentro. — Ella sonrió. — No puedo sacarte de mi cabeza y esto no es algo que me ocurra a menudo con nadie… por favor. Llámame. Era difícil solo pensar en volver a entregarse a alguien. Pero no podía negar que el fuego se avivaba en su interior por aquel hombre. De igual forma no contestó y borró el mensaje para olvidar por completo el asunto. — Nunca te tomé por alguien descortés. La inconfundible voz la hizo volverse de golpe. — Hace semanas te envíe un mensaje... — Lo siento. He estado ocupada