—Ayúdame dios mío. — ruega mirándose al espejo.
El reflejo empañado le devuelve una mirada fría y destrozada. Dónde no hay ni un ápice de esperanza, solo miedo y tristeza.
— ¡Que diablos haces allá adentro! — regresa aquit de una puta vez.! — vocifera la bestia que la espera en la cama .
De pie desde la puerta del baño lo mira acariciarse la entrepierna con ojos lujuriosos.
— ¿ Estás listo cariño ? —
— ¿ Qué acaso no sabes como funciona este negocio ? —
— Es mi primera vez. — ella baja la vista al suelo.
— ¿ Cómo te llamas ? — le extiende la mano.
— Zafiro. — contesta ella y la toma con desconfianza.
— Déjame que te cuente Zafiro. — la jala bruscamente hacia la cama. — Durante la próxima hora eres mía para hacer lo que yo quiera. No existen demoras o conversaciones innecesarias. Debes ser complaciente y estar dispuesta a concederme cada uno de mis caprichos. —
— Por supuesto. — tragó en seco.
— Acuéstate boca abajo. — le ordenó desabrochandose el cinturón.
Ella obedeció sintiendo como temblaba su carne desde adentro.
Las manos callosas acariciaron sus piernas.
— Es casi como si fueras virgen… — murmuró él, salivando cómo un animal salvaje.
El dolor de las embestidas la hacía querer gritar, pero no lo hizo. Ocultó las lágrimas en las sábanas rojas y soportó hasta que lo sintió caer a su lado jadeando.
— Le diré a tu matrona que no eres buena para este oficio, estás tan rígida cómo un trozo de madera. —
— Pero … —
— ¡Cállate! — le gritó y se puso de pie para empezar a vestirse. — Me quedan aun veinte minutos así que no me tientes. No pienso pagar por ti… perra. —
— No, no es justo .— protestó Zafiro, sentàndose en la cama con dolor.
El calor de una cachetada, la hizo caer de espaldas en la cama.
— Nada en la vida es justo, estás muy buena pero era fría como un hielo y no te he disfrutado. Mejor dedícate a otra cosa perra inútil. — concluyó escupiendola y cerró de un tirón la puerta de la habitación.
Zafiro se cubrió los ojos, llorando a Lágrima viva. Solo cuando escuchó la puerta abrirse de nuevo se percató de que lo peor estaba por llegar.
La noche aún era joven y su jornada no había terminado. Se compuso como pudo y al levantar la vista encontró frente a ella a un hombre mayor, con un impecable traje oscuro.
— Buenas noches. — le dijo. — Mi nombre es Lorenzo Rossi. —
— Buenas noches señor Rossi. Yo soy Zafiro.
— He de decir que no me mintieron al contarme que la chica nueva era muy hermosa. — se acercó y la tomó por la barbilla.
— Mira esos ojos azules… y esa boca perfecta. — le pasó un dedo por los labios.
— Muchas gracias, es usted muy amable. —
— ¿Por que llorabas? —
— No se preocupe por eso, esta hora es solo suya… no hay lugar para preocupaciones, ni tristezas. — Zafiro bajó su bragueta.
— ¿ Cómo llegaste aquí? — preguntó él apartando sus manos.
— Eso no es importante. — rebatió ella.
— Lo es para mí…pareces muy diferente al resto de las chicas en este antro. Has dicho bien... esta es mi hora y con ella haré lo que me venga en gana Así que contéstame,¿ quién eres y qué haces aquí? —
Antes de comenzar la noche la matrona le había advertido que diferentes hombres podrían querer diferentes cosas. Algunos buscaban sexo y otros solo la más efímeras de las compañías. Así que Zafiro agradeció y contestó con una sonrisa esperando no tener que entregar su piel a aquel hombre.
— Soy estudiante de medicina.He tomado este trabajo porque mi madre está enferma. —
— ¿ Qué tan enferma? —
— Muy, ya los médicos no pueden hacer nada más por ella y los tratamientos son muy costosos. —
— ¿ Y tú padre? —
— Murió hace poco tiempo y ahora solo somos ella y yo. —
— Creo qué he visto salir antes de aquí a André. —
— No supe nunca su nombre...—
— Un tipo alto, corpulento muy agresivo y maleducado.—
— Sí, ese era él.—
— ¿ Por qué ponerte en manos de alguien así?, búscate otro trabajo pequeña. —
Volvió la espalda par salir de la habitación.
— Espere... por favor. — Zafiro lo tomó del brazo.
Cuando se giró la tenía enfrente. Desnuda, y con los labios apenas a un centímetro de los suyos.
— No tengo mucho tiempo y nada me paga lo suficiente. Necesito este trabajo para poder cuidar de ella. — le devolvió la misma caricia, pasando el dedo por sus labios.
— Eres hermosa…— el italiano olvidó razones y la apretó por la cintura. Acariciando su piel tierna.
Más de una hora pasó pero nadie vino a interrumpirlos y aunque el hombre fue muy tierno, Zafiro sentía que estaba a punto de vomitar con cada caricia que le regalaba.
— Debo decir. — murmuró. — que las mujeres nunca han sido problema para mí, pero ni siquiera con mi difunta esposa he encontrado tanto placer como con estas horas entre tus piernas. —
— Me halaga usted… — contestó Zafiro conteniendo el llanto.
— Se que nos separan más de treinta años pero cada vez que me dices usted se convierten en cien. —
— Perdón… — balbuceó Zafiro.
— Me gustaría proponerte un trato. — le dijo sacando de la chaqueta que había dejado al borde de la.cama, un fajo de billetes.
— Lo que sea. — contestó Zafiro desesperada al ver el dinero.
— Pero primero debes ser consciente de que un trato conmigo es de por vida. Soy un hombre de gran poder y poseo muchas influencias, si piensas en traicionarme no llegarás muy lejos. —
Zafiro sonrió.
— ¿ Acaso eres un criminal peligroso? — bromeó.
Lorenzo no sonrió.
— Algunos podrían llamarme así. Yo me veo como un hombre de negocios, que sabe muy bien lo que quiere, y he decidido que te quiero a ti. —
Le acercó el dinero, dejando el rollo entre sus muslos
Zafiro lo tomó temerosa, sin saber si la suerte le acababa de entregar una bendición o un castigo muy peligroso.
— A partir de esta noche me perteneces. — dijo él poniéndose la camisa. — Nos veremos cada semana en esta misma habitación y tienes prohibido el contacto con cualquier otro hombre, dentro o fuera de aquí. — sus ojos chisporretaban con locura y Zafiro sintió miedo.
— Pero mi jefa… —
Lorenzo se le acercó poniendo una rodilla en la cama y la agarró por el cuello.
— Tu jefe soy yo… y si algún día piensas en desobedecerme destruiré todo lo que amas… no será difícil encontrarte. —
Zafiro apretó el dinero entre sus manos.
— Pero eres una buena chica y no querrías que nada malo pasará, así que estaremos bien. — concluyó plantándole un beso en los labios.
—Mañana tendré una sorpresa para ti. No llegues tarde. — Le dijo poniéndose la chaqueta en cuyo interior Zafiro divisó el inconfundible mango de un revólver plateado.
— Tienes tanta suerte. — lloriqueaba una chica rubia a su lado en el espejo. — No lo creo. — Contestó Zafiro, limpiándose el carmín sobrante de sus labios. — ¿ Estás loca? — protestó la rubia. — Es el sueño de cada una de nosotras, encontrar un cliente que nos saque de esta vida. — Pero él no tiene intención de hacerlo. — A ver… yo sé que eres nueva, pero déjame explicarte algo. Lorenzo Rossi es el jefe de la mafia que controla la costa oeste, además de que posee empresas millonarias y terrenos en todo el país. — ¿ Y eso que tiene que ver conmigo ? — Que un hombre de tanto poder puede tener a la mujer que quiera y te ha escogido a ti. Podrías hasta acabar siendo su esposa. Zafiro lanzó una carcajada. — No estaré aquí tanto tiempo . — No seas estúpida. Apenas acabas de llegar. — ¡Zafiro! — la voz masculina la llamó desde afuera y supo que era hora de salir a cumplir con su trabajo. En la habitación la esperaba de nuevo Andre y al verlo se sobresaltó. — No puedes ob
— Espero que te haya quedado claro… eres mía y confío en que nunca más intentarás nada que pueda disgustarme. — susurró a su oído frente a la caja de madera. Todos se fueron dejándola sola, escuchando en su cabeza las últimas palabras de su madre mientras Lorenzo apretaba la punta del bastón en su pecho débil . — Ayúdame…hijaa… — su mano en la mano arrugada y temblorosa de su madre sintió como el movimiento se detuvo y desde el suelo vio su estómago quieto y sus ojos apagarse dejando solo un reflejo vidrioso en sus pupilas. — Jaqueline… es Zafiro. — murmuró al teléfono vigilando que nadie la oyese. — Necesito tu ayuda. — El plan no tardó en concretarse. —¿ Está bien señorita? — preguntó el taxista al verla comerse las uñas. — Sí, apresúrese por favor. A la estación de autobuses. Llevaba en la maleta todo el dinero que consiguió de la caja fuerte de la casa y el medallón de su madre al pecho. — ¿Zafiro? — la abordó un hombre encapuchado al bajarse del taxi. — Me envía Ja
— Buenas tardes Melina… luces hoy tan radiante como siempre… — — Y usted tan amable como el primer día, Eduard. — ¿ Tienes mi encargo habitual? — Por supuesto. Un manojo de lirios con una sola amapola en el centro. — ¿ Te queda aún mucho trabajo? — No, de hecho ya iba a cerrar para irme a casa. — contestó ella poniendo un delicado hilo de celofán alrededor de las flores. — Algún día tendrás que contarme quién es la afortunada. — ¿ Afortunada? — ¿ Cómo llamarías a una chica a la que cada semana el hombre más exitoso del pueblo le lleva un ramo de lirios? Creo que afortunada es un adjetivo apropiado. — Eduard sonrió. — Me encanta ese aire misterioso… — Te propongo algo… acéptame un café y te mostraré que tan afortunado soy…. — No lo sé…— dudó Zafiro acariciándose la panza. — Venga… pensé que te gustaba el misterio. — No conozco ninguna cafetería en esta dirección. — comentó ella mirando a través del cristal del coche de Eduard. — Nunca te dejas guiar… — No
— Sé que no es apropiado y que el nacimiento de tu pequeño aún es reciente, pero además de felicitarte quería pedirte algo… — Zafiro escuchaba la voz de Eduard en el mensaje de voz, mientras mecía entre sus brazos a su hijo, admirando con devoción como se enroscaban sus pequeñas manos alrededor de su pulgar. — Me ha dicho tu ayudante que pronto regresaras al trabajo y me gustaría que me concedieras algunos instantes, una tarde para borrar el sabor amargo que dejó nuestro último encuentro. — Ella sonrió. — No puedo sacarte de mi cabeza y esto no es algo que me ocurra a menudo con nadie… por favor. Llámame. Era difícil solo pensar en volver a entregarse a alguien. Pero no podía negar que el fuego se avivaba en su interior por aquel hombre. De igual forma no contestó y borró el mensaje para olvidar por completo el asunto. — Nunca te tomé por alguien descortés. La inconfundible voz la hizo volverse de golpe. — Hace semanas te envíe un mensaje... — Lo siento. He estado ocupada
— No puedo creer que estés aquí ! — las gotas de agua se desprendieron de su cuerpo mojado mientras corría como un niño con los brazos abiertos hacia si padre. — Llegué ayer en la noche. — dio un paso atrás rechazando el abrazo mojado de su hijo. Las miradas se cruzaron transformando lo emotivo del momento en una palpable tensión. — Veo que no estás solo. — Sí, sí.— Tartamudeó Eduard. — No pretendía hacerlo de esta forma pero me gustaría presentarte a alguien.— — ¡ Milena! — gritó volviéndose hacia la piscina. — Amor, ven aquí, me gustaría que conocieras a alguien. El tiempo se fracturó para ella y aquel segundo en que escuchaba los pasos acercarse se hizo casi infinito, inescapable. — Amor, ¿ no me escuchas? Su rostro mojado disimulaba las lagrimas. y abrazando su propia cintura escondia el temblor de sus manos frágiles. — Ven, no seas tímida... quiero que conozcas a mi padre. — Le ofreció una mano ayudándola a salir y poniendo con la otra una toalla alrederor de su c
Sintió como sus tiernos dedos le acariciabian la cintura. No tardaron sus labios en posarse en su cuello y los dedos en bajar más allá. — Dejamos algo a medias en la psicina...La voz susurró en su oído, erizando lapiel de su nuca; pero Zafiro se había apoderado de la Milena y no podía pensar en nada más que la menara de buscar la salida. — Amor... ¿ estás dormida? Las manos estrujaban sus pechos mientras ella apretaba los ojos. Luego de varios minutos de insistencia implacable, la frialdad acabó ganando la batalla. La noche se hizo profunda pero el sueño nunca llegó para Zafiro, y la necesidad de hacer algo para huir la superó. De puntillas caminó a la mesilla de noche, dejando a sus ojos escapar hacia Eduard,que dormía ajeno a todo lo que ocurría a su alreddor. Pensó en el daño que estaba a punto de ocasionarle y sintió lástima, pero su propia vida, y la de si hijo estaban en riesgo. No había ocasión para sentimentalismos.— ¿Adónde vas? — La voz emergió de la silenciosa o
— He hecho arreglos para que regreses a casa. Espero que lo entiendas, debo estar junto a mi padre en estos momentos. — Fueron las palbras agitadas de Eduard mientras se abotonaba la camisa con las manos temblorosas. Zafiro aún no conseguía desprenderse de la conmoción. La mirada del ama de llaves aun arañaba su conciencia, y aunque sabía que nadie mas que ella misma podía comprender sus razones, la mejor parte de su persona le reprochaba su macabra intención. — La ambulancia ya ha partido, el médico me ha dicho que se encuentra estable, pero lo llevarán al hospital para realizar los exámenes pertinentes. — La sirvienta entró a la habitación sin reparar en su persona, ignorándola casi como si no estuviese presente. — ¿ Tú sabías sobre esto ? — preguntó Eduard alarmado. — Intenté decirtélo querido niño...El momento se dibujó claramente en su mente y se culpó por no dejarla hablar, como si hubiese hecho alguna diferencia en la salud de su padre el hecho de que él supiera sobre
— ¿ Está hecho? — Sí señor, cómo usted lo ordenó. — Muy bien, gracias Rocco. Ahora encargáte de que todo permanezca en silencio...¿ entiendes lo que te digo? — Por supuesto señor... — Déjame solo. — Lorezo suspiró acomodando la cabeza en la almohada con una sonrisa complacida en los labios. El sol se ponía en el horizonte, mientras Zafiro lloraba mirando fijamente al teléfono. Su nueva vida se desplomaba por completo y ella permanecía congelada en aquella cocina, incapaz de mover un músculo. Finalmente el teléfono sonó cuando la oscuridad empezaba a invadirla por completo , pero no era la llamada que estaba esperando. — ¿ Amor, estás ahí? — preguntó la voz de Eduard desde el otro lado de la linea. Zafiro permaneció en silencio. No podía imaginar nada peor que tener que fingir que todo iba bien y estaba decidida a terminar la llamada sin dar razones. — ¿ Milena? — Reclamaba Eduard en tono confunso. Zafiro colgó el teléfono con una lágrima rodando por su mejilla. Un