— Tienes tanta suerte. — lloriqueaba una chica rubia a su lado en el espejo.
— No lo creo. — Contestó Zafiro, limpiándose el carmín sobrante de sus labios.
— ¿ Estás loca? — protestó la rubia. — Es el sueño de cada una de nosotras, encontrar un cliente que nos saque de esta vida.
— Pero él no tiene intención de hacerlo.
— A ver… yo sé que eres nueva, pero déjame explicarte algo. Lorenzo Rossi es el jefe de la mafia que controla la costa oeste, además de que posee empresas millonarias y terrenos en todo el país.
— ¿ Y eso que tiene que ver conmigo ?
— Que un hombre de tanto poder puede tener a la mujer que quiera y te ha escogido a ti. Podrías hasta acabar siendo su esposa.
Zafiro lanzó una carcajada.
— No estaré aquí tanto tiempo .
— No seas estúpida. Apenas acabas de llegar.
— ¡Zafiro! — la voz masculina la llamó desde afuera y supo que era hora de salir a cumplir con su trabajo.
En la habitación la esperaba de nuevo Andre y al verlo se sobresaltó.
— No puedes obligarme a hacer esto .— le dijo al guardia que custodiaba su habitación.
— Es tu trabajo, cállate y entra.
— Pero Lorenzo dijo…
— Nunca entenderé porque las p**tas creen las promesas que les hacen los hombres justo después de follar. —
— Pero este cliente se negó a pagarme… —
— Sin embargo a la matrona le dió el doble por tu culo. Así que cállate y entra antes de que yo te haga entrar. —
Cerró la puerta tras de sí con lágrimas en los ojos.
— No sabes que duro me pone verte así temblorosa. —
— ¿ Por qué has vuelto? —
— Creo que mereces una segunda oportunidad… aún no he probado todos tus agujeros. — contestó acariciando la cama a su lado.
Zafiro estaba congelada. Tan solo de mirarlo sentía dolor.
Andre saltó de la cama y la empujó agarrándola por la cintura.
— Yo te haré una buena puta, una perra obediente. — le rompió el vestido y la hizo acostarse de espaldas de nuevo , abriéndole las nalgas.
El grito de Zafiro retumbó en el burdel y el puñetazo de André en sus costillas la obligó a callar dejándola sin aire.
— Vez, al menos ya gritas…— murmuró él agachándose para mordisquearle la oreja.
Concentrada en su dolor Zafiro no escuchó la puerta abrirse. Fue el sonido agudo del disparo lo que la hizo abrir los ojos.
— Lorenzo… — murmuró llorando al verlo con el revólver humeante en las manos.
No quiso mirar hacia atrás y se lanzó hacia él queriendo abrazarlo por salvarla.
— Gracias. — murmuró, pero el italiano la empujó.
— Asquerosa, hueles a él.— apuntó el arma hacia ella.
— ¡No! — gritó Zafiro. — Yo no quería… me obligaron.
— Todas son iguales…
— ¡No! El guardia, él dijo que mentías y me hizo entrar. Yo no quería… tienes que creerme, por favor.
Zafiro se arrodilló frente a él.
— ¡ Lorenzo! — la.matrona entró al cuarto presurosa. — ¿Que significa esto?
— Te advertí Jaqueline…
— No pensé que fueras en serio…yo…
— Pues ya lo sabes.Zafiro es mía y él que se acerque a ella sufrirá el mismo destino que este pedazo de carne apestosa. —
Levantó a zafiro del suelo y la metió a un coche, cubierta solo con una chaqueta negra.
— ¿Adónde me llevas ? — preguntó con voz temblorosa.
— Lejos de la policía que pronto inundará ese sitio. Te daré mi sorpresa... —
La casa estaba apartada del pueblo y el camino de maleza hacía muy difícil verla.
— Este lugar es hermoso. — confesó Zafiro mirando a través de la ventanilla, con los ojos cautivados por la belleza del sitio.
— Me alegra que te guste a partir de ahora es tu casa.
— No comprendo. — tartamuedeó ella.
— Ya no quiero que regreses más a ese sitio y a partir de ahora estarás siempre aquí para cuando yo decida venir a verte. —
— Pero no puedo hacer eso… mi madre…
— He hecho arreglos para que la señora sea trasladada aquí. Tendrá una enfermera las veinticuatro horas y toda sus necesidades atendidas.
— Pero… yo… ¿ Cómo supiste? —
— Te he dicho que soy un hombre muy habilidoso y que tú eres mía.
Zafiro sonrió pero por dentro estaba aterrorizada.
— ¿ Cómo has conseguido esto hija? — le preguntaba su madre cada mańana. Ella no sabía que responderle y solo le daba un beso en la frente.
— No te preocupes ma. Es solo por un tiempo hasta que te encuentres mejor. Luego volveremos a casa. —
Las visitas de Lorenzo se hicieron cada vez menos frecuentes y Zafiro, se sintió cada vez más libre para retamor su vida, como Elena; lejos del alterego que la prostitución la hizo adoptar.
— He sabido que has estado yendo con frecuencia a la ciudad. — dijo él entrando a su habitación en medio de la madrugada.
Ella se arrascó los ojos confundida y adormilada.
— Hola… — murmuró en un bostezo.
— ¿Y bien? —. El tono de Lorenzo fue escalando cada vez más.
— Sí, supongo que he ido un par de veces… quería retomar mi curso en la universidad y …
— ¡Qué! — gritó él pateando la mesilla de noche.
— ¿Qué pasa ? — ella saltó de la cama asustada.
— Pasa que no tienes permitido pasearte por la ciudad, pasa que no puedes ni si quiera intentar regresar a ese lugar lleno de hombres con los que te querrás acostar, pasa que has olvidado tu lugar y creo que es mi trabajo recordartelo.
La paliza la hizo salir arrastrándose al pasillo en busca de auxilio, ni un alma en aquella casa respondió a sus gritos de ayuda, excepto su propia madre.
— ¿¡ Qué está pasando aquí!? — gritó con esfuerzo la señora que se asomó a la puerta apoyándose en su bastón.
— Mamá… vuelve adentro… por favor…. Estoy bien. —
— Detene animal! — le gritó a Lorenzo que seguía pateando a Elena en el suelo.
— ¡Basta! ¡ Basta! — la anciana levantó el bastón intentando golpearlo, pero la fuerza la abandonó de golpe.
— ¡Mi madre mi madre… ! — lloraba Elena arrastrándose hacia ella. Escuchando como su respiración se hacía más pesada e intermitente.
— Esto te enseñará. — dijo Lorenzo sosteniendola por el pelo para que mirara fijamente el rostro de su madre.
— Quiero que mires bien…lo que está a punto de pasar...es solo tu culpa. Tuya y de nadie más. — le susurró al oído antes de soltarla y caminar hacia la señora que desfallecía en el suelo.
— Espero que te haya quedado claro… eres mía y confío en que nunca más intentarás nada que pueda disgustarme. — susurró a su oído frente a la caja de madera. Todos se fueron dejándola sola, escuchando en su cabeza las últimas palabras de su madre mientras Lorenzo apretaba la punta del bastón en su pecho débil . — Ayúdame…hijaa… — su mano en la mano arrugada y temblorosa de su madre sintió como el movimiento se detuvo y desde el suelo vio su estómago quieto y sus ojos apagarse dejando solo un reflejo vidrioso en sus pupilas. — Jaqueline… es Zafiro. — murmuró al teléfono vigilando que nadie la oyese. — Necesito tu ayuda. — El plan no tardó en concretarse. —¿ Está bien señorita? — preguntó el taxista al verla comerse las uñas. — Sí, apresúrese por favor. A la estación de autobuses. Llevaba en la maleta todo el dinero que consiguió de la caja fuerte de la casa y el medallón de su madre al pecho. — ¿Zafiro? — la abordó un hombre encapuchado al bajarse del taxi. — Me envía Ja
— Buenas tardes Melina… luces hoy tan radiante como siempre… — — Y usted tan amable como el primer día, Eduard. — ¿ Tienes mi encargo habitual? — Por supuesto. Un manojo de lirios con una sola amapola en el centro. — ¿ Te queda aún mucho trabajo? — No, de hecho ya iba a cerrar para irme a casa. — contestó ella poniendo un delicado hilo de celofán alrededor de las flores. — Algún día tendrás que contarme quién es la afortunada. — ¿ Afortunada? — ¿ Cómo llamarías a una chica a la que cada semana el hombre más exitoso del pueblo le lleva un ramo de lirios? Creo que afortunada es un adjetivo apropiado. — Eduard sonrió. — Me encanta ese aire misterioso… — Te propongo algo… acéptame un café y te mostraré que tan afortunado soy…. — No lo sé…— dudó Zafiro acariciándose la panza. — Venga… pensé que te gustaba el misterio. — No conozco ninguna cafetería en esta dirección. — comentó ella mirando a través del cristal del coche de Eduard. — Nunca te dejas guiar… — No
— Sé que no es apropiado y que el nacimiento de tu pequeño aún es reciente, pero además de felicitarte quería pedirte algo… — Zafiro escuchaba la voz de Eduard en el mensaje de voz, mientras mecía entre sus brazos a su hijo, admirando con devoción como se enroscaban sus pequeñas manos alrededor de su pulgar. — Me ha dicho tu ayudante que pronto regresaras al trabajo y me gustaría que me concedieras algunos instantes, una tarde para borrar el sabor amargo que dejó nuestro último encuentro. — Ella sonrió. — No puedo sacarte de mi cabeza y esto no es algo que me ocurra a menudo con nadie… por favor. Llámame. Era difícil solo pensar en volver a entregarse a alguien. Pero no podía negar que el fuego se avivaba en su interior por aquel hombre. De igual forma no contestó y borró el mensaje para olvidar por completo el asunto. — Nunca te tomé por alguien descortés. La inconfundible voz la hizo volverse de golpe. — Hace semanas te envíe un mensaje... — Lo siento. He estado ocupada
— No puedo creer que estés aquí ! — las gotas de agua se desprendieron de su cuerpo mojado mientras corría como un niño con los brazos abiertos hacia si padre. — Llegué ayer en la noche. — dio un paso atrás rechazando el abrazo mojado de su hijo. Las miradas se cruzaron transformando lo emotivo del momento en una palpable tensión. — Veo que no estás solo. — Sí, sí.— Tartamudeó Eduard. — No pretendía hacerlo de esta forma pero me gustaría presentarte a alguien.— — ¡ Milena! — gritó volviéndose hacia la piscina. — Amor, ven aquí, me gustaría que conocieras a alguien. El tiempo se fracturó para ella y aquel segundo en que escuchaba los pasos acercarse se hizo casi infinito, inescapable. — Amor, ¿ no me escuchas? Su rostro mojado disimulaba las lagrimas. y abrazando su propia cintura escondia el temblor de sus manos frágiles. — Ven, no seas tímida... quiero que conozcas a mi padre. — Le ofreció una mano ayudándola a salir y poniendo con la otra una toalla alrederor de su c
Sintió como sus tiernos dedos le acariciabian la cintura. No tardaron sus labios en posarse en su cuello y los dedos en bajar más allá. — Dejamos algo a medias en la psicina...La voz susurró en su oído, erizando lapiel de su nuca; pero Zafiro se había apoderado de la Milena y no podía pensar en nada más que la menara de buscar la salida. — Amor... ¿ estás dormida? Las manos estrujaban sus pechos mientras ella apretaba los ojos. Luego de varios minutos de insistencia implacable, la frialdad acabó ganando la batalla. La noche se hizo profunda pero el sueño nunca llegó para Zafiro, y la necesidad de hacer algo para huir la superó. De puntillas caminó a la mesilla de noche, dejando a sus ojos escapar hacia Eduard,que dormía ajeno a todo lo que ocurría a su alreddor. Pensó en el daño que estaba a punto de ocasionarle y sintió lástima, pero su propia vida, y la de si hijo estaban en riesgo. No había ocasión para sentimentalismos.— ¿Adónde vas? — La voz emergió de la silenciosa o
— He hecho arreglos para que regreses a casa. Espero que lo entiendas, debo estar junto a mi padre en estos momentos. — Fueron las palbras agitadas de Eduard mientras se abotonaba la camisa con las manos temblorosas. Zafiro aún no conseguía desprenderse de la conmoción. La mirada del ama de llaves aun arañaba su conciencia, y aunque sabía que nadie mas que ella misma podía comprender sus razones, la mejor parte de su persona le reprochaba su macabra intención. — La ambulancia ya ha partido, el médico me ha dicho que se encuentra estable, pero lo llevarán al hospital para realizar los exámenes pertinentes. — La sirvienta entró a la habitación sin reparar en su persona, ignorándola casi como si no estuviese presente. — ¿ Tú sabías sobre esto ? — preguntó Eduard alarmado. — Intenté decirtélo querido niño...El momento se dibujó claramente en su mente y se culpó por no dejarla hablar, como si hubiese hecho alguna diferencia en la salud de su padre el hecho de que él supiera sobre
— ¿ Está hecho? — Sí señor, cómo usted lo ordenó. — Muy bien, gracias Rocco. Ahora encargáte de que todo permanezca en silencio...¿ entiendes lo que te digo? — Por supuesto señor... — Déjame solo. — Lorezo suspiró acomodando la cabeza en la almohada con una sonrisa complacida en los labios. El sol se ponía en el horizonte, mientras Zafiro lloraba mirando fijamente al teléfono. Su nueva vida se desplomaba por completo y ella permanecía congelada en aquella cocina, incapaz de mover un músculo. Finalmente el teléfono sonó cuando la oscuridad empezaba a invadirla por completo , pero no era la llamada que estaba esperando. — ¿ Amor, estás ahí? — preguntó la voz de Eduard desde el otro lado de la linea. Zafiro permaneció en silencio. No podía imaginar nada peor que tener que fingir que todo iba bien y estaba decidida a terminar la llamada sin dar razones. — ¿ Milena? — Reclamaba Eduard en tono confunso. Zafiro colgó el teléfono con una lágrima rodando por su mejilla. Un
— ¿ Qué haces aquí? — Lorenzo no pudo evitar sorprenderse al encontar a su hijo esperándolo en su habitación el día que regresó a casa del hospital. — No pensarías que me marcharía dejándote solo en tu recuperación... — No sabía que eras enfermero. — He decidido ignorar tus ataques. Hago lo que mi conciencia me dicta, porque yo sí soy buena persona. Mi madre no crió un mal hombre. La risa obligó a Lorenzo a apoyarse en la cama. — Acabarás matándome... deja de decir tonterías. El rostro de Eduard se transformó con enojo y asco. — No se porque te empeñas en hacerme lucir como si fuese un monstruo. — Lo eres. — No. — Negó Eduard moviendo la cabeza de un lado a otro. — Hijo, puedes empeñarte en negarlo todo lo que quieras, esconderte detrás de la máscara que has creado, culparme de todas tus desgracias, pero lo eres.— Lorenzo tomó su mano con una expresión paternal extraña en él. — Nunca me has comprendido... — Comprendo que estás enfermo, pero no que te escondas culpando a to