Renacer de las cenizas

— Espero que te haya quedado claro… eres mía y confío en que nunca más intentarás nada que pueda disgustarme.  — susurró a su oído frente a la caja de madera. 

Todos se fueron dejándola sola, escuchando en su cabeza las últimas palabras de su madre mientras Lorenzo apretaba la punta del bastón en su pecho débil . 

— Ayúdame…hijaa… — su mano en la mano arrugada y temblorosa de su madre sintió como el movimiento se detuvo y desde el suelo vio su estómago quieto y sus ojos apagarse dejando solo un reflejo vidrioso en sus pupilas. 

— Jaqueline… es Zafiro. — murmuró al teléfono vigilando que nadie la oyese. — Necesito tu ayuda. — 

El plan no tardó en concretarse. 

—¿ Está bien señorita?  — preguntó el taxista al verla comerse las uñas. 

— Sí, apresúrese por favor. A la estación de autobuses.

Llevaba en la maleta todo el dinero que consiguió de la caja fuerte de la casa y el medallón de su madre al pecho.

— ¿Zafiro? — la abordó un hombre encapuchado al bajarse del taxi. — Me envía Jaqueline. 

— ¿Lo tiene ? — preguntó ella bajando la vista. 

— Si. ¿ Y usted? 

— Esto debería ser más que suficiente.— murmuró poniendo en su mano un fajo de billetes. 

— Aquí tiene. Buena suerte… — una sonrisa enferma apareció en sus labios. 

—  Milena Morales… que nombre tan absurdo. — susurró para sí misma al leer los datos en su nuevo documento de identidad. 

Cinco autobuses y casi seis días después Zafiro, convertida en Milena llegaba a su nuevo hogar. 

— Bienvenida a nuestro pedazo del paraíso.— la recibió un amable valet en la entrada d eun pequeño y pintoresco  hotel. — ¿ Cómo podría serle de asistencia? 

— Me gustaría una habitación y el número de teléfono del mejor agente de bienes raíces del lugar… quisiera programar una cita para mirar algunas propiedades 

— ¿Planea quedarse? — preguntó el chico con entusiasmo.

Pero Zafiro calló guiada por el miedo y la paranoia que la llevaban a saberse perseguida por Lorenzo. 

— Por favor lleve las maletas a mi habitación… enseguida estaré de regreso. — ordenó dejando otro fajo de dinero en sus manos. 

Tuvo que andar algunas calles pero al fin lo encontró.

— ¿Jaqueline? — susurró a través del teléfono público. 

— Ele… Zafiro… — contestó su antigua jefa.

— He llegado a un nuevo lugar. Creo que estaré a salvo aquí. ¿ Cómo está todo por allá? 

— No voy a mentirte. No es bueno. 

Zafiro dejó escapar un suspiro aterrado. 

— Sus hombres andan como locos por las calles. El rumor es que le robaron casi medio millón de su reserva especial. Nunca los había visto tan colèricos. — 

— Tal vez debí tomar un avión hacia otro país. — se lamentó. 

— No. De esa manera le sería más sencillo encontrarte, vigilan los aeropuertos. Además mi amigo es bueno pero no creo que sus falsificaciones puedan engañar a los oficiales de la aduana. — 

— Tengo tanto miedo. — 

— El día que empezaste en el burdel supe que no pertenecías aquí, pero está vida no es fácil de escapar y tú al menos lo has hecho . Estarás bien, olvida todo lo que fuiste y comienza de cero, jamás podrá encontrarte. — 

— Gracias amiga… supongo que este es nuestro adiós. — 

— Adiós Zafiro, espero no oír de ti nunca más porque eso significaría que estás en problemas. —

— Adiós Jaqueline y gracias… — 

Levantarse era difícil cada día aunque una nueva rutina la envolvía, su reflejo en el espejo la hacía recordar el fantasma de su vida pasada. 

— ¡Señorita Milena! — gritaban en la puerta de su pequeña casa. 

— Pasa Héctor… — contestó bajando las escaleras. 

— ¡Buenos días señorita! ¿ Cómo se siente hoy ?  — 

— Creo que hoy un poco mejor Héctor, pero no voy a mentirte se va volviendo más y más difícil cada día que pasa. —

— Supongo que eso es normal. — murmuró él chico . — Le he traído el desayuno… — 

— Eres un ángel no se que haría sin ti.— contestó ella agarrando la bolsa y poniendo un beso en la frente del adolescente. 

— Soy yo quien tiene que agradecerle… sin usted no tendría trabajo y aún seguiría en la calle, mendigando y durmiendo en los callejones.— 

Ella le dió una palmada en la espalda. 

— Yo también estoy sola, y se lo que se siente estar desprovisto y asustado. — 

— Las orquídeas y los claveles llegaron hace algún rato y hay varias entregas por hacer. He dejado la tienda sola para venir a traerle el desayuno, pero los repartidores no deben tardar en llegar para recoger los encargos de hoy— agregó Héctor cambiando el tema. 

— Yo iré hacia allá ahora mismo. Tú vete a la escuela. 

Milena se levantó de la silla y se tambaleó hacia atrás. Héctor la sujetó por el brazo. 

— Señorita, ¿ está bien? —

— Sí, ha sido solo un mareo. Vete ya… — 

— No creo que deba trabajar en estas condiciones … — 

— Por favor Héctor… es mi obligación preocuparme de ti, no a la inversa. Te he dicho ya que estoy bien. — 

— Pero no sé ve usted muy bien, si me permite decirlo. — 

— No he estado durmiendo mucho, es todo. — 

— Ni comiendo mucho… mire esas ojeras…nada de esto puede ser bueno…— 

Zafiro dejó escapar una carcajada. 

— Que tierno eres… — 

— Yo creo que debería tomarse un par de días libres… yo podría encargarme de la tienda y decirle a mi profesora que faltaré a algunas clases… no creo que le importe mucho.— 

— ¡ Ni hablar! Yo estoy perfectamente bien, no es como si estuviera enferma. — 

— No, yo sé que no,  pero debería descansar más. Es importante que se cuide y se alimente bien.Ambos se lo agradeceríamos…— replicó él poniendo la mano en su barriga y sonriendo al sentir el movimiento en su interior. 

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