UN NUEVO DÍA

Comienza un nuevo día. Los rayos del sol se asoman ligeramente por la ventana de la habitación. Elizabeth abre sus ojos y rápidamente se pone en marcha. Toma su toalla y se dirige al baño. Se lava los dientes y entra a la ducha mientras la escena de lo ocurrido con David invade su mente. No hace más que pensar en esas palabras. Su cara vuelve a tornarse roja cuando siente que tocan a la puerta.

— Es Alice, ¿vas a tardar mucho? — No, ya casi termino. Dame un momento y salgo — Ok, perfecto — contestó Alice.

Elizabeth se cubrió con la toalla y salió. Abrió el closet y dijo: —Hoy debo impactar. Sacó un conjunto blanco de dos piezas: un pantalón largo ceñido al cuerpo y un blazer manga larga con vuelos y dobladillo. Para terminar, sacó unas hermosas sandalias de aguja con tirantes delgados y un bello bolso de mano. Comenzó a vestirse y cuando casi terminaba, se sentó frente al espejo, aplicó sobre su suave y delicado rostro un cálido maquillaje y por último peinó su cabello, diciendo: —Estoy lista para triunfar. Aunque lo que realmente buscaba era que David se tragara sus palabras.

Elizabeth, Alice y Francis se dirigían al aula 321, en la cual se impartía la asignatura de Derecho Civil II con el profesor Scott Miller, quien a su vez era el facilitador de Litigios (Moot court); una actividad extracurricular de la facultad de Derecho, en la que los participantes simulan procesos ante una corte.

— Buen día, señor Miller — dijo Elizabeth. — Buen día, señoritas. Antes de tomar asiento para la asignación de los grupos para la simulación de proceso ante la corte, coloquen sus nombres en este listado. Y se les recuerda que deben ser puntuales.

Las tres chicas se fueron sentando. Cuando Elizabeth se sentó y miró a un lado, se percató de que allí estaba David con sus ojos clavados en ella. Su mirada reflejaba gran asombro. No podía imaginar que la torpe chica de jean roto y camiseta a quien había insultado frente a todos fuese la misma que estaba sentada justo al lado.

El profesor entró en materia y comenzó hablando de los litigios sobre Derecho Mercantil, mencionando un caso muy famoso y reciente que estaba en discusión en la corte. Al transcurrir la clase, se fueron formulando preguntas, a las cuales Elizabeth respondía de manera sabia y asertiva, refutando cualquier opinión por parte de David. El clima en el aula se tornaba tenso porque pasó de una simple clase a un debate en una lucha por demostrar quién era el mejor.

— La clase ha estado genial. Hace mucho que no veía tanta pasión y dominio. Después de esto, ya sé cómo asignaré los grupos para el (Moot court). Dentro de una hora estaré enviando al grupo de W******p las asignaciones del caso y a qué parte pertenecen. ¡Feliz día! — dijo el profesor Miller mientras se marchaba.

Jackson Justiniani, quien también venía de intercambio, era hijo de un viejo amigo del padre de David. Ambos chicos solían ser amigos de la infancia, de hecho, se podía decir que era el único y verdadero amigo que tenía, y ahora estaba de vuelta acompañándolo a todos lados.

— Ha estado estupenda, ¿verdad? —dijo Jackson mientras David observaba a Elizabeth.

— Solo ha sido suerte. Dime, ¿quién no ha escuchado hablar de ese caso? — preguntó David.

— Amigo, te admiro y respeto, pero esa chica sabe lo que hace y dice. ¡Y tienes razón, muchos escuchamos del caso, pero el dominio y la profundidad del tema solo tú y ella la tenían; así que ¡Honor a quien honor merece! — exclamó Jackson con una ligera sonrisa.

— Te dejas impresionar fácilmente, Jackson. Esperemos a ver cómo se defiende tu abogada estrella en el caso asignado.

— Por favor, ¿a quién tratas de engañar? — No solo te impresionó su defensa, sino también su inteligencia y su gran belleza, que es imposible pasar por alto. ¿O crees que no vi cómo la observaste desde que llegó?

— Ja, ja, ja — sonrió David. — Amigo, creo que has perdido la razón. Ni en mil años pondría mis ojos en ella.

— Pienso que no es necesario hablar de mil años, porque te puedo jurar que ya lo hiciste, pero tu orgullo y tu soberbia no te permiten ser sincero contigo y reconocerlo — añadió Jackson.

— Dejemos esa absurda conversación y vayamos a la práctica de fútbol. Vamos a ver si aún eres bueno con el balón.

David y Jackson caminaban hacia los casilleros a cambiarse de ropa para la práctica de baloncesto. En el camino a la cancha, notaron que Amaranta sostenía una fuerte discusión con una de las animadoras que se encontraba pegando un comunicado en la cartelera.

— Mira cómo siempre Amaranta haciéndose sentir. ¿Qué nueva pataleta tendrá? ¿Será que se le quebró una uña o la hicieron perder el estilo?

— Jajajá, ignorarla es lo que casi siempre hago para poder soportarla — contestó David.

— Pobre de ti, amigo, y saber que en cuanto te gradúes deberás casarte con ese tormento sin ninguna otra opción. No sé cómo haces para tolerar todo lo que tu papá te ordena sin poner ninguna objeción.

— Es parte de los negocios, Jackson. Para ser exitoso, debes ser frío y calculador en cuanto a los sentimientos. Es mejor dejarlos detrás de la puerta del dormitorio para que no te perjudiquen y arruinen tu vida.

— Otra vez no estoy de acuerdo contigo, mi gran amigo, porque si tu padre fuese dejado los sentimientos detrás de la puerta, tú jamás hubieras nacido. Y no me vas a venir con el cuento de que el matrimonio de tus padres también fue por contrato. Mi padre me contó su historia, que por cierto es muy interesante.

— Bueno, solo puedo decir que sabes más de la vida de mis padres que yo. A mí solo me contaron de todo lo que trabajaron para posicionarse como la mejor empresa del país y bla, bla, bla, toda la charla aburrida que lo acompaña.

Ambos amigos entraron a la cancha y comenzaron a practicar. Mientras tanto, en la cafetería de la facultad, Francis, Alice y Elizabeth conversaban sobre lo interesante que estuvo la clase. Aunque no eran las únicas, ya que al terminar la clase todos hablaban de eso, pero sobre todo de que había llegado alguien a la altura de David o quizás superior a él, puesto que solo Elizabeth consiguió dejarlo casi sin defensa.

— ¡La clase de hoy fue fascinante! Espero que todas sean así de dinámicas — exclamó Francis.

— Indudablemente, si tenemos dos titanes luchando para destruir a su oponente y titularse como el mejor — añadió Alice.

Elizabeth solo escuchaba atentamente la conversación entre Alice y Francis, sin emitir comentario alguno, mientras hacía un gesto sarcástico y tomaba su malteada.

— Eso es indiscutible. Se podría decir que fue una batalla entre los dioses Zeus y Atenea. Por un momento me sentí en el Olimpo.

En ese momento, Elizabeth, con la mirada perdida en el horizonte, dijo: "Juré que lo haría tragar cada palabra y cada insulto. Y qué mejor manera de herirle el ego al engreído. Ese pobre niño rico y sus lacayos no saben con quién se metieron".

— Ya comencé mostrándole que no es precisamente el mejor de la clase. Ahora se lo voy a demostrar ganando en el (Moot court). Por otra parte, escuché que están buscando nuevas animadoras y nueva capitana. Eso va a ser otro golpe, pero más orientado a su patética novia. Me voy a encargar de conquistar su territorio para luego destronarlos.

— Eres una mente calculadora. Me encanta tu plan y desde ya cuentas conmigo — apuntó Francis.

— Es mi primo y lo quiero, pero le falta humildad y empatía. No quiero justificar su comportamiento, pero así lo educó mi tío. Siempre ha sido duro con él, siempre ha tenido que ser perfecto en todo. Creo que mi primo y tú están jugando con fuego.

— Disculpa, Alice, pero tu tío también te educó y viviste con él, y no eres como David.

— En parte tienes razón, Elizabeth. Me educó igual, pero conmigo era afectuoso y protector. Si hacía algo mal, él estaba para enseñarme. En fin, Elizabeth, creo que ambos están jugando con fuego y temo que salgan lastimados.

— ¿A qué te refieres? — preguntó Elizabeth.

— Sinceramente, pienso que mi primo y tú se atraen de una manera tan intensa que tienen pánico de aceptar lo que les está pasando y prefieren disfrazar todo con el orgullo, el ego y la soberbia — contestó Alice.

— Te equivocas. Lo único que siento es rabia. Así que no te preocupes, que estaré bien amiga.

Las tres amigas salieron de la cafetería para asistir a la próxima clase. Mientras caminaban, las palabras de Alice retumbaban en la mente de Elizabeth. Al mismo tiempo, la imagen de esos ojos azules del primer encuentro invadía su memoria.

Cuánta verdad tendrían esas palabras. Elizabeth tenía esa inquietud, pero, aun así, no desistiría de sus planes.

Jackson y David culminaron la práctica. Enseguida fueron a las duchas, se vistieron y salieron. Caminaban por el campus rumbo a los dormitorios. Jackson hablaba y hablaba, mientras David iba en silencio.

— ¡Hey! David, ¿aún sigues en la tierra? — dijo Jackson lanzando un balón que tenía en la mano.

David rápidamente se arrojó para atrapar el balón sin percatarse de que Elizabeth y compañía venían por uno de los pasillos. En eso, David colisionó con Elizabeth y ambos dieron una vuelta y cayeron al piso.

David cayó acostado sobre la pobre Elizabeth, quien recibió todo el golpe de la caída. Aunque en ese momento nadie se quejó, solo se veían fijamente el uno al otro, sus corazones latían como potros salvajes. Era imposible que las palabras de Jackson y Alice tuvieran algo de verdad.

— ¿Qué esperas para quitarte, es que el señor todopoderoso que no tiene ni una milésima de torpeza según él, no le enseñaron a levantarse después de una caída? — dijo Elizabeth tras romper el silencio.

David se levantó con gran rapidez y respondió — No sé caer porque nuestro poder es tan grande que jamás escucha bien, jamás caemos. Eso solamente lo hace la gente como tú que tiene que tratar de sobrevivir.

— Si, exactamente es lo que hace la gente como yo, por esa razón no nos afecta en lo absoluto caer, levantarnos y seguir intentándolo hasta tener éxito. En cambio, tú, si tu imperio se derrumba, quedas aplastado debajo de los escombros.

— ¡Basta! — Exclamó Jackson. — Parecen un par de chiquillos. David, sigue por favor a la habitación y tú, Elizabeth, te encuentras bien.

— Me duele un poco la cabeza y la espalda, pero estaré bien. Gracias por preguntar y les pido disculpas por mi comportamiento, pero en realidad no soporto a ese hombre, hace que pierda la paciencia.

— Tranquila, no hay nada que disculpar. Y si ambos tienen un impresionante poder de hacerse la vida imposible. Bueno, chicas, les pido un permiso, voy a escuchar los aullidos de aquella fiera.

Cada quien se fue a su habitación. Elizabeth tomó el primer turno en el baño. Comenzó a desvestirse después de terminar. Abrió la llave de la regadera y entró en la ducha. El agua caía en su cabeza como un torrente y se deslizaba por su escultural cuerpo. Tomó el champú y lo aplicó sobre su largo cabello negro. Luego, el jabón y comenzó a enjabonarse.

Nuevamente, las palabras de Alice y la imagen de la discusión con David volvían a su mente. Tenía tantos sentimientos encontrados: rabia, miedo, incertidumbre y hasta esa sensación en la cual su corazón latía a un ritmo desenfrenado cada vez que David estaba a su lado. Era un acertijo difícil de descifrar. El enredo que había en su cabeza la estaba enloqueciendo. Comenzaba a sentir temor de perder el control de su vida.

Era tan irónico ver tanta contrariedad entre dos personas con tantas cosas en común que resultaba difícil creer que no se llevaran bien. Los días transcurrían, las clases y las evaluaciones seguían su curso. Sin embargo, siempre tenían tiempo para salir y divertirse o simplemente para inscribirse en alguna actividad.

Las inscripciones para la audición de porristas habían finalizado y los resultados estaban publicados en la cartelera. Las chicas buscaban sus nombres en el listado, unas con más suerte que otras.

Elizabeth esperaba que se despejara un poco el lugar para poder ver si estaba en la lista. Francis, alocada e impaciente como de costumbre, se abrió paso entre las muchachas hasta llegar al listado. De repente, salió saltando y dando gritos.

— ¡Aaah, qué emoción! — Gritó Francis con gran felicidad —. Quedamos en la selección, Elizabeth. Y dice "rutina de cinco estrellas".

— Felicidades, amiga. Lástima que no quisiste participar, Alice. Me hubiera gustado que participaras.

— Lo sé, Elizabeth, pero ya tengo suficiente con estar en medio de la batalla entre mi primo y tú, para ahora tener que soportar lo que se te viene encima con Amaranta, que por cierto allí viene.

— No te preocupes, Alice. Con peores serpientes he tenido que lidiar.

Alice, Elizabeth y Francis continuaron platicando mientras Amaranta y su grupo se acercaban a la cartelera para ver los resultados. De repente, Amaranta comenzó a despotricar cuanta cosa se le cruzara por la mente. No podía ser verdad, ese resultado estaba mal, Elizabeth no podía tener más calificación que ella.

Elizabeth la vio y sonrió de manera altanera y burlona. — ¿De qué diablos te ríes, infeliz, muerta de hambre? Acabas de cometer el peor error de tu vida — dijo Amaranta llena de rabia —. El peor error de mi vida sería quedarme con tu novio, querida. Y fíjate que eso, hasta ahora, no está en mis planes —contestó Elizabeth en tono irónico y calmado.

Amaranta se abalanzó sobre Elizabeth y, en ese momento, llegó David para sujetarla.

— ¿Qué te sucede, Amaranta? ¿Acaso te volviste loca? — preguntó David.

— Loca, esta arribista quiere quedarse con mi lugar en las animadoras y hasta contigo, y tú dices que estoy loca — respondió Amaranta ofuscadamente.

— Vamos, Amaranta, es mejor que salgamos de aquí para que te calmes.

David la tomó por el brazo y se la llevó, mientras Alice, Elizabeth y Francis iban a la heladería con Jackson por un helado y comentaban lo ocurrido.

— Tú sí que sabes darte a querer, ¿no, Elizabeth? — dijo Jackson.

— Muy gracioso, Jackson. Y no se trata de hacerme querer o buscar problemas. Todos saben que ya intenté ser amable y me humillaron. No puedo dejar de ser quien soy o no participar en lo que me gusta porque al rey y a su reina eso les quite el sueño.

— No te molestes, Eliza. Mi amigo y su novia deben entender que el mundo no gira en torno a ellos y que no son el centro del universo. Cambiando de tema, ¿cómo se preparan para litigar esta semana? Es la defensa.

— Tenemos un equipo sólido, Jackson. Nuestra defensa será magistral. Nuestro planteamiento, aunado con los argumentos y las pruebas, nos harán ganadoras.

— ¡Wao! Alice, por un segundo pensé que hablaba con David. Lo siento, Jackson, no quise ser engreída.

— No te preocupes, Alice. Solo bromeo. Ahora les pido que disculpen, debo ir a practicar el juego. Es pasado. Mañana nos vemos luego.

— Nosotras deberíamos ir a cambiarnos para practicar también — añadió Francis.

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