Jackson se marchó. Todo sería más agradable si David, Elizabeth, las chicas y yo compartiéramos juntos como amigos; esta división es tan absurda. Espero que después del juego todo mejore", pensó. —Tal vez si muevo un poco las piezas, pueda hacer que esos dos se acerquen sin que se maten, reflexionó mientras continuaba rumbo a la práctica.
Al mismo tiempo, Elizabeth, Francis y el resto de las animadoras organizaban una nueva coreografía. Era algo movido, sexy y urbano, con muchos movimientos increíbles. Amaranta las observaba con tanta molestia que sus ojos destellaban una malicia indescriptible. No toleraba que después de tanto tiempo siendo la capitana del equipo de animadoras, una recién llegada se quedara con su puesto. Hizo el último intento de hablar con la entrenadora, pero solo consiguió una respuesta negativa, la cual Amaranta no aceptaba. Prefería dejar el equipo a ser dirigida por Elizabeth.
Amaranta tomó sus cosas y salió de la práctica. Era obvio que había perdido la capitanía del equipo, pero les tenía preparado algo para que no se presentaran.
Al terminar la práctica, Amaranta ingresó a los vestidores y tomó todos los uniformes de las animadoras, volviéndolos trizas con una tijera. Ya no tendrían vestuarios para presentarse, y aún faltaba el toque final que estaba dedicado especialmente a Elizabeth.
Amaranta no solo arruinó el vestuario de las animadoras, sino que también contrató a dos sujetos para que agredieran a Elizabeth, ya que en las noches siempre solía salir a trotar.
Elizabeth, que no era nada ingenua y que siempre hacía caso a sus presentimientos, se reunió con el equipo y les propuso renovar el vestuario, pero que todo fuera una sorpresa.
Las chicas, después de la reunión, fueron a comprar los materiales para crear el nuevo vestuario y, al mismo tiempo, divertirse y conocerse un poco más.
Cuando regresaron, comenzaron a crear el nuevo vestuario, algo con un toque lindo, brillante y sexy, pero sin llegar a lo grotesco y vulgar. Al terminar, cada una se marchó a su habitación para descansar, pues al día siguiente sería el gran día.
Por su parte, Elizabeth decidió ir a trotar, como casi todas las noches. Esta noche no sería la excepción, ya que estaba un poco tensa por el día que le esperaba.
Se colocó ropa deportiva, tomó su teléfono y unos audífonos, y salió de la habitación. Elizabeth comenzó a trotar; cuando ya llevaba la segunda vuelta, se percató de que dos hombres vestidos de negro caminaban hacia ella. Por un momento sintió miedo, pero decidió seguir adelante.
Cuando ya estaban cerca, Elizabeth les dio las buenas noches y continuó. De repente, sintió un tirón hacia atrás; uno de los hombres le proporcionó un fuerte golpe en el rostro, haciendo que cayera al suelo. Ella le dio una patada y, como pudo, se levantó; trató de correr, pero el otro hombre la sujetó mientras la lanzaba nuevamente al suelo y se trepaba sobre ella.
En medio del forcejeo y la desesperación, Elizabeth pensó: "¿Será este mi final? Tanto sufrimiento, tanto luchar para salir adelante, ¿y mi vida se esfumará en manos de este hombre al que nada he hecho?". Mientras las manos del hombre rodeaban su cuello y la dejaban sin aliento, se dijo: "Calma, Elizabeth, jamás te has dado por vencida, así que es hora de luchar por tu vida. No llegaste aquí para terminar así". Continuó forcejeando, le hizo varios arañazos en las manos y el cuello al sujeto, pero este no retrocedía. Elizabeth se zafó, logrando darse vuelta para tratar de sacarse de encima al sujeto, pero era imposible. Ya no tenía fuerzas, su cuerpo cansado no podía más; solo quedaba gritar. El atacante ordenó al otro sacar una tijera y cortar el cabello de Elizabeth despiadadamente.
De pronto, escuchó una voz que se acercaba y les decía a los hombres que la dejaran y se alejaran; rápidamente, los agresores se levantaron y se fueron corriendo. Elizabeth alzó la mirada y vio a David y Jackson acercarse.
David la ayudó a ponerse de pie, mientras Jackson tomaba el teléfono de Elizabeth.
— ¿Te encuentras bien? —preguntó David. — ¿Te hicieron daño? ¿Quiénes eran esos sujetos? —continuaba preguntando.
— No tengo la menor idea, solo salí a trotar como casi siempre lo hago, pero jamás había sucedido nada. —contestó Elizabeth.
— Esto no debería pasar, estamos dentro del campus, se supone que hay seguridad. Los atacantes saben cómo funciona todo aquí. —añadió Jackson.
— Sí, pero aquí jamás había sucedido algo así, Jackson. Por otra parte, Elizabeth, deberíamos llevarte al médico para que te chequen. Mira cómo te golpearon y hasta tu cabello lo cortaron. ¿Qué tipo de persona hace algo así? Esto es inconcebible.
— No te preocupes, David, solo quiero ir a mi habitación, darme una ducha, ver qué puedo hacer con mi cabello y tratar de dormir. Mañana tenemos un largo y agotador día, mejor vamos a descansar —sugirió Elizabeth.
Ambos chicos acompañaron a Elizabeth hasta su habitación y llamaron a Francis y Alice.
— ¿Qué te sucedió, Eli? ¿Quién diablos te hizo esto? —preguntó Francis—. No tengo ni la menor idea —indicó Elizabeth, mientras su mirada reflejaba que sí sabía quién estaba detrás de lo ocurrido. —Muchas gracias, chicos, por aparecer en el momento oportuno y por traerme hasta aquí. Realmente gracias y que pasen buenas noches.
— No te preocupes, no fue nada —contestó David un tanto preocupado.
Alice acompañó a los chicos a la puerta. Cuando regresó, le preguntó a Elizabeth si realmente no sabía quién le había hecho eso, porque su mirada reflejaba otra cosa. A lo que Elizabeth contestó:
— Realmente creo que Amaranta está detrás de todo esto, pero no tengo prueba alguna. Ahora ayúdenme a tratar de acomodar mi cabello para poder ir a tomar una ducha y descansar.
Afortunadamente, el cabello de Elizabeth estaba tan largo que los cortes que le habían hecho no habían causado un daño irreparable. Las chicas lograron sacarle un corte casi de revista. Entre tanta plática, las chicas comenzaron a bromear acerca del rescate de David, el cual había llegado con su fiel compañero en su caballo blanco a rescatarla. Aunque el "caballo blanco" de David realmente era un bello Ferrari color plateado.
Las chicas terminaron de platicar y se fueron a dormir. Mientras tanto, Elizabeth tomaba una tibia ducha y pensaba en lo sucedido y en cómo se había comportado David a pesar de sus fuertes discusiones. Por otra parte, también pensó en lo mucho que debía cuidarse de ahora en adelante. Terminó de ducharse, se colocó la ropa de dormir y se fue a descansar.
El día llegó, el equipo rival había llegado, y los chicos en los casilleros repasaban una y otra vez las jugadas.
Las animadoras llegaron a los vestidores y encontraron el antiguo uniforme hecho trizas. Eso era lo que había presentido Elizabeth, pero afortunadamente ya ellas tenían un nuevo uniforme. Rápidamente, se vistieron y salieron a la cancha para hacer su primera rutina. Todos estaban deslumbrados, los nuevos uniformes eran todo un éxito.
Amaranta, quien esperaba con ansias y una enorme sonrisa la salida de Elizabeth, disculpándose por no poder animar a falta de uniforme y con el cabello hecho un desastre, quedó estupefacta cuando la vio salir con uniforme nuevo y un espectacular corte de cabello. Su sonrisa de inmediato se esfumó; no podía creer que lo que veían sus ojos fuera cierto. Se levantó y salió empujando a quien se atravesara en su camino.
El juego comenzó, todo eran aplausos, risas, gritos y diversión. Jamás se había visto tanta diversión y tanto ánimo en un partido. Finalmente, los chicos ganaron y comenzaron a tomar las fotos al equipo campeón; Jackson, que no podía perder la oportunidad, solicitó que se le tomara una foto a ambos capitanes sosteniendo el trofeo. Elizabeth y David cruzaron miradas y finalmente se tomaron la foto, la cual luego saldría en la portada del diario de la universidad con un pícaro comentario.
Finalmente, todos se retiraban para ir a descansar, ya que en la noche sería la celebración en la fraternidad.
John, el presidente de la fraternidad, se acercó al grupo de animadoras y extendió una invitación muy especial para que asistieran a la celebración.
— Allí estaremos, no me perdería esa celebración por nada del mundo —dijo Francis mientras le coqueteaba sutilmente a John.
Finalmente, la noche llegó. La música movida y pegajosa incitaba a bailar, la bebida y el entremés se hacían presentes en una moderna y exclusiva mesa de buffet, el lugar estaba colmado. Jackson y David, incomodados, escuchaban la interminable queja de Amaranta sobre lo sucedido con su lugar en las animadoras y el reclamo por haber auxiliado a Elizabeth.
De pronto la puerta se abrió, el grupo de animadoras hacía acto de presencia, todas las miradas estaban sobre Elizabeth, era incómodo el momento. John se acercó para saludar y romper el hielo; poco a poco las chicas comenzaron a bailar y socializar. Alice y Elizabeth observaban a Francis, que bailaba gustosamente con John.
Mientras Amaranta las veía con odio, por un momento no se percató de lo que hacía y derramó el trago sobre su vestido. Jackson aprovechó el momento para dejar a David y saludar a las chicas.
— Buenas noches, chicas. ¿Por qué tan solas? Vamos a bailar —propuso Jackson.
— Alice, ve a bailar con Jackson —sugirió Elizabeth. —¿Y tú te quedarás sola?
— No te preocupes por mí, Alice, diviértete y disfruta el momento, mientras yo iré por una copa.
Elizabeth caminó hacia la mesa, se sirvió un trago. Cuando de pronto alguien se le acercó y le dijo:
— Excelente presentación la de hoy.
— Gracias, David, el juego también estuvo bastante entretenido —contestó ella, mientras su corazón se aceleraba.
— ¿Por qué de un momento a otro has cambiado conmigo? ¿Acaso un engreído como tú ha podido ser dominado por alguien como yo? —preguntó Elizabeth.
— No he cambiado de opinión, sigues siendo esa chica torpe. Simplemente, cuando algo está bien, lo reconozco —contestó David con un gesto de contrariedad.
— No hay duda alguna, siempre serás un patán —respondió ella—. Que no se te olvide que este patán y su amigo salvaron tu vida —añadió David.
Elizabeth tomó otra copa y salió del lugar, dejando al insoportable chico mientras pensaba en lo que le estaba pasando con David. Llegó al jardín y comenzó a contemplar las estrellas; del otro lado del jardín, David tenía el mismo conflicto. De pronto, sus miradas se encontraron de frente, cada uno a un extremo del jardín.
— No puedo creerlo.
— Yo tampoco —dijo David—. Creo que será mejor que nos mantengamos al margen.
— ¿De qué hablas? Yo llegué primero a este lugar —añadió Elizabeth, cuando en realidad sabía de qué estaba hablando David.
— Esto es desagradable. No es un secreto para nadie que ni tú me soportas ni yo a ti. Lo de la otra noche fue una obra de caridad; así que limítémonos a toparnos lo menos posible.
Diciendo estas palabras, David se marchó, dejando a Elizabeth sin palabra alguna. La fiesta terminó, eran alrededor de las cuatro de la mañana cuando las tres amigas regresaban a la casa. Comentaban lo bien que habían pasado la noche; Elizabeth solo quería dormir y dejar a un lado la extraña conversación con David.
Ese fin de semana fue frío y lento. No había mucho que hacer porque todo el día había llovido a cántaros. Las chicas pasaban el tiempo estudiando o simplemente inventando algunas actividades para hacer y pasar el rato; así transcurrió el sábado y parte del domingo. Se fue el día y con él la lluvia. La noche había caído; el cansancio en las muchachas se hacía presente. Era hora de dormir. Finalmente, faltaban horas para el litigio.
El momento que todos esperaban con ansias finalmente había llegado. Elizabeth y David se enfrentarían; la sala de sesiones estaba preparada, todo perfecto y pulcro. David y su equipo llegaron temprano para finiquitar algunos puntos. Elizabeth, que pasó la noche sin poder dormir, pasa frente a todos luciendo su real majestad con un elegante traje Chanel rosa con negro de blazer y falda, combinado con unos zapatos altos negros. Las miradas, puestas en su envidiable belleza, con gran sutileza y serenidad, sonriendo, dice:—Buen día, ¿cómo están? ¿Ya todos están preparados?—Estoy nerviosa —contestó Alice—. No hay problema, todo estará bien. Además, ¿cuántas veces practicamos? —respondió Francis.—Sí, practicamos mucho, Francis, pero no es igual si no sabemos qué tiene preparado la parte acusadora.—No se preocupen, chicas, todo estará bien. Este caso lo ganamos, pero por muchas acusaciones que tengan en contra, no podrán ganar. Probaré la inocencia de mi cliente —dijo Elizabeth sonriendo
Pasados los cinco minutos, todos regresaron a la sala para escuchar la defensa de Elizabeth.—Tomen asiento, Srta. Campbell, puede dar inicio a su defensa —dijo Miller.—Sr. Cárter, por favor, suba al estrado —dijo Elizabeth con una seguridad que reflejaba su determinación de ganar.—¿Sr. Cárter, por qué discutía con su esposa la noche anterior al homicidio?—La discusión fue porque le dije a mi esposa que ya era hora de que mi cuñada se fuera a vivir a otro lado; necesitaba tener privacidad.—¿Cómo reaccionó su esposa?—Se molestó mucho, me preguntó el por qué de esa decisión, que si su hermana había hecho algo para molestarme.—¿Su cuñada dijo que usted le propuso tener una relación, es eso cierto o falso?—Es falso. No acostumbro a hablar de una dama, pero ya que es mi libertad la que está en juego, debo decir que todo comenzó hace unos meses; ella se me insinuaba. Incluso hace unos días, mi esposa salió a trotar, yo me estaba duchando y mi cuñada, completamente desnuda, trató de e
Mientras estaban celebrando al otro lado del campus, David y su padre tenían una fuerte discusión.— ¿Me puedes explicar qué fue todo eso, David? Te estoy dando la mejor educación, comodidades, lujos para que seas el mejor abogado del país, incluso del mundo, y una chica te acaba de abofetear en un litigio ficticio. No quiero imaginar qué harías en uno real.—Papá, es una tontería, no tienes por qué ponerte así. Como ya lo dijiste, es algo ficticio.— ¿De qué rayos hablas? No es una tontería, David. ¿Dónde dejas nuestra reputación, nuestro apellido? ¿Cuidado con lo que haces o piensas, ese es tu futuro y el futuro de nuestra familia, así que basta de perder el tiempo, ¿se entendió?—Sí, señor.—Aún no puedo creer que te haya ganado una chica que solo está aquí por su inteligencia, que no tiene dinero ni un apellido de renombre.— ¿Cómo sabes eso, padre?—Supusiste que, porque estás aquí, no sé lo que hacen Alice y tú. Yo lo sé todo y te advierto, cuidado con lo que haces. Me voy, y ya
"Ring, ring, ring" sonaba la ruidosa alarma del reloj una y otra vez anunciando que el día había llegado. Las chicas corrían de un lado al otro, salían del baño, iban a la cocina, entraban al cuarto, y así cada una se fue vistiendo. Alice, como siempre, usaba un vestido holgado que no reflejaba su figura. Francis llevaba una cómoda braga con zapatos deportivos, mientras que Elizabeth, siempre radiante, optó por unos cómodos jeans con una camisa de tela suave y blazer, acompañados de zapatos blancos.Ya listas para salir, tomaron el equipaje y bajaron al encuentro con el resto del grupo. Al llegar, la limusina negra que los llevaría al aeropuerto estaba esperando. Los demás estaban colocando las maletas en el portaequipaje, mientras David trataba de zafarse del cuello de Amaranta.—Buen día —dijeron las chicas.Inmediatamente, todos voltearon a verlas mientras Amaranta se aferraba más a David.—"Guau", tú siempre radiante, Eliza, pareces modelo. Siempre captas las miradas de todos, vis
En la mañana, Alice, quien siempre se despertaba muy temprano, pasó por la habitación de David. Al abrir cuidadosamente la puerta, observó a Elizabeth con su cabeza apoyada en el brazo de David. Sorprendida, no dudó en sacar su celular y tomar una foto. Al capturar la escena, el flash del celular se reflejó y Elizabeth sobresaltada se despertó.—Alice, ¿qué sucede? —preguntó Elizabeth asustada.—Nada, solo pasé a ver cómo estaban. Lamento haberte asustado. —respondió Alice.Al escuchar la plática, David salió de entre las sábanas. En ese momento, Jackson y los demás pasaban por allí y vieron a David parado frente a ellos en bóxer. Todos veían a Elizabeth y a David con picardía, como con ganas de hacer bromas, pero Elizabeth estaba tan sonrojada que se retiraron sin decir nada.Elizabeth tomó su ropa y la toalla, y entró al baño. Cuando salió, David esperaba su turno para entrar.—El baño es todo tuyo. —dijo Elizabeth mientras tomaba sus cosas para salir de la habitación.En el comedor
Después de llegar al hotel, los chicos tomaron una ducha, descansaron y comenzaron a empacar antes de sentarse a disfrutar de una serie de películas antes de ir a dormir; pues parte de su premio estaría esperándolos.La alarma del celular comenzó a sonar "ring, ring", todos sintieron que había amanecido en un abrir y cerrar de ojos. Recordando que estarían un mes en una isla del Caribe, dejaron a un lado el sueño y el cansancio. Entraban y salían del baño, iban de un lado a otro terminando de recoger las cosas. Pasaron de ser abogados respetables a un grupo de estudiantes despreocupados dispuestos a disfrutar al máximo la vida.—Es hora de irnos, la limusina está esperando. —dijo David.—Listo, vamos, la diversión aguarda. —añadió Christopher.La limusina se puso en marcha, llegaron al aeropuerto, abordaron el jet y en un instante habían llegado a un paraíso terrenal.Allí ya estaba un guía esperando por ellos.—Bienvenidos a Jamaica, mi nombre es Zidane. Durante su estancia en la isl
Llovía cada vez más fuerte y el oleaje golpeaba brutalmente el bote. Elizabeth y David se aferraban al bote con todas sus fuerzas para no caer al mar; sin darse cuenta, con el vaivén de las olas, se habían quedado sin remos.Los terribles truenos estremecían todo con su estruendo y el viento azotaba el bote de manera implacable.Después de varias horas, la lluvia cesó. A lo lejos se veía cómo el sol se asomaba. Exhaustos, Elizabeth y David dormían en el bote.A medida que el sol llegaba a su punto máximo, el calor y la deshidratación se hicieron presentes. Ambos despertaron por el inmenso calor; hambrientos y sedientos, Elizabeth recordó que en su bolso llevaba agua y barras energéticas, que ahora eran su única opción para no deshidratarse. De inmediato comenzó a buscar dentro del bote.Era inútil, su bolso no estaba. Quizás había caído al mar mientras la tormenta los golpeaba.—Ya no aguanto, tengo mucha sed. No puedo más. Tomaré agua de mar. —dijo David, inclinándose para tomar agua
Mientras Elizabeth dormía, David estaba atento a cualquier cosa que se moviera. Era la primera noche que pasaban en ese lugar expuesto, casi a la intemperie, ya que el refugio que habían construido estaba hecho de hojas, ramas y lianas.David, a pesar de no tener todos los lujos a los que estaba acostumbrado, sentía una enorme tranquilidad al estar lejos de su padre, de Amaranta y de toda la responsabilidad que pronto estaría en sus manos.Ese paraje era hermoso, tan hermoso como lo era esa testaruda y peleona chica que estaba dormida frente a él.Allí, dormida en ese sitio, se veía tan indefensa. David pensó: "Provoca tomarla en mis brazos, abrazarla fuertemente para que se sienta tranquila y segura".—Qué diablos estoy pensando. Creo que el sitio, la falta de comida y el cansancio están nublando mi cerebro. —dijo David.—Me acostaré a un lado y dormiré antes de que sigan saliendo esos locos pensamientos. Total, sea lo que sea que haya estado rondando debe estar lejos porque no veo n