Sentado frente a su escritorio, dentro de lo que él llamaba su guarida, el Príncipe Setri volvió la mirada hacia la jaula donde su mascota, un ave bicéfala le observaba. La pócima para el poderoso Quantum estaba lista, era un brebaje simple de sabor dulce, tan dulce como la miel. Setri no tenía intenciones de matar a su amo, solo preparaba una infusión que le ayudará a dormir mejor. Una cosa bastante sencilla para un hechicero de su calaña.
Setri se miró en el espejo. Su cabello le llegaba a los hombros y tenía barba y bigote en forma de candado. Sus ojos eran tan humanos como los de cualquier mortal, salvo por un detalle espeluznante: el color del iris era rojo. Un rojo brillante. Rojo sangre. Su piel, también estaba demasiado pálida y si alguien le hubiera tocado habría sentido un frio glacial. Un termómetro podría arrojar una temperatura corporal media de 32 o 33 grados Celsius. Setri vestía una gabardina de piel color negro, estaba desabotonada y dejaba expuesto su pecho y abdomen. Estos eran fuertes, pero sin demasiada grasa corporal. Seguía contemplándose al espejo cuando pudo ver, con el rabillo del ojo, la silueta de una mujer y supo de inmediato de quien se trataba.
— Tan pronto has regresado – preguntó Setri sin volverse, ni perder la atención en su reflejo.
La mujer no contesto inmediatamente, primero entró a la sucia guarida de Setri y se sentó en uno de los altos bancos de madera.
— La cacería ha terminado – dijo Stacy con voz cansina.
Setri dejo en paz su reflejo, giro sobre sus talones y miró a Stacy. No lo hizo directamente a los ojos, al menos no de inmediato, sino que primero paseo la mirada por sus piernas. Eran unas piernas sensuales, largas y perfectas. Stacy iba entallada con un vestido corto color negro, el sostén era espectacular y las mallas que llevaba en las piernas la hacían parecer la mujer más sensual del universo.
— ¿Escuchaste lo que te dije? – preguntó Stacy un tanto impaciente ante el silencio de Setri.
— Claro – contestó Setri a secas.
— ¿No me preguntas por qué? — la expresión en el rostro de Stacy era totalmente humana. Parecía una mujer coqueteando en un bar con un desconocido.
— ¿Por qué? – Setri seguía comiéndosela con la mirada. No lo hacía de forma boba y sin gracia como suelen hacerlo los adolescentes en plena etapa hormonal, por el contrario, era una expresión madura, galante y soberbia al mismo tiempo.
Stacy se levantó sin contestar la pregunta y caminó hasta donde estaba Setri. Caminó como lo haría una modelo en una pasarela; pasó su lengua bífida por sus labios y se abandonó por completo a su lado humano.
Setri la tomó de la cintura, deleitándose con el simple contacto de sus dedos con las caderas de Stacy. Stacy puso ambas manos sobre los hombros de Setri mientras seguía paseando su lengua por las comisuras de su boca. De pronto, y a la velocidad de la luz, los ojos color ámbar de Stacy cambiaron a los mortíferos ojos de serpiente que tanto pavor habían infundido en las prisioneras desnudas del sótano. Setri sintió de pronto que el calor se encendía en su entrepierna. Le excitaban tanto los ojos de Stacy, como a un hombre común los pechos y el trasero de una mujer. Setri la sujetó con más fuerza y la acercó todo lo que pudo hacía él. Stacy sacó su larga lengua bífida y lamió la mejilla derecha de Setri; esté sintió rápidamente el poder de una erección. Erección que iba en aumento a medida que Stacy comenzaba a besar su cuello con pasión desenfrenada. A los besos se sumaron pronto las caricias de ella en la entrepierna de Setri.
Para cuando Stacy consiguió quitar el pesado cinturón y desabotonar el pantalón, Setri tenía una erección tan potente como no recordaba haberla tenido nunca. Stacy introdujo el miembro en su boca y Setri emitió un gemido de placer. La lengua bífida de Stacy le proporcionaba una dosis extra de placer. Setri bajó la mirada, deleitándose con la visión de Stacy con el pene dentro de su boca. Ella se movía frenéticamente, moviendo la cabeza de atrás hacia adelante en movimientos constantes y acompasados. Setri tomó la cabeza de Stacy con ambas manos y comenzó a impulsar su pelvis contra la cavidad oral de ella. Empezó lentamente, luego más rápido, hasta que al final el movimiento era tan rápido como para que una mujer que no perteneciera al reino de las criaturas pudiera resistirlo. Cualquiera que hubiera visto la escena desde fuera, hubiera pensado que más que darse placer, Setri parecía decidido a atravesar el cráneo de Stacy con su largo pene. Algunos más, probablemente habrían reído ante lo inusual y peculiar de la escena.
Finalmente, tras algunos minutos la escena culminó con el rostro de Stacy cubierto de una espesa capa de secreción. Setri se subió de nuevo los pantalones, mientras Stacy iba a limpiarse la cara.
Setri volvió a mirarse en el espejo y le complació verse con mejor color que antes, se veía más apuesto y más fuerte que antes de la llegada de Stacy.
— Se acabó la diversión, es hora de hablar – anunció Stacy a sus espaldas.
Martha Gray y Madeleine estaban en un callejón. Habían encontrado varias bolsas con ropa vieja y aunque la mayoría de las prendas estaba rota u olía muy mal, pudieron encontrar (después de revisar varias bolsas) algunas ropas adecuadas para ellas. Martha encontró una sencilla blusa color azul marino y unos pantalones de mezclilla algo desgastados y algunas tallas más grandes que los que ella usaba, pero estaba bien, cumplían con el propósito de tapar su desnudez y brindar, aunque sea una mínima protección contra el frio. Madeleine, por su parte, encontró una playera color blanco, unos pants bastante holgados y un par de zapatos para cada una. Permanecían acurrucadas una pegada a la otra, el bebé llevaba apenas una sencilla frazada como protección contra el ambiente. No tenían manera de saber qué hora era, pero en su interior sospechaban que ya debía haber amanecido. No era normal que la noche durará tanto. Permanecieron un rato sin hablar, cada una per
Setri estaba terminando de afilar sus cuchillos cuando llamaron a la puerta. — Adelante – dijo Setri dejando el último cuchillo sobre la mesa. Un hombre bastante enorme entró a la habitación, era tan alto que tuvo que agacharse para evitar golpearse la cabeza. — Príncipe Setri las legiones han despertado – informó el gigante. — ¡Estupendo! – dijo Setri poniéndose en pie rápidamente. – Gracias Paul, puedes retirarte. El gigante asintió, hizo una reverencia y salió repitiendo el molesto proceso de tener que agacharse. Setri recogió su pesada gabardina del suelo y se la puso. Tomó un sombrero negro de copa alta, y un bastón que colgaba de la pared. Su aspecto había mejorado notablemente luego de la visita de Stacy. Salió de su guarida hacía un largo pasillo iluminado solamente por algunas antorchas sujetas a las paredes. En el pasillo, la sensación de calor era densa y sofocante, la sensación térmica superaba fácilmente los
Brooke supo de inmediato, al ver que el día se quedaría sumido en tinieblas, que aquello tenía que ser obra de la bruja Stacy. Quantum no permitiría jamás que la oscuridad se prolongará más allá de lo establecido por las leyes de la naturaleza. Era demasiado arriesgado, porque, aunque eso significaba que las criaturas tendrían mayor poder y vitalidad, también significaba que tarde o temprano se verían forzados a dormir. Dormir de noche los volvía vulnerables ante un posible ataque de las legiones.Las legiones estaban por debajo de las criaturas en un nivel estrictamente jerárquico. Durante siglos habían trabajado en conjunto con el reino de las criaturas, pero ahora, bajo el mando de Stacy, con toda seguridad se volverían en su contra. Se desataría una guerra, en la que, con toda seguridad, los humanos quedarían en medio del fuego cruzado. Y ahora, all&iacut
El edificio Charleston en el centro de la ciudad es la sede de muchas compañías extranjeras presentes en el estado. Tan alto que casi podría considerarse un rascacielos en la pequeña ciudad de Laredo, Texas y de una base tan ancha casi del tamaño de una pista de atletismo. El piso 17 del edificio Charleston, antaño utilizado como sede para trasmitir noticias, programas de radio local y alguno que otro show televisivo barato, se hallaba totalmente a oscuras (como el resto de la ciudad, el país y quizá el mundo entero). El reloj de pared en forma de ovoide marcaba las 12:20 pm de un viernes. Pero afuera, la ciudad seguía tan sumida en la oscuridad, como si fuera medianoche. Ese día se habían suspendido las labores en casi todo el edificio y solo algunos veladores se paseaban inquietos por los pasillos, ayudados por la luz de su teléfono celular como única fuente de iluminación, habían abierto las puertas como todos los días a las 6 am del viernes. Los empleados del turno matutino come
Ibrahim Al Khali estaba por cumplir diez años de prisión en la penitenciaria de máxima seguridad ADX Florence en Colorado, Estados Unidos, tras recibir una condena por los cargos de terrorismo y secuestro. Al Khali había intentado, además, detonar una bomba en un vuelo comercial en 2008 y era responsable directo del asesinato de algunos ministros y funcionarios del gobierno estadounidense. Ahora, confinado en su diminuta celda en la que pasaba 23 horas al día encerrado sin ver la luz del sol, Al Khali sabía que algo andaba mal, aun dentro de su limitado espacio lo sabía, había algo que no cuadraba. Para empezar, no había recibido alimento desde la noche anterior y ahora el pasillo parecía extrañamente silencioso. De acuerdo, el pasillo siempre era silencioso, pero ahora, era algo más que un silenció, era un vació sepulcral, un silencio incómodo y escalofriante. Al Khali se
- ¡No podemos usarlos como peones en un juego de ajedrez! – chilló Brooke apretando los puños.- No tenemos más opción – respondió Rob mientras se servía más vino en su copa.Estaban en la misma habitación donde Brooke había visto la siniestra presencia de Aballah, el comandante de las legiones. Había tenido suerte de que esté, no la hubiera visto y se retirará tan pronto como había llegado.- Debe… Debe haber otra forma, Rob – Brooke lo miró con ojos melancólicos. Estaba de pie y la luz de la luna iluminaba su rostro dándole un aspecto divino. Como el de un hada de cuentos.- Me temo que no – espetó Rob, dio un sorbo a su copa y añadió: - No podemos enfrentarnos solos nosotros tres a Stacy y a las legiones. No tendríamos ninguna oportunidad de vencer y lo sabes.
El reverendo Jimmy Wayne dormía en una silla giratoria detrás del escritorio dentro de una oficina. Después de contemplar cara a cara a aquella criatura salida del inframundo, había dado uno de sus acostumbrados sermones a la multitud. Las mujeres habían llorado y los hombres habían orado o se habían limitado a escucharlo con expresión de incredulidad. Una incredulidad que poco a poco se iba disipando mientras el reverendo hablaba. Por primera y única vez tenía pruebas de que el infierno existía y que los estaba alcanzando. Después de eso, se disculpó ante sus nuevos adeptos alegando que tenía un mensaje importante de Dios y debía estar en completa soledad para poder hablar con él. Así que se retiró a una de las oficinas vacías, corrió las persianas y se acurrucó en la silla. Antes de quedarse dormido, revolvió las cosas en la ofic
Dos mujeres y un bebé caminaban en la oscuridad. Estaban dentro de una casa muy bien construida pero aparentemente deshabitada. Una de ellas sollozaba, aun sintiendo los incomodos efectos del miedo. Y no era para menos, las horribles criaturas de las que estaban ocultándose parecían haberse apoderado de la ciudad entera y quizá hasta del mundo entero. Las mujeres subieron a la planta alta. La escalera era vieja y crujía bajo su peso a cada paso que daban. Arriba había dos habitaciones vacías. En una de ellas había juguetes de todo tipo: pelotas, muñecas, peluches, además de juegos de mesa. La cama era sencilla y pequeña, pero bastante cómoda. Madeleine abrió las persianas, no sin antes asegurarse que no hubiera criaturas voladoras merodeando por allí. La luz mortecina de la luna se coló en la habitación. Era una luz brillante y más que suficiente. Observó el