(5)

Sentado frente a su escritorio, dentro de lo que él llamaba su guarida, el Príncipe Setri volvió la mirada hacia la jaula donde su mascota, un ave bicéfala le observaba. La pócima para el poderoso Quantum estaba lista, era un brebaje simple de sabor dulce, tan dulce como la miel. Setri no tenía intenciones de matar a su amo, solo preparaba una infusión que le ayudará a dormir mejor. Una cosa bastante sencilla para un hechicero de su calaña.

Setri se miró en el espejo. Su cabello le llegaba a los hombros y tenía barba y bigote en forma de candado. Sus ojos eran tan humanos como los de cualquier mortal, salvo por un detalle espeluznante: el color del iris era rojo. Un rojo brillante. Rojo sangre. Su piel, también estaba demasiado pálida y si alguien le hubiera tocado habría sentido un frio glacial. Un termómetro podría arrojar una temperatura corporal media de 32 o 33 grados Celsius. Setri vestía una gabardina de piel color negro, estaba desabotonada y dejaba expuesto su pecho y abdomen. Estos eran fuertes, pero sin demasiada grasa corporal. Seguía contemplándose al espejo cuando pudo ver, con el rabillo del ojo, la silueta de una mujer y supo de inmediato de quien se trataba.

— Tan pronto has regresado – preguntó Setri sin volverse, ni perder la atención en su reflejo.

La mujer no contesto inmediatamente, primero entró a la sucia guarida de Setri y se sentó en uno de los altos bancos de madera.

— La cacería ha terminado – dijo Stacy con voz cansina.

Setri dejo en paz su reflejo, giro sobre sus talones y miró a Stacy. No lo hizo directamente a los ojos, al menos no de inmediato, sino que primero paseo la mirada por sus piernas. Eran unas piernas sensuales, largas y perfectas. Stacy iba entallada con un vestido corto color negro, el sostén era espectacular y las mallas que llevaba en las piernas la hacían parecer la mujer más sensual del universo.

— ¿Escuchaste lo que te dije? – preguntó Stacy un tanto impaciente ante el silencio de Setri.

— Claro – contestó Setri a secas.

— ¿No me preguntas por qué? — la expresión en el rostro de Stacy era totalmente humana. Parecía una mujer coqueteando en un bar con un desconocido.

— ¿Por qué? – Setri seguía comiéndosela con la mirada. No lo hacía de forma boba y sin gracia como suelen hacerlo los adolescentes en plena etapa hormonal, por el contrario, era una expresión madura, galante y soberbia al mismo tiempo.

Stacy se levantó sin contestar la pregunta y caminó hasta donde estaba Setri. Caminó como lo haría una modelo en una pasarela; pasó su lengua bífida por sus labios y se abandonó por completo a su lado humano.

Setri la tomó de la cintura, deleitándose con el simple contacto de sus dedos con las caderas de Stacy. Stacy puso ambas manos sobre los hombros de Setri mientras seguía paseando su lengua por las comisuras de su boca. De pronto, y a la velocidad de la luz, los ojos color ámbar de Stacy cambiaron a los mortíferos ojos de serpiente que tanto pavor habían infundido en las prisioneras desnudas del sótano. Setri sintió de pronto que el calor se encendía en su entrepierna. Le excitaban tanto los ojos de Stacy, como a un hombre común los pechos y el trasero de una mujer. Setri la sujetó con más fuerza y la acercó todo lo que pudo hacía él. Stacy sacó su larga lengua bífida y lamió la mejilla derecha de Setri; esté sintió rápidamente el poder de una erección. Erección que iba en aumento a medida que Stacy comenzaba a besar su cuello con pasión desenfrenada. A los besos se sumaron pronto las caricias de ella en la entrepierna de Setri.

Para cuando Stacy consiguió quitar el pesado cinturón y desabotonar el pantalón, Setri tenía una erección tan potente como no recordaba haberla tenido nunca. Stacy introdujo el miembro en su boca y Setri emitió un gemido de placer. La lengua bífida de Stacy le proporcionaba una dosis extra de placer. Setri bajó la mirada, deleitándose con la visión de Stacy con el pene dentro de su boca. Ella se movía frenéticamente, moviendo la cabeza de atrás hacia adelante en movimientos constantes y acompasados. Setri tomó la cabeza de Stacy con ambas manos y comenzó a impulsar su pelvis contra la cavidad oral de ella. Empezó lentamente, luego más rápido, hasta que al final el movimiento era tan rápido como para que una mujer que no perteneciera al reino de las criaturas pudiera resistirlo. Cualquiera que hubiera visto la escena desde fuera, hubiera pensado que más que darse placer, Setri parecía decidido a atravesar el cráneo de Stacy con su largo pene. Algunos más, probablemente habrían reído ante lo inusual y peculiar de la escena.

Finalmente, tras algunos minutos la escena culminó con el rostro de Stacy cubierto de una espesa capa de secreción. Setri se subió de nuevo los pantalones, mientras Stacy iba a limpiarse la cara.

Setri volvió a mirarse en el espejo y le complació verse con mejor color que antes, se veía más apuesto y más fuerte que antes de la llegada de Stacy.

— Se acabó la diversión, es hora de hablar – anunció Stacy a sus espaldas.

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