Brooke supo de inmediato, al ver que el día se quedaría sumido en tinieblas, que aquello tenía que ser obra de la bruja Stacy. Quantum no permitiría jamás que la oscuridad se prolongará más allá de lo establecido por las leyes de la naturaleza. Era demasiado arriesgado, porque, aunque eso significaba que las criaturas tendrían mayor poder y vitalidad, también significaba que tarde o temprano se verían forzados a dormir. Dormir de noche los volvía vulnerables ante un posible ataque de las legiones.
Las legiones estaban por debajo de las criaturas en un nivel estrictamente jerárquico. Durante siglos habían trabajado en conjunto con el reino de las criaturas, pero ahora, bajo el mando de Stacy, con toda seguridad se volverían en su contra. Se desataría una guerra, en la que, con toda seguridad, los humanos quedarían en medio del fuego cruzado. Y ahora, allí, sentada frente a la chimenea, Brooke esperaba, esperaba a que sus hermanos volvieran para poder construir un plan, un plan de batalla que les permitiría hacerle frente a Stacy y las legiones.
Entonces recordó lo que Rob había dicho, que aun combatiendo los tres, tendrían pocas posibilidades de derrotar a Stacy. Brooke sabía que esto era cierto, incluso le pareció que Rob había sido demasiado optimista, pues ella creía que sus posibilidades no eran más altas que las que tiene el sistema solar de ser tragado por un agujero negro, o serían en todo caso iguales, a las que tendría cualquier mortal de ser alcanzado dos veces consecutivas por un rayo. Pero una pregunta más que ninguna otra aparecía en su cabeza, y por más que se esforzaba en apartarla, está siempre volvía, era como el zumbido de un insecto molesto. ¿Qué habrá pasado con Quantum? ¿Acaso el permitiría que Stacy tomará el control del reino? ¿Acaso Stacy habría sido capaz de matarlo? Muy a su pesar, Brooke creía conocer la respuesta. ¡Si! Era eso. Stacy había matado a Quantum, con toda seguridad usando sus poderes de bruja. Unos poderes tan fuertes y espectaculares que le habían ganado un lugar privilegiado en el reino de las criaturas. Unos poderes que se habían ganado el respeto, el temor y la admiración del mismísimo Quantum.
De pronto sintió una profunda tristeza y descubrió, para su sorpresa, que una lágrima le resbalaba por la mejilla. Eso era sin duda algo que provenía de su lado humano. Quantum había sido para ella como un padre, la había acogido sin poner ningún tipo de distinción entre ella y sus hijos varones. Las criaturas femeninas eran escasas en el reino; Brooke pensó que no había visto más de una docena desde que ella era niña. La razón era sencilla, las criaturas femeninas no producían descendencia, tenían poderes considerablemente inferiores a su contraparte masculina y casi siempre eran desterradas a vivir con los humanos. Con el tiempo, las criaturas terminaban volviéndose casi totalmente humanas. Perdían todo rastro de su poder y al final el único distintivo que las acompañaba hasta la tumba era su esterilidad y su extraordinaria belleza. Brooke pensaba que, con el tiempo, ellas mismas se olvidaban de su origen no humano.
Todo lo que ella sabía sobre sus progenitores, era que su madre pertenecía o había pertenecido a los humanos. Su padre, por otro lado, había sido una criatura encargada de preñar a las humanas, tal como su hermano Rob tenía que hacerlo ahora. Ella había sido la única fémina nacida en esa temporada y su padre (que también era el padre de Rob, Dean y otras criaturas más) había muerto poco después en circunstancias extrañas. Unas circunstancias, que, ahora que lo pensaba, coincidían extrañamente con la llegada de un hombre al reino, un hombre de aspecto inquietante que se hacía llamar el Príncipe Setri y del que se decía, provenía de las tierras bajas del inframundo y era tan poderoso como la mismísima Stacy. Tal vez incluso más.
Brooke seguía pensando en aquellas cosas, cuando de pronto escuchó que alguien subía las escaleras. Eran unas pisadas fuertes, con toda seguridad producidas por algo tan grande que los escalones retumbaban y crujían bajo su monstruoso peso. Brooke se levantó rápidamente y corrió a ocultarse tras de la puerta.
La cosa monstruosa que había subido las escaleras entró a la habitación. Brooke lo vio de espaldas, tratando de contener el aliento ante tan maligna presencia. La cosa frente a ella era enorme, más de 2 metros y medio de estatura y tenía alas. Brooke cerró los ojos y rebuscó en su mente hasta que encontró el nombre de aquella criatura: Era Aballah el comandante de las legiones, y sabía que estaba allí por una única razón: matar a las criaturas y comenzar la guerra.
El edificio Charleston en el centro de la ciudad es la sede de muchas compañías extranjeras presentes en el estado. Tan alto que casi podría considerarse un rascacielos en la pequeña ciudad de Laredo, Texas y de una base tan ancha casi del tamaño de una pista de atletismo. El piso 17 del edificio Charleston, antaño utilizado como sede para trasmitir noticias, programas de radio local y alguno que otro show televisivo barato, se hallaba totalmente a oscuras (como el resto de la ciudad, el país y quizá el mundo entero). El reloj de pared en forma de ovoide marcaba las 12:20 pm de un viernes. Pero afuera, la ciudad seguía tan sumida en la oscuridad, como si fuera medianoche. Ese día se habían suspendido las labores en casi todo el edificio y solo algunos veladores se paseaban inquietos por los pasillos, ayudados por la luz de su teléfono celular como única fuente de iluminación, habían abierto las puertas como todos los días a las 6 am del viernes. Los empleados del turno matutino come
Ibrahim Al Khali estaba por cumplir diez años de prisión en la penitenciaria de máxima seguridad ADX Florence en Colorado, Estados Unidos, tras recibir una condena por los cargos de terrorismo y secuestro. Al Khali había intentado, además, detonar una bomba en un vuelo comercial en 2008 y era responsable directo del asesinato de algunos ministros y funcionarios del gobierno estadounidense. Ahora, confinado en su diminuta celda en la que pasaba 23 horas al día encerrado sin ver la luz del sol, Al Khali sabía que algo andaba mal, aun dentro de su limitado espacio lo sabía, había algo que no cuadraba. Para empezar, no había recibido alimento desde la noche anterior y ahora el pasillo parecía extrañamente silencioso. De acuerdo, el pasillo siempre era silencioso, pero ahora, era algo más que un silenció, era un vació sepulcral, un silencio incómodo y escalofriante. Al Khali se
- ¡No podemos usarlos como peones en un juego de ajedrez! – chilló Brooke apretando los puños.- No tenemos más opción – respondió Rob mientras se servía más vino en su copa.Estaban en la misma habitación donde Brooke había visto la siniestra presencia de Aballah, el comandante de las legiones. Había tenido suerte de que esté, no la hubiera visto y se retirará tan pronto como había llegado.- Debe… Debe haber otra forma, Rob – Brooke lo miró con ojos melancólicos. Estaba de pie y la luz de la luna iluminaba su rostro dándole un aspecto divino. Como el de un hada de cuentos.- Me temo que no – espetó Rob, dio un sorbo a su copa y añadió: - No podemos enfrentarnos solos nosotros tres a Stacy y a las legiones. No tendríamos ninguna oportunidad de vencer y lo sabes.
El reverendo Jimmy Wayne dormía en una silla giratoria detrás del escritorio dentro de una oficina. Después de contemplar cara a cara a aquella criatura salida del inframundo, había dado uno de sus acostumbrados sermones a la multitud. Las mujeres habían llorado y los hombres habían orado o se habían limitado a escucharlo con expresión de incredulidad. Una incredulidad que poco a poco se iba disipando mientras el reverendo hablaba. Por primera y única vez tenía pruebas de que el infierno existía y que los estaba alcanzando. Después de eso, se disculpó ante sus nuevos adeptos alegando que tenía un mensaje importante de Dios y debía estar en completa soledad para poder hablar con él. Así que se retiró a una de las oficinas vacías, corrió las persianas y se acurrucó en la silla. Antes de quedarse dormido, revolvió las cosas en la ofic
Dos mujeres y un bebé caminaban en la oscuridad. Estaban dentro de una casa muy bien construida pero aparentemente deshabitada. Una de ellas sollozaba, aun sintiendo los incomodos efectos del miedo. Y no era para menos, las horribles criaturas de las que estaban ocultándose parecían haberse apoderado de la ciudad entera y quizá hasta del mundo entero. Las mujeres subieron a la planta alta. La escalera era vieja y crujía bajo su peso a cada paso que daban. Arriba había dos habitaciones vacías. En una de ellas había juguetes de todo tipo: pelotas, muñecas, peluches, además de juegos de mesa. La cama era sencilla y pequeña, pero bastante cómoda. Madeleine abrió las persianas, no sin antes asegurarse que no hubiera criaturas voladoras merodeando por allí. La luz mortecina de la luna se coló en la habitación. Era una luz brillante y más que suficiente. Observó el
En un sitio casi inaccesible a los humanos, pero que se halla, paradójicamente, demasiado cerca, existe el reino de las criaturas de la noche. Un submundo donde la oscuridad eterna y el frio glacial son como la luz del día y el oxígeno de la superficie. Es un mundo hostil. Quizá lo más parecido que la raza humana a visitado se halla a 11 km de profundidad oceánica, en el famoso trecho de las marianas.El reino (hasta hace poco al mando de Quantum El Grande) fue desterrado a las tierras altas del inframundo desde los principios de la creación. Se dice que existe un único pasaje con el que cualquier mortal podría descender. Se dice, también, que este pasaje tiene su fin en las tierras bajas del inframundo: Las tierras que por norma pertenecen a las legiones de demonios y al mismísimo Satán. Cualquier habitante del reino de las criaturas podría dar fe de eso. Y podría dar fe, tambi&
Bill Reynolds sostenía el móvil en la mano. Había intentado llamar en más de una decena de ocasiones a su casa. Marcó una vez más y el resultado fue el mismo de todas las veces anteriores. Nada. Ni siquiera la estática, ni la molesta contestadora automática. Guardó el móvil (que estaba quedándose sin batería) y echó un último vistazo a la hora. Las 6:26 pm. Pronto se cumplirían 24 horas de oscuridad y Bill, que en un principio se decantó por creer lo que decían los noticieros, estaba ahora realmente preocupado. ¿Qué sería de su vida, si tuviera que quedarse atrapado en el edificio Charleston? ¿Dónde estarían sus padres ahora? ¿Acaso las criaturas con cara de demonio los habían matado ya? ¿Y si no solo sus padres estuvieran muertos, sino también el resto del mundo? Ese mundo que por supuesto inclu&
Stacy miraba a través de la bola de cristal. La bola mostraba una escena en la que un demonio parecía derretirse lentamente. Un chico, que al principio parecía demasiado débil e inofensivo, había recitado algo que había consumido hasta los cimientos a la criatura. Stacy apretó los dientes, dio un manotazo a la mesa y se levantó. Paso la mano por la bola de cristal y esta se apagó de inmediato. Dio media vuelta y rebuscó en uno de los cajones.Estaba en los aposentos reales, los aposentos que antaño habían pertenecido a Quantum. Un lugar que ahora le pertenecía, igual que todo el reino. Sacó un reloj de arena y lo puso sobre la mesa, junto a la bola de cristal. La arena estaba equilibrada en partes iguales, lo que significaba que ya había agotado la mitad del tiempo concedido.Dio otro manotazo contra la mesa y está se tambaleó. Comenzó a d