(8)

Brooke supo de inmediato, al ver que el día se quedaría sumido en tinieblas, que aquello tenía que ser obra de la bruja Stacy. Quantum no permitiría jamás que la oscuridad se prolongará más allá de lo establecido por las leyes de la naturaleza. Era demasiado arriesgado, porque, aunque eso significaba que las criaturas tendrían mayor poder y vitalidad, también significaba que tarde o temprano se verían forzados a dormir. Dormir de noche los volvía vulnerables ante un posible ataque de las legiones.

Las legiones estaban por debajo de las criaturas en un nivel estrictamente jerárquico. Durante siglos habían trabajado en conjunto con el reino de las criaturas, pero ahora, bajo el mando de Stacy, con toda seguridad se volverían en su contra. Se desataría una guerra, en la que, con toda seguridad, los humanos quedarían en medio del fuego cruzado. Y ahora, allí, sentada frente a la chimenea, Brooke esperaba, esperaba a que sus hermanos volvieran para poder construir un plan, un plan de batalla que les permitiría hacerle frente a Stacy y las legiones.

Entonces recordó lo que Rob había dicho, que aun combatiendo los tres, tendrían pocas posibilidades de derrotar a Stacy. Brooke sabía que esto era cierto, incluso le pareció que Rob había sido demasiado optimista, pues ella creía que sus posibilidades no eran más altas que las que tiene el sistema solar de ser tragado por un agujero negro, o serían en todo caso iguales, a las que tendría cualquier mortal de ser alcanzado dos veces consecutivas por un rayo. Pero una pregunta más que ninguna otra aparecía en su cabeza, y por más que se esforzaba en apartarla, está siempre volvía, era como el zumbido de un insecto molesto. ¿Qué habrá pasado con Quantum? ¿Acaso el permitiría que Stacy tomará el control del reino? ¿Acaso Stacy habría sido capaz de matarlo? Muy a su pesar, Brooke creía conocer la respuesta. ¡Si! Era eso. Stacy había matado a Quantum, con toda seguridad usando sus poderes de bruja. Unos poderes tan fuertes y espectaculares que le habían ganado un lugar privilegiado en el reino de las criaturas. Unos poderes que se habían ganado el respeto, el temor y la admiración del mismísimo Quantum.

De pronto sintió una profunda tristeza y descubrió, para su sorpresa, que una lágrima le resbalaba por la mejilla. Eso era sin duda algo que provenía de su lado humano. Quantum había sido para ella como un padre, la había acogido sin poner ningún tipo de distinción entre ella y sus hijos varones. Las criaturas femeninas eran escasas en el reino; Brooke pensó que no había visto más de una docena desde que ella era niña. La razón era sencilla, las criaturas femeninas no producían descendencia, tenían poderes considerablemente inferiores a su contraparte masculina y casi siempre eran desterradas a vivir con los humanos. Con el tiempo, las criaturas terminaban volviéndose casi totalmente humanas. Perdían todo rastro de su poder y al final el único distintivo que las acompañaba hasta la tumba era su esterilidad y su extraordinaria belleza. Brooke pensaba que, con el tiempo, ellas mismas se olvidaban de su origen no humano.

Todo lo que ella sabía sobre sus progenitores, era que su madre pertenecía o había pertenecido a los humanos. Su padre, por otro lado, había sido una criatura encargada de preñar a las humanas, tal como su hermano Rob tenía que hacerlo ahora. Ella había sido la única fémina nacida en esa temporada y su padre (que también era el padre de Rob, Dean y otras criaturas más) había muerto poco después en circunstancias extrañas. Unas circunstancias, que, ahora que lo pensaba, coincidían extrañamente con la llegada de un hombre al reino, un hombre de aspecto inquietante que se hacía llamar el Príncipe Setri y del que se decía, provenía de las tierras bajas del inframundo y era tan poderoso como la mismísima Stacy. Tal vez incluso más.

Brooke seguía pensando en aquellas cosas, cuando de pronto escuchó que alguien subía las escaleras. Eran unas pisadas fuertes, con toda seguridad producidas por algo tan grande que los escalones retumbaban y crujían bajo su monstruoso peso. Brooke se levantó rápidamente y corrió a ocultarse tras de la puerta.

La cosa monstruosa que había subido las escaleras entró a la habitación. Brooke lo vio de espaldas, tratando de contener el aliento ante tan maligna presencia. La cosa frente a ella era enorme, más de 2 metros y medio de estatura y tenía alas. Brooke cerró los ojos y rebuscó en su mente hasta que encontró el nombre de aquella criatura: Era Aballah el comandante de las legiones, y sabía que estaba allí por una única razón: matar a las criaturas y comenzar la guerra.

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