Setri estaba terminando de afilar sus cuchillos cuando llamaron a la puerta.
— Adelante – dijo Setri dejando el último cuchillo sobre la mesa.
Un hombre bastante enorme entró a la habitación, era tan alto que tuvo que agacharse para evitar golpearse la cabeza.
— Príncipe Setri las legiones han despertado – informó el gigante.
— ¡Estupendo! – dijo Setri poniéndose en pie rápidamente. – Gracias Paul, puedes retirarte.
El gigante asintió, hizo una reverencia y salió repitiendo el molesto proceso de tener que agacharse.
Setri recogió su pesada gabardina del suelo y se la puso. Tomó un sombrero negro de copa alta, y un bastón que colgaba de la pared. Su aspecto había mejorado notablemente luego de la visita de Stacy.
Salió de su guarida hacía un largo pasillo iluminado solamente por algunas antorchas sujetas a las paredes. En el pasillo, la sensación de calor era densa y sofocante, la sensación térmica superaba fácilmente los 50 grados Celsius, pero Setri permanecía fresco y seco. Caminó a la izquierda, llegó hasta una escalinata de piedra y comenzó el ascenso. Luego de 10 minutos llego a la cima de la torre. Abrió la puerta y pudo ver la silueta de Quantum. El lugar estaba totalmente a oscuras, solo la iluminación del exterior ofrecía una pequeña visibilidad. Setri pudo ver la luna desde donde estaba parado. Era una luna roja. Una luna gigantesca y fantasmal.
— Pasa – dijo una voz desde la penumbra.
Setri se quitó el sombrero y avanzó lentamente en la oscuridad. Algo de lo que había allí le inquietaba, pero no podía determinar que era. Había estado muchas veces allí, en presencia de Quantum y nunca había sentido esa pesadez en el ambiente. Era una sensación fría y extraña.
— ¿Majestad? – Setri miraba de espaldas el trono en el que Quantum solía sentarse. Era un trono gigantesco. Quantum era un tipo enorme de más de 2 metros de altura, pero aun así el trono le quedaba grande; esté siempre permanecía de frente a la ventana y de espaldas a la puerta de entrada. Setri recordó que Quantum solía bromear acerca de que un día alguien entraría y lo asesinaría sentado en su trono.
Antes de que Setri pudiera alcanzar el trono, tropezó en la oscuridad con algo. Era algo parecido a un bulto. Setri se inclinó y vio el cadáver de Quantum tendido boca abajo. El muerto tenía los ojos abiertos y un charco de sangre estaba debajo de su pesado cuerpo. Setri tomó la cabeza de su rey, sujetándola por la nuca, y la levantó unos centímetros del suelo. Quantum tenía un corte profundo en la garganta. Parecía una grieta colosal. Una grieta roja y palpitante. Setri se irguió sobresaltado, si Quantum estaba muerto antes de que el llegará, ¿quien demonios le había hablado?
Setri desenvainó la espada que siempre llevaba consigo, arrojó el estúpido bastón lejos y se quedó expectante, esperando el ataque. ¿Habrían sido las legiones? ¿Los humanos, tal vez? ¡Imposible! Los humanos no conocían la forma de llegar al reino de las criaturas.
Setri permaneció inmóvil, con la espada lista para cortar la garganta de cualquier intruso que osara acercarse.
— ¿¡Quien está allí?! – gritó Setri dirigiéndose a la entidad que estaba sentada en el trono.
No hubo respuesta.
Setri se acercaba sigilosamente al trono cuando una risa llegó desde el fondo de la habitación. Setri giró en redondo a la velocidad de un rayo y vio surgir de entre la más negra oscuridad a Stacy. Allí estaba ella, con su bobalicona sonrisa, con su expresión cándida e inocente, como la de una niña que ha cometido una travesura que apenas si amerita un castigo.
Setri era un gran hechicero, con conocimientos ancestrales de alquimia y necromancia. Era incluso en algunos aspectos más poderoso que la misma Stacy, pero, aun así, en ese momento, pensó que durante su larga vida pocas personas le habían inspirado el miedo que Stacy le provocaba en ese momento. Le temía, sí, pero también sentía un deseo desenfrenado y casi animal por ella. No la amaba en lo absoluto, pero encontraba en ella una personalidad fuerte y admirable. El mismo Setri no sabía la razón, pero así era.
Stacy caminó hacia él, tomó la espada con la palma de la mano, asiéndola por la parte más afilada sin sufrir corte alguno. Se la quitó a Setri y la arrojó al suelo. La espada emitió un tintineo que sonó a trueno en la silenciosa sala del rey.
— Ahora yo soy la reina de las tinieblas – dijo Stacy pasando una mano por la mejilla fría del hechicero.
Setri tragó saliva. Sentía por aquella criatura una mezcla extraña de miedo y admiración.
Stacy caminó hacia el trono que había pertenecido a Quantum y se sentó. La luna roja ilumino su blanco rostro dándole un toque siniestro a sus facciones humanas. Volvió la mirada a Setri, que seguía de pie en su mismo sitio, tan fijo y quieto como si fuera un objeto y le hizo una seña para que se acercará.
Setri caminó hacia ella como hipnotizado. Una vez hubo llegado, cayó de rodillas. Sus ojos veían fijamente a Stacy. Ella sonrío y le acarició la cabeza como si fuera su perro fiel.
— Es tu turno – dijo ella mientras abría las piernas con gracilidad.
Mientras Setri le practicaba sexo oral, Stacy contemplaba la luna. Se sentía al fin realizada, al fin ocupaba el puesto que ella siempre había merecido, y lo mejor de todo era que no le había resultado en absoluto difícil como había creído. Que el hechicero y más fiel sirviente de el rey se ocupara de su entrepierna simbolizaba el puesto que Setri ocuparía a partir de ahora. Ella tampoco lo amaba en absoluto, esa era una estúpida y absurda cualidad que solo los humanos tenían. No, para nada. Ella quería a Setri solo como aliado, como sirviente y como juguete sexual.
Apartó la vista de la luna, acarició la cabeza de Setri y dijo.
— Este será nuestro reino a partir de ahora.
Setri pareció no haberla escuchado, estaba demasiado ocupado como para prestar atención a sus palabras.
— Es más humano que yo – pensó Stacy mientras volvía su atención de nuevo a la luna y a los cielos que empezaban a tornarse más negros a cada minuto.
Brooke supo de inmediato, al ver que el día se quedaría sumido en tinieblas, que aquello tenía que ser obra de la bruja Stacy. Quantum no permitiría jamás que la oscuridad se prolongará más allá de lo establecido por las leyes de la naturaleza. Era demasiado arriesgado, porque, aunque eso significaba que las criaturas tendrían mayor poder y vitalidad, también significaba que tarde o temprano se verían forzados a dormir. Dormir de noche los volvía vulnerables ante un posible ataque de las legiones.Las legiones estaban por debajo de las criaturas en un nivel estrictamente jerárquico. Durante siglos habían trabajado en conjunto con el reino de las criaturas, pero ahora, bajo el mando de Stacy, con toda seguridad se volverían en su contra. Se desataría una guerra, en la que, con toda seguridad, los humanos quedarían en medio del fuego cruzado. Y ahora, all&iacut
El edificio Charleston en el centro de la ciudad es la sede de muchas compañías extranjeras presentes en el estado. Tan alto que casi podría considerarse un rascacielos en la pequeña ciudad de Laredo, Texas y de una base tan ancha casi del tamaño de una pista de atletismo. El piso 17 del edificio Charleston, antaño utilizado como sede para trasmitir noticias, programas de radio local y alguno que otro show televisivo barato, se hallaba totalmente a oscuras (como el resto de la ciudad, el país y quizá el mundo entero). El reloj de pared en forma de ovoide marcaba las 12:20 pm de un viernes. Pero afuera, la ciudad seguía tan sumida en la oscuridad, como si fuera medianoche. Ese día se habían suspendido las labores en casi todo el edificio y solo algunos veladores se paseaban inquietos por los pasillos, ayudados por la luz de su teléfono celular como única fuente de iluminación, habían abierto las puertas como todos los días a las 6 am del viernes. Los empleados del turno matutino come
Ibrahim Al Khali estaba por cumplir diez años de prisión en la penitenciaria de máxima seguridad ADX Florence en Colorado, Estados Unidos, tras recibir una condena por los cargos de terrorismo y secuestro. Al Khali había intentado, además, detonar una bomba en un vuelo comercial en 2008 y era responsable directo del asesinato de algunos ministros y funcionarios del gobierno estadounidense. Ahora, confinado en su diminuta celda en la que pasaba 23 horas al día encerrado sin ver la luz del sol, Al Khali sabía que algo andaba mal, aun dentro de su limitado espacio lo sabía, había algo que no cuadraba. Para empezar, no había recibido alimento desde la noche anterior y ahora el pasillo parecía extrañamente silencioso. De acuerdo, el pasillo siempre era silencioso, pero ahora, era algo más que un silenció, era un vació sepulcral, un silencio incómodo y escalofriante. Al Khali se
- ¡No podemos usarlos como peones en un juego de ajedrez! – chilló Brooke apretando los puños.- No tenemos más opción – respondió Rob mientras se servía más vino en su copa.Estaban en la misma habitación donde Brooke había visto la siniestra presencia de Aballah, el comandante de las legiones. Había tenido suerte de que esté, no la hubiera visto y se retirará tan pronto como había llegado.- Debe… Debe haber otra forma, Rob – Brooke lo miró con ojos melancólicos. Estaba de pie y la luz de la luna iluminaba su rostro dándole un aspecto divino. Como el de un hada de cuentos.- Me temo que no – espetó Rob, dio un sorbo a su copa y añadió: - No podemos enfrentarnos solos nosotros tres a Stacy y a las legiones. No tendríamos ninguna oportunidad de vencer y lo sabes.
El reverendo Jimmy Wayne dormía en una silla giratoria detrás del escritorio dentro de una oficina. Después de contemplar cara a cara a aquella criatura salida del inframundo, había dado uno de sus acostumbrados sermones a la multitud. Las mujeres habían llorado y los hombres habían orado o se habían limitado a escucharlo con expresión de incredulidad. Una incredulidad que poco a poco se iba disipando mientras el reverendo hablaba. Por primera y única vez tenía pruebas de que el infierno existía y que los estaba alcanzando. Después de eso, se disculpó ante sus nuevos adeptos alegando que tenía un mensaje importante de Dios y debía estar en completa soledad para poder hablar con él. Así que se retiró a una de las oficinas vacías, corrió las persianas y se acurrucó en la silla. Antes de quedarse dormido, revolvió las cosas en la ofic
Dos mujeres y un bebé caminaban en la oscuridad. Estaban dentro de una casa muy bien construida pero aparentemente deshabitada. Una de ellas sollozaba, aun sintiendo los incomodos efectos del miedo. Y no era para menos, las horribles criaturas de las que estaban ocultándose parecían haberse apoderado de la ciudad entera y quizá hasta del mundo entero. Las mujeres subieron a la planta alta. La escalera era vieja y crujía bajo su peso a cada paso que daban. Arriba había dos habitaciones vacías. En una de ellas había juguetes de todo tipo: pelotas, muñecas, peluches, además de juegos de mesa. La cama era sencilla y pequeña, pero bastante cómoda. Madeleine abrió las persianas, no sin antes asegurarse que no hubiera criaturas voladoras merodeando por allí. La luz mortecina de la luna se coló en la habitación. Era una luz brillante y más que suficiente. Observó el
En un sitio casi inaccesible a los humanos, pero que se halla, paradójicamente, demasiado cerca, existe el reino de las criaturas de la noche. Un submundo donde la oscuridad eterna y el frio glacial son como la luz del día y el oxígeno de la superficie. Es un mundo hostil. Quizá lo más parecido que la raza humana a visitado se halla a 11 km de profundidad oceánica, en el famoso trecho de las marianas.El reino (hasta hace poco al mando de Quantum El Grande) fue desterrado a las tierras altas del inframundo desde los principios de la creación. Se dice que existe un único pasaje con el que cualquier mortal podría descender. Se dice, también, que este pasaje tiene su fin en las tierras bajas del inframundo: Las tierras que por norma pertenecen a las legiones de demonios y al mismísimo Satán. Cualquier habitante del reino de las criaturas podría dar fe de eso. Y podría dar fe, tambi&
Bill Reynolds sostenía el móvil en la mano. Había intentado llamar en más de una decena de ocasiones a su casa. Marcó una vez más y el resultado fue el mismo de todas las veces anteriores. Nada. Ni siquiera la estática, ni la molesta contestadora automática. Guardó el móvil (que estaba quedándose sin batería) y echó un último vistazo a la hora. Las 6:26 pm. Pronto se cumplirían 24 horas de oscuridad y Bill, que en un principio se decantó por creer lo que decían los noticieros, estaba ahora realmente preocupado. ¿Qué sería de su vida, si tuviera que quedarse atrapado en el edificio Charleston? ¿Dónde estarían sus padres ahora? ¿Acaso las criaturas con cara de demonio los habían matado ya? ¿Y si no solo sus padres estuvieran muertos, sino también el resto del mundo? Ese mundo que por supuesto inclu&