El edificio Charleston en el centro de la ciudad es la sede de muchas compañías extranjeras presentes en el estado. Tan alto que casi podría considerarse un rascacielos en la pequeña ciudad de Laredo, Texas y de una base tan ancha casi del tamaño de una pista de atletismo. El piso 17 del edificio Charleston, antaño utilizado como sede para trasmitir noticias, programas de radio local y alguno que otro show televisivo barato, se hallaba totalmente a oscuras (como el resto de la ciudad, el país y quizá el mundo entero). El reloj de pared en forma de ovoide marcaba las 12:20 pm de un viernes. Pero afuera, la ciudad seguía tan sumida en la oscuridad, como si fuera medianoche. Ese día se habían suspendido las labores en casi todo el edificio y solo algunos veladores se paseaban inquietos por los pasillos, ayudados por la luz de su teléfono celular como única fuente de iluminación, habían abierto las puertas como todos los días a las 6 am del viernes. Los empleados del turno matutino come
Ibrahim Al Khali estaba por cumplir diez años de prisión en la penitenciaria de máxima seguridad ADX Florence en Colorado, Estados Unidos, tras recibir una condena por los cargos de terrorismo y secuestro. Al Khali había intentado, además, detonar una bomba en un vuelo comercial en 2008 y era responsable directo del asesinato de algunos ministros y funcionarios del gobierno estadounidense. Ahora, confinado en su diminuta celda en la que pasaba 23 horas al día encerrado sin ver la luz del sol, Al Khali sabía que algo andaba mal, aun dentro de su limitado espacio lo sabía, había algo que no cuadraba. Para empezar, no había recibido alimento desde la noche anterior y ahora el pasillo parecía extrañamente silencioso. De acuerdo, el pasillo siempre era silencioso, pero ahora, era algo más que un silenció, era un vació sepulcral, un silencio incómodo y escalofriante. Al Khali se
- ¡No podemos usarlos como peones en un juego de ajedrez! – chilló Brooke apretando los puños.- No tenemos más opción – respondió Rob mientras se servía más vino en su copa.Estaban en la misma habitación donde Brooke había visto la siniestra presencia de Aballah, el comandante de las legiones. Había tenido suerte de que esté, no la hubiera visto y se retirará tan pronto como había llegado.- Debe… Debe haber otra forma, Rob – Brooke lo miró con ojos melancólicos. Estaba de pie y la luz de la luna iluminaba su rostro dándole un aspecto divino. Como el de un hada de cuentos.- Me temo que no – espetó Rob, dio un sorbo a su copa y añadió: - No podemos enfrentarnos solos nosotros tres a Stacy y a las legiones. No tendríamos ninguna oportunidad de vencer y lo sabes.
El reverendo Jimmy Wayne dormía en una silla giratoria detrás del escritorio dentro de una oficina. Después de contemplar cara a cara a aquella criatura salida del inframundo, había dado uno de sus acostumbrados sermones a la multitud. Las mujeres habían llorado y los hombres habían orado o se habían limitado a escucharlo con expresión de incredulidad. Una incredulidad que poco a poco se iba disipando mientras el reverendo hablaba. Por primera y única vez tenía pruebas de que el infierno existía y que los estaba alcanzando. Después de eso, se disculpó ante sus nuevos adeptos alegando que tenía un mensaje importante de Dios y debía estar en completa soledad para poder hablar con él. Así que se retiró a una de las oficinas vacías, corrió las persianas y se acurrucó en la silla. Antes de quedarse dormido, revolvió las cosas en la ofic
Dos mujeres y un bebé caminaban en la oscuridad. Estaban dentro de una casa muy bien construida pero aparentemente deshabitada. Una de ellas sollozaba, aun sintiendo los incomodos efectos del miedo. Y no era para menos, las horribles criaturas de las que estaban ocultándose parecían haberse apoderado de la ciudad entera y quizá hasta del mundo entero. Las mujeres subieron a la planta alta. La escalera era vieja y crujía bajo su peso a cada paso que daban. Arriba había dos habitaciones vacías. En una de ellas había juguetes de todo tipo: pelotas, muñecas, peluches, además de juegos de mesa. La cama era sencilla y pequeña, pero bastante cómoda. Madeleine abrió las persianas, no sin antes asegurarse que no hubiera criaturas voladoras merodeando por allí. La luz mortecina de la luna se coló en la habitación. Era una luz brillante y más que suficiente. Observó el
En un sitio casi inaccesible a los humanos, pero que se halla, paradójicamente, demasiado cerca, existe el reino de las criaturas de la noche. Un submundo donde la oscuridad eterna y el frio glacial son como la luz del día y el oxígeno de la superficie. Es un mundo hostil. Quizá lo más parecido que la raza humana a visitado se halla a 11 km de profundidad oceánica, en el famoso trecho de las marianas.El reino (hasta hace poco al mando de Quantum El Grande) fue desterrado a las tierras altas del inframundo desde los principios de la creación. Se dice que existe un único pasaje con el que cualquier mortal podría descender. Se dice, también, que este pasaje tiene su fin en las tierras bajas del inframundo: Las tierras que por norma pertenecen a las legiones de demonios y al mismísimo Satán. Cualquier habitante del reino de las criaturas podría dar fe de eso. Y podría dar fe, tambi&
Bill Reynolds sostenía el móvil en la mano. Había intentado llamar en más de una decena de ocasiones a su casa. Marcó una vez más y el resultado fue el mismo de todas las veces anteriores. Nada. Ni siquiera la estática, ni la molesta contestadora automática. Guardó el móvil (que estaba quedándose sin batería) y echó un último vistazo a la hora. Las 6:26 pm. Pronto se cumplirían 24 horas de oscuridad y Bill, que en un principio se decantó por creer lo que decían los noticieros, estaba ahora realmente preocupado. ¿Qué sería de su vida, si tuviera que quedarse atrapado en el edificio Charleston? ¿Dónde estarían sus padres ahora? ¿Acaso las criaturas con cara de demonio los habían matado ya? ¿Y si no solo sus padres estuvieran muertos, sino también el resto del mundo? Ese mundo que por supuesto inclu&
Stacy miraba a través de la bola de cristal. La bola mostraba una escena en la que un demonio parecía derretirse lentamente. Un chico, que al principio parecía demasiado débil e inofensivo, había recitado algo que había consumido hasta los cimientos a la criatura. Stacy apretó los dientes, dio un manotazo a la mesa y se levantó. Paso la mano por la bola de cristal y esta se apagó de inmediato. Dio media vuelta y rebuscó en uno de los cajones.Estaba en los aposentos reales, los aposentos que antaño habían pertenecido a Quantum. Un lugar que ahora le pertenecía, igual que todo el reino. Sacó un reloj de arena y lo puso sobre la mesa, junto a la bola de cristal. La arena estaba equilibrada en partes iguales, lo que significaba que ya había agotado la mitad del tiempo concedido.Dio otro manotazo contra la mesa y está se tambaleó. Comenzó a d
Las mazmorras que antaño habían contenido a cuatro mujeres completamente desnudas estaban ahora vacías. Los cuerpos de dos de ellas seguían en el suelo, ya nunca más tendrían que preocuparse por vestirse y alimentarse. La sangre en el suelo formaba un charco considerable, que de a poco, comenzaba a ennegrecerse. De pronto la oscuridad del lugar fue quebrada cuando las potentes luces halógenas se encendieron desde lo alto. La luz reveló la expresión de asombró y terror de una de las mujeres que yacía muerta. Nadie se había tomado la molestia siquiera de cerrarle los ojos y probablemente nadie nunca lo haría.Dos hombres descendieron por la escalera. Uno llevaba una sotana negra y un crucifijo en el cuello, medía poco menos de 1.80 m y miraba alrededor compulsivamente con unos ojos pequeños y asustadizos. El otro era más alto, poco más de 1.90 m de estatura, te