(4)

— ¡Maldita sea! – Dean golpeó la mesa en la que hace algunas horas jugaba a las cartas con Rob. El manotazo hizo tambalear la mesa como si hubiera un terremoto.

Brooke y Rob permanecían en silencio junto a la puerta. Rob con los brazos cruzados y Brooke con la mirada baja y las manos entrelazadas detrás de la espalda.

— ¡Maldición! Hay que hacer algo – vociferó Dean mientras daba vueltas nerviosamente alrededor de la sala. – No pueden estar muy lejos.

Brooke suspiró  

— No podemos seguirlas ahora, está por amanecer. ¿O eres tan estúpido que no te das cuenta? – dijo Rob

Dean se detuvo de pronto como si hubiera chocado con una pared invisible y volvió la mirada hacia Rob.

— ¡Bien! Entonces dejaremos que hablen de nuestra existencia a los demás. Vamos a dejar que Stacy se salga con la suya. Me parece perfecto tu proceder, hermano. – Dean se sentó a la mesa y miró retadoramente al dúo que estaba apostado en la puerta. Aun sentado, no podía disimular su nerviosismo, pues movía compulsivamente las manos — ¿Y tú Brooke? di algo, maldita sea.

Brooke levantó un instante la mirada y se encogió de hombros, al tiempo que lanzaba otro suspiro cansino.

— ¡Bien! – gritó Dean. Se levantó de la silla y la lanzó contra la pared. La fuerza del impacto fue tal, que la silla se rompió por la mitad. — ¡Si ustedes no van a hacer nada, yo atraparé a esas mujeres y las traeré antes de que amanezca! – Dean avanzó rápidamente con intenciones de salir, pero antes de que alcanzara la puerta, Rob le cerró el paso.

— He dicho que debemos esperar – dijo Rob.

— Quítate de mi camino – respondió Dean. 

Se miraron fijamente unos instantes. Parecían dos boxeadores en la sesión de pesaje previa a la contienda.

— Por favor, Basta – dijo Brooke. Se acercó a ellos y puso una mano en el hombro de cada uno. – No podemos pelear entre nosotros, con la traición de Stacy tenemos suficiente. – Paso la mirada de uno al otro buscando y esperando estar haciéndolos entrar en razón.

— ¿Qué haremos entonces? – preguntó Dean apartándose súbitamente del contacto de su hermana.

— Informaremos a Quantum cuanto antes – sugirió Rob.

— Nada de eso – intervino Brooke – Es precisamente eso lo que Stacy espera que hagamos.

— De acuerdo, ¿entonces qué demonios hacemos? – Dean volvía a dar vueltas en la habitación.

— Buscar a las mujeres, mañana por la noche – sugirió Brooke – Las traeremos de regreso para confirmar si alguna de ellas está embarazada, si no es así, las dejamos ir.

— ¡No podemos dejarlas ir! – gritó Dean. – Aunque no estuvieran preñadas no podemos soltarlas, así como así. — ¿De qué lado están? No se dan cuenta que si ellas hablan podría significar una guerra entre ellos y nosotros. ¡Diablos! ¡Nos harían pedazos! ¡Son muchos más que nosotros!

— Nadie creería en sus palabras – intervino Rob – Las tomarían por locas, es algo que los humanos tienen, no creen en nada, aunque les caiga encima.

— En eso estoy de acuerdo – dijo Brooke.

— ¡Bien! Entonces esperemos hasta mañana – la expresión de Dean se había serenado. Tomó una honda aspiración y de pronto la piel de su rostro se volvió ligeramente transparente dejando a la vista una calavera humana. Los ojos eran dos agujeros oscuros, un vacío infinito parecía habitar allí.

— Es hora de ir a dormir – dijo Brooke.

— ¿Por qué Stacy haría algo así? – preguntó Rob

— Por vanidad. Por orgullo, yo que se…  – la voz de Dean sonaba ligeramente más grave que antes. Una octava por debajo, quizás. – Esa loca siempre ha querido ocupar el lugar de Quantum en el reino.

— Nunca lo conseguirá – dijo Rob que continuaba apostado en la puerta con los brazos cruzados

— Si no cumplimos con la cuota, el mismo Quantum nos desterrará a las tierras del submundo. Tal vez para siempre – Dean levantó la mirada y su rostro era humano de nuevo.

— ¿Qué propones? – preguntó Brooke desde un extremo de la habitación. Su cabellera rubia le llegaba hasta los pechos. Parecía una muñeca de colección. Esbelta y perfecta.

Dean sonrío y su lengua bífida asomó unos instantes.

— Una cacería masiva – dijo al fin. – Dormiremos por ahora, pero mañana por la noche, cazaremos sin descanso. – Se puso de pie – Mañana despertaremos a las legiones, recuperaremos a las prisioneras y nosotros tres aseguraremos el futuro y ll supervivencia del reino de las criaturas. No necesitamos a esa loca de Stacy.

— Stacy es muy poderosa – intervino Rob – Puede poner a las legiones en nuestra contra, puede incluso enfrentarnos sola y no creo que tengamos muchas oportunidades de vencerla.

Dean lo miró, su expresión decía: “Eso ya lo sé” pero antes de que pudiera replicar algo, la voz de Brooke rompió el breve silencio.

— Esperen. ¿Ya vieron la hora? – dijo con extrañeza. Parecía asustada.

— ¿Qué? – preguntó Dean

— Es verdad – dijo Rob saliendo de la sala y dirigiéndose a la ventana. Los otros se miraron entre si y lo siguieron.

— Las 6:30 am. Debería haber ya un resquicio de luz en el horizonte – Rob se volvió y los miró a ambos.

— Aun tenemos forma humana – dijo Brooke mirándose las palmas de las manos.

— No amanecerá. – Dijo Dean con una sonrisa – Es hora de llamar a las legiones.

— ¿Quién causo esto? – Preguntó Brooke — ¿Stacy? — Paseó la mirada de uno a otro. Los dos hermanos asintieron.

Aquel día el sol no saldría. La noche se prolongaría por tiempo indefinido. En el mundo, pronto empezarían las especulaciones, se vería a científicos y seudo – científicos tratando de explicar el fenómeno. Los religiosos dirían que el fin del mundo estaba próximo y muchos fieles alrededor del globo lo creerían. Un desajuste colosal en el ritmo circadiano de hombre y bestias comenzaría y el pánico se esparciría como plaga en muchas ciudades. La oscuridad era solo el comienzo, las cosas se pondrían peores en los días venideros. El reino de las criaturas de la noche había comenzado su invasión.

Desde lo alto, una criatura alada emitió un alarido gutural. Las tres criaturas oyeron el espantoso sonido y supieron de qué se trataba. Se miraron mutuamente. Las legiones del infierno despertarían, pero probablemente no estarían de su lado, sino a las órdenes de la bruja. A las órdenes de Stacy.

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