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La luna seguía allí, en lo alto, pero de a poco su brillo parecía estar menguando, la luna misma daba la impresión de estar encogiéndose, alejándose de su planeta madre.

Bill no tenía idea de que hora podía ser. Había perdido la cuenta de las horas que llevaba en vigilia y ahora, mientras caminaba, sentía como si sus piernas estuvieran hechas de cemento, o como si llevara un pesado grillete atado a cada extremidad.

Caminaba despacio y con cuidado, temeroso y alerta, por si alguna criatura voladora aparecía de pronto con intenciones de llevarlo consigo. Los parpados le pesaban y tenía que caminar tanteando las paredes, tal como si fuera un ciego.

Finalmente llegó a la calle donde vivía, el letrero decía Lincoln Street. Bill vivía justo donde Lincoln Street y Wally Street se encontraban. Su casa, sobresalía por las del resto del barrio, debido al

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