Mientras Ibrahim Al Khali veía volar por los aires brazos y piernas en llamas, el reverendo Jimmy Wayne yacía en una habitación. Era una habitación enorme, lujosamente decorada y adoquinada con incrustaciones de piedras preciosas. La habitación estaba parcialmente iluminada. Una única bombilla en el techo era suficiente para que el reverendo pudiera apreciar cada uno de los detalles. Jimmy Wayne tomó entre sus delgadas manos un jarrón que lucía muy antiguo, lo sostuvo unos instantes, deleitándose con la textura de aquel material y lo volvió a poner en su lugar.
Transcurridos algunos minutos, estaba comenzando a aburrirse. Resopló y se acostó sobre la cama. Era una cama muy suave; el reverendo pensó que bien podría dormirse hasta que algo pasara. Con la mirada fija en el techo estaba comenzando a adormilarse cuando de pronto la puerta de la habitación se abrió
El capitán Martín Ferrer vigilaba desde su camarote. En el cielo, una nube negra gigantesca se cernía amenazadoramente en el horizonte. A sus 47 años, el capitán Ferrer intentaba recordar si antes, en sus casi 30 años de experiencia como navegante, había visto algo así. Su instinto le decía que aquello no era una simple tormenta, aquello era algo peor, mucho peor. Ya era demasiado malo que no hubiera asomado la luz del día en casi 24 horas y ahora, como cereza sobre el pastel, estaba la tormenta. Afuera los truenos rugían con potencia y los rayos iluminaban el cielo con tal intensidad que, por algunos momentos, el capitán Ferrer y su tripulación creyeron que la luz del sol había vuelto.Finalmente se apartó de la ventanilla, no soportaba ver ni un segundo más el escenario tan desalentador que tenía ante sus ojos. Aquello era como una escena salida de la bibli
La luna seguía allí, en lo alto, pero de a poco su brillo parecía estar menguando, la luna misma daba la impresión de estar encogiéndose, alejándose de su planeta madre.Bill no tenía idea de que hora podía ser. Había perdido la cuenta de las horas que llevaba en vigilia y ahora, mientras caminaba, sentía como si sus piernas estuvieran hechas de cemento, o como si llevara un pesado grillete atado a cada extremidad.Caminaba despacio y con cuidado, temeroso y alerta, por si alguna criatura voladora aparecía de pronto con intenciones de llevarlo consigo. Los parpados le pesaban y tenía que caminar tanteando las paredes, tal como si fuera un ciego.Finalmente llegó a la calle donde vivía, el letrero decía Lincoln Street. Bill vivía justo donde Lincoln Street y Wally Street se encontraban. Su casa, sobresalía por las del resto del barrio, debido al
Después de hundir el navío que estaba al mando del capitán Ferrer, Setri se trasladó al lugar de origen de los acontecimientos, al lugar donde tendría lugar la ineludible batalla entre él y las tres criaturas. Criaturas que, por hallarse en el mundo de los humanos, no habían visto de primera mano la caída del reino al mando de Quantum, criaturas que aún no se habían postrado ante su figura y a la de la nueva reina, Stacy. Luego de que Setri contemplara con regocijo el hundimiento y muerte de la tripulación del extinto capitán Ferrer se trasladó a tierra firme escoltado por algunas criaturas aladas a las que después les ordenó desaparecer, no sin antes decirles que informaran a su comandante Aballah que debía reunirse con él cuanto antes.En el camino a la ciudad, Setri se divirtió un poco. A su paso por un pequeño poblado encontró a un ho
Una bala calibre 22 rodaba por una mesa inclinada, una vez que estaba cerca del borde, una mano la atrapaba en el aire evitando que cayera al suelo, la mano, colocaba de nuevo la bala en su posición original y el proceso iniciaba de nuevo. El sonido de esta, resbalando, era el único en la habitación, salvo quizá por el incesante tic tac del reloj de pared que en ese momento marcaba las 10:08 pm. Rob finalmente tomó la bala y la guardó en el bolsillo de su chaqueta, se levantó y caminó a la chimenea, donde unas brazas casi consumidas emitían tan solo unos cuantos destellos. Afuera, la luna se había reducido al tamaño de una cabeza de alfiler y el frio comenzaba a ser un verdadero problema, problema que con toda seguridad resultaba como consecuencia lógica de la ausencia de luz solar. Incluso Rob sintió que, de seguir así, pronto, él mismo tendría que arroparse con algo m&aa
La carretera Tx 359 conecta la ciudad de Laredo, Texas con la costa este de los Estados Unidos. A la altura del pequeño poblado de Oilton un hombre caminaba tambaleante, parecía un borracho más, pero cualquiera de los autos que hubieran tenido el reparó de detenerse a prestar auxilio, se habría encontrado con que aquel hombre no estaba borracho en lo absoluto. Su andar era errático, lento y atáxico, pero la causa real de su comportamiento tan singular, se debía a que, un par de horas antes, el desdichado hombre (que era un vagabundo sin techo del poblado de Oilton) se había encontrado casualmente con algo. Algo que parecía un hombre. Ese hombre, que no era otro que el Príncipe Setri había tocado en la nuca al vagabundo, le había acariciado ligeramente con la intensidad del suave viento y se había despedido y continuado su camino, no sin antes bendecirlo en una lengua extraña. El
Un par de horas después de la muerte de Aballah, Stacy miraba fijamente el reloj de arena. Su expresión no era de satisfacción, sino de absoluto malestar. El plazo estaba a punto de terminarse, eso, en su opinión, no era lo malo, después de todo, la noche llegaría después como siempre lo había hecho y ella podría continuar con sus planes. Lo malo, era que, con la llegada del amanecer, los estúpidos humanos atribuirían el milagroso regreso del día a Dios, a su Dios. Lo cuál era una tontería, pues nadie mejor que ella sabía que Dios no había intervenido en lo absoluto en favor de los hombres. Y se preguntó si de hecho, alguna vez había intervenido en su favor. Después de todo, el mundo de los hombres, no se diferenciaba mucho del infierno mismo, y de eso ella podía dar fe con su sello.Lo que pasaba en realidad era que el día volver&
Bill Reynolds escuchó atentamente la historia que las dos chicas tenían que contar. Le pareció que ellas se comportaban como si le conocieran de toda la vida. Durante el tiempo que precedió al amanecer, las chicas hablaron largamente, contaron a Bill con lujo de detalle todo lo que habían visto, desde las criaturas voladoras, las mazmorras (Madeleine rompió a llorar cuando recordó nuevamente el rostro de su bebé tendido en el suelo, con dos profundos agujeros en el cuello), el bebé que habían llevado consigo desde el momento de su huida hasta hace muy poco, pero sobre todo, contaron a Bill sobre la bruja y sobre lo que ellas llamaron los otros, es decir las otras criaturas que acompañaban a la bruja. - Una de ellas incluso parecía amable – dijo Madeleine refiriéndose a Brooke. – Le dije que se jodiera, no me enorgullezco de eso, pero lo hice. Martha por su parte, contó sobre los tipos que habían intentado violarla cuando ella salía de un bar en las afueras de la ciud
Para cuando el amanecer llegó, solo una de las cuatro criaturas seguía aun en la tierra. Los caballeros de la oscuridad, Rob y Dean, habían huido en direcciones opuestas, pero con un objetivo en común: Prepararse para la batalla final. Sabían que el amanecer solo significaba una cosa, y esa era que, las fuerzas se estaban alineando para la batalla. Rob había vuelto al reino de las criaturas utilizando el único pasaje físico que conecta ambos mundos. Se había despedido de Brooke poco antes del alba. Había sido un adiós doloroso, incluso para una criatura como él, pues sabía que era poco probable que volviera a verla. Daba igual. Solo deseaba que ella sobreviviera y si alguien debía luchar e incluso sacrificarse, él aceptaría gustoso el cargo. Dean, por su parte, se hallaba en una de las cuevas del sistema montañoso que nace en el centro de México y se extiende