Cenicienta Y La Bestia
Cenicienta Y La Bestia
Por: Luna De Artemis
Prologo

Aspiro el aroma de los girasoles a medida que avanzo por un hermoso sendero cubierto de estas flores. Son mis favoritas, me encantan. Me parece estar soñando, pero se siente tan real. Escucho risas que llenan mi corazón de calidez, me siento como si estuviese en casa. El sol baña mi piel con sus cálidos rayos y me reconforta, es como si la tormenta se hubiese terminado para siempre.

De pronto una voz me detiene, no logro comprender lo que dice, pero es como si me llamara. Cada vez es más clara, más familiar, me recuerda su presencia, la dulzura de sus abrazos. Cierro los ojos y la veo a ella, rodeada de un halo de luz y sus ojos llenos de amor brillan colmando mi vida de paz.

Es la voz de mi mamá.

—Isabella, eres fuerte, tú puedes. —Su voz es una melodía que me guía entre los girasoles.

Corro hacia ella, pero a cada paso que doy, el sendero se vuelve más oscuro y las flores se marchitan a mi alrededor. La tierra se torna viscosa, atrapando mis pies.

—Mamá, ¿dónde estás? —Mi voz se pierde en el viento.

No la consigo, a pesar de que voy todo lo rápido que puedo, mis piernas se sienten cansadas y empieza a fallarme la respiración.

—Siempre estoy a tu lado. —Miro en todas las direcciones, pero sigo sin encontrarla.

Es como un espejismo borroso que se aleja cada vez que mis pies se mueven en su dirección.

La llamo.

Le suplico.

—No me dejes, no sé qué hacer. —Me arden los pulmones.

—Busca en tu corazón. —Lo destrozaron.

—No puedo, me duele mucho, no quiero seguir viviendo —gimo y caigo de rodillas.

—Tienes que hacerlo, yo sé que puedes —repite y su voz suena distante.

El miedo se adueña de mí. La oscuridad me envuelve.

—No, no puedo —lloro y cierro los puños en la arena.

Las flores han desaparecido y la hierba antes verde ahora es solo tierra seca y oscura. Empiezo a hundirme, agito mis brazos buscando de dónde agarrarme; sin embargo, no hay nada y me hundo cada vez más rápido. 

Me ahogo en la desesperación, ahogando un grito que nadie puede oír.

Despierto agitada y con el corazón fuera de control. Es la primera vez que sueño con ella, es la primera vez que la escucho con tanta claridad. Hacía tanto tiempo que no veía su rostro, creí que la había olvidado, pero no es así. El recuerdo de mi madre continúa vivo en mi memoria.

Nunca más volveré a ser la débil, la que baja la cabeza cuando se siente derrotada. No van a destruirme, nunca más, lo juro por lo más sagrado que tengo en esta vida y no importa cuánto me cueste, voy a salir de este dolor, lo voy a superar.

Aspiro con fuerza al tiempo que cierro los ojos y elevo la cara al cielo. En silencio elevo una plegaria hacia mi madre agradeciéndole por seguir cuidándome, por permanecer a mi lado a pesar de que hace muchos años se fue de este mundo. 

—Te extraño mucho, mami, extraño tus abrazos, tus besos, tu calor. Pero sé que estás aquí, en mi corazón, y mientras yo respire no existe nada que me obligue a olvidarte —susurro, sintiendo que la vida me entrega una segunda oportunidad para vivir y demostrar quién soy.

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