Capitulo Cuatro

Soy cenicienta, siempre lo he sido. Pero ahora, justo ahora me siento como Caperucita y su lobo feroz.

Isabella

Hace tanto tiempo que no veo a mi padre, ni siquiera estuvo a mi lado el día de mi graduación y ayer cuando al fin me armé de valor para contarle que ya había encontrado trabajo en una empresa muy importante el ama de llave me dijo que los señores no se encontraban porque estaban en un viaje familiar fuera del país, sentí que un nuevo puñal más frío y letal se me enterraba en el pecho. ¿Cómo se puede vivir con tanto dolor?

La decepción coloreó mis lágrimas de amargura. Di media vuelta frente a la puerta y me fui de la casa de mis padres; ni siquiera me permitieron ingresar. Es como si fuese una extraña y no la hija de Jack Turner. Aún no lo entiendo. ¿Cuál es el propósito de que siga con vida luego de haber recibido tanto maltrato y humillaciones por parte de la esposa de mi padre?

Hace catorce años que perdí todo lo que amaba, pero he podido continuar y estoy segura de que voy a conseguir todo lo que me proponga. He sabido cómo mantener las sombras alejadas de mi vida, pero su fuerza cada vez es mayor y ya me estoy cansando de esto. En estos años he construido una vida alejada de lo que conocía, de lo que me daba seguridad y creo que ha sido la mejor opción para mí hasta ahora.

Sacudo la cabeza para espantar los pensamientos invasivos sobre mi vida personal para concentrarme en el trabajo. Por lo pronto lo que tengo que hacer es seguir manteniendo las manos de mi jefe fuera del alcance de mi cuerpo. Mantener una postura profesional y obligarlo a tratarme con respeto se lleva toda mi energía.

Apenas si logro no sentirme aplastada por su mirada y su energía. Es atractivo y no voy a negar que me gusta y me causa curiosidad conocer eso que promete sus palabras, sin embargo, las cosas que se dicen de él me mantienen en alerta. Según Camila, una chica que trabaja en el departamento de diseño, me ha dicho que el señor Castle solo utiliza a las mujeres para satisfacerse sexualmente y también me habló sobre el escándalo con su anterior asistente.

No está bien andar oyendo chismes de pasillos, pero si me metí en la cueva del lobo, lo mejor es que sepa de qué debo protegerme y aparte la curiosidad de mi cabeza. Mis primeros días como asistente del señor Castle no fueron fáciles ni sencillos. Su constante insinuación me pone los nervios de punta, aún sigue siendo así, por suerte, Rebecca me ha estado apoyando en absolutamente todo, pero desde hoy me toca enfrentarme a todo esto yo sola, sin su ayuda.

Me estremezco al escuchar el teléfono sonar, el corazón me martillea con fuerza contra las costillas. Tomo aire y lo suelto antes de contestar.

—Señor Castle. —Trato que mi voz no suene temblorosa, pero él me aterra.

—Señorita Turner, necesito que venga a mi oficina en este momento, por favor. —El tono que utiliza no me deja dudas al respecto.

Es el lobo feroz, es la bestia que me hará pedazos con solo chasquear los dedos.

—Enseguida, señor Castle. —Cuelgo y me pongo de pie. Antes de cruzar la puerta que separa nuestras oficinas me aliso la falda y me aseguro de que todo está en perfecto orden, también tomo la carpeta con los documentos que requieren su firma y la Tablet, y los llevo conmigo.

—Dígame señor Castle —digo al entrar e intento no mirarlo a los ojos.

—Isabella. —Trago saliva—. Puedes llamarme por mi nombre, Alexander. —Se pone de pie y camina hacia mí, siento que me falta el aire.

Me rodea, se pega tanto a mí que su perfume me marea. Siento que todo dentro de mí convulsiona de golpe robándome estabilidad.

»No tienes que ser demasiado formal, estamos solos y nadie se dará cuenta —susurra cerca de mi oído—, quiero saber cómo se oye mi nombre en tus labios. —Trago saliva.

Siento comezón por todo el cuerpo y unas inexplicables ganas de salir corriendo.

—Señor Castle, le sugiero que se comporte —digo con voz temblorosa—, usted es mi jefe y…

—¿Y qué? —Coloca su mano en mi cintura, provocando que una ola de calor me recorra por completo al apretarme hacia su cuerpo. Mi culo da contra su pelvis, al tiempo que mi alma sale de mi cuerpo y huye dejándome sola con el demonio.

Mis manos se aferran a la carpeta y al dispositivo electrónico buscando en ellos un apoyo, pero son solo objetos y no pueden hacer nada para salvarme. Soy una mujer madura y fuerte, no necesito a nadie que me salve, puedo hacerlo, debo hacerlo. Necesito este trabajo y no lo voy a conservar acostándome con el dueño, no me maté por tanto tiempo estudiando para terminar en los brazos de un ególatra narcisista.

—Tiene un concepto erróneo de mí, señor Castle. —Coloco mi mano sobre la suya y la aparto de mi cuerpo, ignorando el leve chispazo que siento al tocarlo—. No soy como las mujeres a las que está acostumbrado, yo no pretendo acostarme con usted para escalar posiciones y ahora, en este momento, tiene solo dos opciones. —Giro y lo miro fijamente—: despedirme o dejar de acosarme constantemente. —Se relame los labios al tiempo que sus ojos brillan con una intensidad demoniaca que me roba el aliento y se lleva el poco coraje que conseguí reunir.

Jamás había tenido que enfrentarme a un hombre como él, no solo me refiero al magnetismo que desborda o a su atractivo, sino a su inteligencia y audacia. Mi jefe podrá ser un idiota con ínfulas de dios al tratar con mujeres, pero eso no afecta ni en lo más mínimo su capacidad para dirigir una empresa.

—No, no voy a despedirte. —Vuelve lentamente a su sitio detrás del escritorio, pero no toma asiento, solo se queda ahí, de pie observándome.

Sus ojos me recorren de pies a cabeza, desarmándome por completo. Sonríe como si disfrutara de la tensión entre los dos, es un depredador y yo soy su presa.

—¿Tengo que firmar eso? —Extiende la mano en mi dirección.

El timbre de su voz me seduce. ¿Cómo puede ser posible?

—Sí, es el presupuesto para los nuevos equipos. —Le entrego la carpeta.

Me quedo en silencio mientras él examina que esté todo como lo pidió para luego firmar y devolverme la carpeta.

—Necesito que tome dictado, señorita Turner. —Asiento y enciendo la tableta—. Tome asiento, por favor.

—No se preocupe, estoy bien. —No creo ser capaz de levantarme una vez que me siente.

Mis piernas están débiles por el peso que significa tenerlo delante de mí.

—Como prefiera. —Me ofrece una sonrisa lasciva a la vez que se deja caer en el asiento sin despegar sus ojos de los míos.

Desvió la mirada hacia la tablet y activo la pantalla. Deslizo los dedos rápidamente sobre la superficie suave del dispositivo a medida que mi aterrador jefe me dicta las observaciones que se deben incluir en el último informe sobre un nuevo equipo electrónico que la empresa planea lanzar para fin de año.

—Cuando tenga el informe, ¿quiere revisarlo antes de enviarlo? —cuestiono, sintiéndome un poco más calmada.

—Por favor, y lo necesito para hoy mismo, Isabella. —Asiento y me retiro antes de que se le ocurra hacer algo más.

Apenas está empezando la semana y ya necesito un descanso, necesito vacaciones. El trabajo que realizo es sencillo, nada pesado, transcribir, tomar dictado, ayudar a evaluar algunos informes, de hecho he aprendido cosas nuevas estando con el señor Castle, pero claro, Rebecca estuvo presente prácticamente en todos nuestros encuentros postcontratación.

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