Cada segundo que pasa, el deseo se vuelve obsesión y la obsesión locura. No logro sacarte de mi mente y solo conozco un antídoto para mi demencia.
Alexander
Azoto con furia el culo de la puta que tengo en cuatro. Me hundo en ella una y otra vez mientras chilla como perra en celo y se frota el coño con su mano. Con mi mano libre sujeto su larga melena y tiro de ella cuando siento que ya estoy cerca; arremeto, arremeto sin contemplaciones y salgo de su interior para derramarme en su espalda.
Suelta un alarido lastimero que me infla las bolas y me hace expulsar más semen sobre ella. Se gira temblorosa y se lleva mi polla goteante a la boca, lame de arriba abajo saboreando cada gota de fluido. Anoche encontré a esta zorra en un bar, sabe chuparlo como diosa y se menea bastante bien, sin embargo, no pudo quitarme las ganas de follar.
Solo una puede hacerlo, pero se niega a darme lo que le pido. Me aparto de ella para ir al baño, se queja por mi brusquedad, pero la ignoro. No la traje para convertirla en princesa sino para follar. Abro el grifo del agua caliente y me meto bajo la cascada, sintiendo cómo mi piel arde al contacto con el líquido.
Tardo unos quince minutos en salir del baño para encontrarme a la zorra acostada con las piernas abiertas sobre mi cama.
—Ven, podemos comernos un poco más —dice en tono hambriento.
Sin embargo, soy un hombre de negocios.
—Tienes veinte minutos para desaparecer, mi chofer te llevará a donde le digas. —Entro al vestidor y cierro la puerta tras de mí.
Ceder a su petición es darle ideas que no debe tener. No pasa mucho tiempo cuando escucho la puerta, ser azotada y luego el silencio total, seguido de un texto de Rogert en el que me informa que se ha llevado a la señorita.
Señorita mis pelotas.
Rogert es mi jefe de seguridad y mi chofer, aunque por lo general manejo el deportivo y él solo me sigue o realiza algunos encargos. Termino de vestirme y bajo al comedor, vivo en el último piso del edificio más costoso de toda la ciudad.
—Buenos días, señor Castle. —Mi ama de llaves deja una taza de café sobre la mesa al saludarme.
El aroma de la bebida recién hecha llena el aire.
—Buenos días, señora Davis —correspondo con amabilidad al tiempo que tomo asiento. Tomo un sorbo y cierro los ojos al sentir que recupero las energías que perdí con la puta de anoche.
Pocas personas reciben esta amabilidad de mi parte, y la señora Davis es una de ellas.
—¿Le traigo su desayuno?
—Por favor. —Tomo otro sorbo de café mientras espero.
Mientras desayuno, me informa que ya ha hecho los preparativos para recibir a mi madre y a mi hermana, también del cambio en el menú y de las previsiones que debe tomar para mantener en secreto ciertas actividades privadas que suelo llevar a cabo en una habitación especial del departamento.
Ella sonríe y sus ojos brillan tras las gafas.
—Está bien, Sara, cuento contigo para mantener a mi madre y a Cassandra lejos de esos asuntos. —Me pongo de pie al terminar de comer.
—No se preocupe, señor Castle, cuenta con mi total discreción —afirma con una sonrisa en los labios.
—Lo sé y por eso es que estás a cargo de una parte importante en mi vida. —Asiente—. Por cierto, el libro que te encargué, ¿lo tienes?
— Por supuesto, señor. Lo he dejado en su escritorio.
— Perfecto, señora Davis. Es posible que hoy en la noche lleve a mi madre y a Cassandra a cenar, por lo que luego de ayudarlas a instalarse, te puedes retirar.
—Gracias. —Le doy la espalda y camino hacia el living, sin embargo, me detengo antes de que pueda salir del comedor—. Se… señor. —Giro.
—¿Sí?
—La señorita de anoche, señor, no debería de…
—Señora Davis, no olvide que cuento con su discreción y eso incluye su silencio. Manténgase al margen, solo obedezca órdenes —advierto sin alzar la voz.
—Disculpe. —Quizás y tenga razón, pero solo le doy a esas mujeres lo mismo que ellas me dieron a mí cuando solo era un imbécil que creía en sus falsas palabras.
Retomo mis pasos. Deberían de estar agradecidas conmigo, por al menos ser sincero al dejarles claro que lo único que quiero es cogerlas sin ningún compromiso. En el estacionamiento me encuentro con Rogert que ya viene de regreso.
—No lo apagues, hoy me llevarás —indico y me subo.
—Señor.
—¿A qué hora tienes que ir al aeropuerto?
—A mediodía, la señorita Turner irá conmigo, al parecer la señora Castle se lo pidió personalmente —informa.
—Está bien, Rogert. —Hago una pausa masajeándome las sienes para tratar de asimilar que por los próximos meses tendré a dos entrometidas que amo en mi vida—. Rogert, sé que es una tortura lo que te voy a pedir, pero ¿podrías vigilar que mi hermana no se meta en ningún problema ni me los cause, por favor? Recuerda lo que sucedió en Londres. —Esboza una sonrisa irónica.
—No lo olvido señor, no podría hacerlo jamás. —La última vez que las visité tuvimos que viajar a Londres, porque según ella, quería estudiar Literatura Inglesa, y me tocó sacar a mi jefe de seguridad de la cárcel porque ella lo acusó de acosarla, para poder irse a escondida a un club de muy mala reputación.
—Señor, estoy para cumplir sus órdenes, pero con todo respeto pondré a uno de mis hombres como guardaespaldas de la señorita Castle y le doy mi palabra de mantenerme y mantenerlo informado de cada movimiento que ella dé. —Detiene el auto al entrar en el estacionamiento de la empresa y me mira a través del espejo retrovisor—. Aunque ambos sabemos que no será una tarea fácil de cumplir —señala.
Suelto el aire retenido.
—Es justo. —Baja y rodea para abrirme la puerta—. Y si crees que dará problemas, avísame antes de que suceda. —Le palmeo el hombro y lo dejo para ingresar al edificio.
Espero que Cassandra haya madurado, ya es una mujer adulta, joven, pero adulta y lo correcto es que se comporte como es debido. Valoro mucho la presencia de Rogert dentro de mi equipo de seguridad, tiene cinco años trabajando para mí y antes de quedarme sin él, recluyo a mi hermana en un sanatorio mental contra su voluntad.
Al salir del ascensor, la imagen de un rostro nuevo me recibe. Una mujer de cabello cobrizo y con algunas pecas en las mejillas me sonríe formando hoyuelos al final de las comisuras de sus labios.
—Buenos días, señor Castle —saluda—, soy la nueva secretaria del piso, Alison Rivera, un placer —añade con su pequeña boca.
—Bienvenida, Alison. —Me acerco un poco más por sobre el mostrador—. Espero que disfrutes trabajar conmigo y que me permitas conocerte un poco más —agrego en tono sugerente, provocando que se sonroje.
—Por supuesto, señor Castle, para mí será un placer —musita cambiando su forma de mirarme.
¿Quién dijo que no podía entretenerme con canapés en lo que espero el plato fuerte?
El ascensor se abre de nuevo a mi espalda, pero no le presto atención. No cuando tengo la posibilidad de pasarla bien mientras trabajo.
—Buenos días, señor Castle. —Me enderezo al escuchar la dulce voz de mi asistente detrás de mí—. Veo que ya conoció a la señorita Rivera. —Se acerca a nosotros, sus ojos brillan con intensidad y la expresión de su rostro no tiene ni un ápice de serenidad.
—Así es, Isabella, el señor Castle me estaba dando la bienvenida —anuncia la secretaria; sin embargo, yo no aparto la mirada de mi asistente.
Su postura irradia descontento.
—De acuerdo, pero no le robes el tiempo, nuestro jefe es un hombre muy ocupado. —Me mira y sonríe con los labios apretados—. Toma, tienes que hacer seis copias de cada documento en esta carpeta y cuando tengas armadas las todas las carpetas correctamente, me las llevas a mi oficina. Tienen que estar listas antes de las nueve, por favor. Señor Castle, lo espero en su oficina. —Me hago hacia atrás cuando pasa entre el mostrador y mi cuerpo para ir a mi oficina, dejando en el aire las notas delicadas de su perfume.
No entiendo lo que acaba de suceder, pero su actitud territorial me ha abierto el apetito del todo.
—Señorita Rivera. —Me despido y voy detrás de mi dulce y ardiente asistente.
Me saboreo viendo cómo su culo se bambolea de un lado al otro mientras camina, atrayéndome como una mosca a la miel.
L'obscurité du péché
Mi sangre se agita con la promesa oscura de tu pecado. Tus labios me seducen, tu mirada mi hipnotiza y tu oscuridad planta su estandarte en mi piel.IsabellaJuro por Dios que estoy perdiendo la razón, ¿cómo se me ocurre hacer una escena como esa? El señor Castle es mi jefe, solo eso, puede coquetearle a quien se le venga en gana y a mí eso me debe dar completamente igual. Es un maldito mujeriego ególatra, no sé por qué me sorprendo o por qué me molesta tanto que se esté ligando a la nueva.Siento que el corazón me quiere explotar de lo rápido que me late y tengo un nudo en la boca del estómago que no me deja respirar. ¿Cómo puedo estar así por un mujeriego de manual? Es imposible que su comportamiento me esté afectando de esta manera.A esa estúpida se le nota en la cara que nada le cuesta abrir las piernas si se trata de ascender en posición. Está muy creída si de verdad piensa que, por acostarse con el jefe, puede ocupar mi lugar. Ni se imagina lo que le sucede a las empleadas que
La oscuridad me llama, me atrae hacia ella. Su seducción me pervierte y me atrapa en sus redes de lujuria.IsabellaPerdí la cabeza por completo, ¿cómo se me ocurre acceder a sus juegos? Tengo que encontrar el modo de escapar de las garras de mi jefe sin perder mi trabajo. No quiero convertirme en la comidilla de todo el edificio, pero estoy segura de que Alison no se quedara con la boca cerrada y no estoy segura de poder soportar que todo el mundo me señale. Suspiro rendida, imaginando las caras de todos al enterarse, los susurros a mi espalda, la mirada de triunfo de Alison al quedarse con mi puesto.Y ni siquiera puedo tener la consciencia tranquila porque lo hubiese besado si ella no nos hubiese interrumpido. Ahora mismo estaría saboreando el infierno que habita en sus labios y deleitándome con esa promesa secreta que se agita en su mirada cada vez que sus ojos me recorren. No consigo comprender cómo es que no logro controlar mis emociones ni mi cuerpo cuando estoy cerca de Alexan
Sedúceme, conquístame; si así, hazlo así. Me estás quitando el aliento, te robas mi capacidad para razonar y me conviertes en un ciclón de pasión que solo ansia tus caricias.IsabellaMe quedo completamente muda al escuchar la declaración de mi jefe, mi boca se seca y mis ojos se abren de par en par, incapaz de articular palabra alguna, después de él, yo tengo el poder total en la empresa. Tiene que ser una broma de su parte, no puede estar hablando en serio, mi mente se niega a aceptar la magnitud de sus palabras. La sala de juntas se ha quedado completamente en silencio mientras los ojos de mi jefe me perforan sin piedad.Siento que su mirada me traspasa, penetra mucho más profundo de lo que le puedo permitir y ahora sí, se apodera de mi alma y me convierte en su cautiva.«¿Por qué tus ojos se oscurecen tanto, querido lobo?»Me quedo sin aire, necesito salir de aquí o voy a desmayarme.—Confío en mi asistente, me ha demostrado ser eficiente y eficaz, además de que ha aportado muy bu
Algo se rompió y se encendió en mi interior cuando tus labios me probaron. Es una luz que me conduce a la oscuridad, pero mis pasos se niegan a seguir el camino que tu voz le indica.IsabellaSostengo la nota en mi mano con fuerza, sintiéndome culpable de lo que sucedió, sintiendo que fui usada por un hombre que no vale nada, sintiendo un asco horrible en mi boca que aún conserva el sabor de sus besos. Al llegar al piso del estacionamiento, camino con paso firme hasta el auto donde el señor Torres me espera. Lo saludo al llegar y subo sin perder tiempo, cierra la puerta y rodea para tomar su lugar detrás del volante.—¿Se encuentra bien, señorita Turner? —Alzo la vista y sus ojos se cruzan con los míos a través del espejo retrovisor.La nota sigue en mi mano, es como si se hubiese adherido a mi piel.—No es nada, solo estoy cansada. —Fuerzo una sonrisa—. Sigo sin acostumbrarme a la rutina del señor Castle —añado y él asiente.—No se preocupe, cuando menos lo espere, irá a su mismo rit
Beber de tu boca el elixir de lo prohibido es lo que ha condenado a mi alma a solo vivir por un suspiro de tus labios, una mirada de tus ojos y una caricia de tus manos.A vivir por ti.AlexanderIsabella tiene que ser mía. Este deseo que siento hacia ella solo se extinguirá cuando la tenga debajo de mí, suplicando por más. Sus labios son tan suaves y su piel, su piel es como la seda. No sé cómo no la desvestí, muero por ver toda su piel desnuda, quiero admirar cada centímetro de su cuerpo.Deleitarme al ver como se torna roja con cada palmada, embeberme en sus gemidos y jadeos, ahogarme con sus fluidos. Estoy seguro de que mi dulce Isabella tiene el mejor sabor de todas, incluso que las Zorras con las que me acuesto. Por primera vez ansío arrancarle cientos de orgasmos a una mujer antes de llenarla con mi semen.No creo que pueda salir de ella al correrme, quiero ver como la leche sale de sus agujeros.—Lo siento. —La estúpida secretaria interrumpe mis pensamientos—. Vine a ordenar l
Obsesión. Obsesión. Obsesión. Deseo.Tú.AlexanderTener a mi madre en casa me complica los planes, no quiero que ella se meta en mis asuntos, pero sin importar cuanto se lo pida o le exija que no lo haga, ella hará lo que se venga en gana. Respiro profundamente antes de que el ascensor abra sus puestas en el vestíbulo del departamento, Rogert me comentó algo sobre el pequeño intercambio entre Isabella y mi hermana.Por lo que me dijo no fue tan grabe, sin embargo, mi dulce asistente no se encontraba bien después de lo que sucedió entre los dos. Yo mismo me encuentro alucinando con devorarla por completo, con sumergirme en su pasión y beber cada gota de su locura.—Alexander, bienvenido hijo. —Mi madre se cuelga de mi cuello con fuerza, la rodeo con mis brazos sintiendo su calor.Amo a mi madre y la extraño, pero estoy acostumbrado a mi libertad.—¿No debería de ser, al contrario, madre? Soy yo quien tiene que darte la bienvenida. —Me besa en la mejilla antes de soltarme.Mi familia n
¿Por qué tus ojos son tan negros y brillantes?¿Por qué tus labios me sonríen de esa forma?¿Por qué me siento atraída por el aroma de tu piel?Porque yo, mi Cenicienta, soy el lobo de esta historia.AlexanderAl entrar en la oficina, la fragancia de su perfume me golpea, embriagándome por completo. Me siento tentado a abrir la puerta que nos separan y terminar con lo que empezó ayer, pero resisto mis impulsos y camino hasta el escritorio. Una nota en papel amarillo y arrugado me espera tranquila sobre una carpeta. Tomo la pequeña nota, pero enseguida la aplasto con mi puño.—¡Isabella! —grito sintiendo cómo toda la habitación tiembla debajo de mí—. ¡Isabella! —Nunca pierdo el control de esta manera, jamás le he gritado a mis empleados, pero esto simplemente altera por completo todo lo que soy.Todo en lo que me he convertido.—Señor Castle —balbucea al entrar.—¿Qué es esto? —El terror se dibuja en su mirada, la veo tragar saliva e intentar responder, pero solo abre y cierra la boca.
El fuego me quema por dentro, consume mi ser, lacera cada espacio en mi interior y aun muriendo mi último respiro es para pronunciar tu nombre.IsabellaSiento que me falta el aire, todo me da vueltas. Me dejo caer al piso con la espalda apoyada a la puerta, desde aquí puedo escuchar las voces de mi jefe y de esa mujer, pero tengo tantas cosas pasando por mi cabeza que me es imposible entender lo que dicen. Todo a mi alrededor da vueltas y un pitido agudo resuena en mis oídos mientras la vergüenza y la humillación se cierne sobre mí con pesadez.Mis ojos se llenan de lágrimas: amargas y saladas, es como si una tormenta hubiese estallado dentro de mí, me llevo las manos a la boca para evitar que mis sollozos se escuchen al otro lado, siento el retumbar de mi corazón en los tímpanos y un cosquilleo por toda la piel que se concentra en mi intimidad haciéndome consciente de mi brutalidad, de mi estupidez.La vergüenza me abraza con fuerza, ahogando los gritos internos que desgarran a mi a