Capitulo Cinco

La obsesión crece, se intensifica, se convierte en mi razón para despertar cada día. Mi dulce asistente; pura, inocente y apasionada. Serás mía, no lo dudes.

Alexander

La señorita Turner es una mujer difícil de impresionar, es un enigma que me obsesiona, cualquier otra mujer ya habría caído rendida a mis pies. Su indiferencia solo alimenta el fuego de mi deseo, no voy a darme por vencido, ella tiene que ser mía como todas las demás y por Dios, voy a disfrutar cuando la escuche gemir mi nombre. ¡Oh sí! Lo voy a disfrutar como nunca antes lo he hecho, haré que suplique por mi polla, que se extasíe cuando la tenga dentro y me bañe con su lujuria.

La idea de doblegar su voluntad, de hacerla mía por completo, me excita como ninguna otra.

Desde que la vi en el club no he podido sacarla de mi cabeza, quería quitarle el vestido y maravillarme la vista con lo que tenía oculto debajo de la diminuta prenda, pero tuve que conformarme con la mamada de la empleada, no estuvo mal, sin embargo, era otra boca la que deseaba follar. Jamás la había tenido tan dura como esa noche mientras la observaba bailar al ritmo de la música, el vestido rojo se ceñía a su cuerpo del mismo modo en el que yo quería hacerlo.

Tiene un cuerpo diseñado para provocar…

—Isabella —contesto cuando el teléfono suena sacándome de mis pensamientos.

—Señor Castle, su madre se encuentra en la línea —informa con voz serena.

—Gracias. —Corto la comunicación con ella para atender a mi madre.

—Madre —saludo.

—Si no se me ocurre llamarte, tú no lo haces —se queja. Ruedo los ojos—, no puedo creer que hayan pasado más de dos semanas desde que hablamos, es como si tu hermana y yo no te importáramos —continúa.

Me dedico a escuchar en silencio sus quejas y sus reclamos durante al menos cinco minutos en los que me hace sentir irritado y con ganas de colgar, pero me resisto hasta que al fin me pregunta como estoy.

—Estoy bien, gracias por preguntar y sabes que los asuntos en la empresa me mantienen ocupado, no es que Cassandra y tú no sean importantes —comento, aunque sé que ella siempre tendrá la razón, sin importar lo que yo diga.

En fin, ambas saben que no me gusta ir a casa, ahí es donde está todo lo que prefiero mantener en el olvido.

—Si lo sé, eres un hombre muy importante y con muchas ocupaciones, es por eso que he decidido pasar una temporada contigo. Estoy harta de esperar que vengas a verme. —Maldigo mentalmente.

Desde hace varios meses se le ha metido en la cabeza que es hora de que siente cabeza, no obstante, casarme y tener una familia no está dentro de mis planes. A excepción de ella, ninguna otra mujer merece que la respete o la considere digna de llevar mi apellido.

—No es necesario que viajes, puedo ir a verte este fin de semana —sugiero—, podemos hacer lo que quieras, ir al cine o al teatro, a cenar, lo que digas. —Necesito mantener mi privacidad.

—Ya tomé la decisión hijo y no harás que cambie de parecer, de hecho ya compré los boletos de avión para tu hermana y para mí. —Me paso la mano por la frente intentando aclarar mis pensamientos y encontrar una excusa para evitar su visita, pero nada de lo que se me ocurre me parece la mejor de las ideas.

Amo a mi madre y a mi hermana, son todo lo que tengo, pero prefiero mantenerlas alejadas de la m****a de vida que llevo. No quiero que mi madre se esté metiendo en mi vida y tenerla aquí significa que la tendré respirándome en la nuca y jodiéndome a cada segundo con el tema de la familia.

Por otra parte, hace mucho que no veo a mi hermana, de hecho, no estuve presente cuando regresó de París. Exhalo ruidosamente, rindiéndome a la voluntad de mi madre.

—De acuerdo, necesito que le des la información de tu vuelo a mi asistente para que envíe a Rogert por ti.

—Bien, entonces te dejo para que continúes en lo que estabas. —Puedo sentir su sonrisa a través del teléfono.

—Adiós madre. —Le paso la llamada a Isabella para que se ocupe.

No me sorprenden para nada las estrategias de mi madre, de haberme avisado antes, sabe bien que la habría detenido, ni siquiera me pidió el avión privado. Está decidida a conseguirme una esposa que no quiero tener. Nada pierdo con dejarla ocupar su tiempo en lo que le dé la gana, después de todo la decisión es mía y ni su mejor actuación me hará cambiar de parecer.

Me concentro de nuevo en los asuntos de la empresa y me olvido por completo de mi madre y de mi asistente. Analizo la propuesta de una de las mejores empresas de la ciudad, no es mi área de trabajo, sin embargo, lo que proponen es atractivo y de acceder se podría consolidar una empresa independiente de Castle Tecnology en sociedad con ellos y de ese modo proteger el patrimonio que me ha costado formar.

Pondría el dinero de mi bolsillo para no tocar el capital de la empresa y en caso de que no funcione, las perdidas serían controladas y sin mayor impacto.

—Señor Castle, lo que me pidió. —Despego la vista de la pantalla del computador para fijarla en la figura de mi dulce asistente.

—Gracias, Isabella. —Tomo los documentos y los ojeo—. ¿A qué hora tienes que ir por mi familia? —pregunto estudiando sin dejar de estudiar los documentos.

—A la hora de la comida, ya hablé con el señor Torres y vendrá por mí para ir al aeropuerto. —Isabella es muy eficiente e inteligente.

Es posible que la haya estado subestimando.

—Bien, puedes enviar esto al departamento de diseño. —Plasmo mi firma y se lo entrego—. Puedes tomarte la mitad de la tarde mañana, así podrás comer luego de dejar a mi madre en mi departamento. —Se nota tensa, tiene los hombros rectos y la espalda completamente erguida.

Me ofrece una sonrisa de labios apretados y asiente antes de desaparecer en su oficina. Me gusta verla así, tensa y tratando de disimular lo que le afecta mi presencia. Es obvio que se siente atraída, pero se resiste. Cierro los ojos e imagino cómo debe verse su piel luego de unos azotes. ¿Cuánto estará dispuesta a soportar?

Pronto lo voy a descubrir. 

Isabella, mi dulce Isabella.

Le miel de douceur est le péché qui traverse votre peau.

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