Caerás, eso te lo aseguro o te juro que seré yo quien termine a tus pies.
Isabella
Creo que mis nervios se han calmado un poco, estoy a un paso de al fin tener un mejor trabajo, cotizar y adquirir experiencia real dentro de mi campo. Aunque ser asistente no es lo mismo que ser economista, pero al menos puedo hacer todo lo que esté en mis manos para hacerle notar al director ejecutivo mis habilidades y conocimientos.
Me pierdo tanto en mis pensamientos, en esos anhelos que me acompañan día con día, en el deseo de recibir la aprobación de mi padre al ver que si pude salir adelante por mi cuenta, que no me percato de las pisadas que se acercan hasta que ya es demasiado tarde.
—Buenos días. —La voz fría y carente de emociones me hace temblar internamente, alzo la mirada con intención de responder, pero las palabras se desaparecen de mi boca.
Un hombre de ojos y cabello tan negro como la noche me observa con un brillo oscuro en sus iris, se me saca la boca al repasarlo e imaginarme que me envuelve entre sus brazos. Trago en seco y la garganta me arde al tiempo que un extraño calor se propaga por todo mi cuerpo.
Rueda los ojos y suelta un bufido impaciente.
»Tal parece que la primera opción que me envía Rebecca no posee educación ni buenos modales —espeta y pasa de largo hacia la oficina—, en cinco minutos la quiero adentro y espero que cuando cruce la puerta recuerde cómo hablar —añade sin girarse a verme de nuevo.
Todo mi cuerpo pesa, el corazón me late tan rápido que me duele cada vez que bombea. Un pitido agudo aturde mis oídos y siento cómo el sudor recorre cada centímetro de mi piel. Corro hacia el baño cuando siento la bilis subirme por la garganta. Todo me da vueltas, maldición, debería irme de este lugar, escapar del lobo que aguarda por mí.
Ignoro a mi instinto de supervivencia y vuelvo sobre mis pasos, toco la puerta y espero a que me indique qué puedo pasar. Las piernas me tiemblan, estoy segura de que en cualquier momento caeré de culo delante del dueño de la empresa.
—Buenos días —musito en un hilillo de voz apenas audible. Tuerce el gesto—, Soy Isabella Turner... —Mis palabras mueren cuando despego los ojos de su rostro y me fijo en el panorama a su espalda.
La pared acristalada ofrece una vista amplia de la ciudad, el cielo de un azul limpio y puro me roba el aliento. Toda la oficina, en tonos oscuros y metálicos, es iluminada por la luz que entra de la ventana y captura toda la atención de quien sea que entre.
Vuelvo a la realidad cuando el dueño de la empresa se aclara la garganta. Sus ojos me miran con una intensidad que me hace jadear mentalmente. Veo oscuridad, deseo y superioridad en él, me humedezco los labios y trago saliva, entendiendo que de nuevo estoy siendo grosera.
—Lo siento —musito y camino hasta acercarme al escritorio.
—Tome asiento, señorita Turner. —Su voz tiene la capacidad de ser un golpe y una caricia al mismo tiempo.
No entiendo qué es lo que sucede conmigo hoy. Me debo de estar volviendo loca, es la única explicación lógica.
—Gracias. Me gustaría decirle que no suelo ser una persona distraída y si decide no aceptarme como su asistente, entenderé los motivos, no le he dado una buena impresión. —Vomito las palabras una tras la otra, dejando que los nervios de nuevo se apoderen de mí.
Sin embargo, ahora no son solo los nervios los que me hacen hablar atropellando las palabras, sino el aura oscura que despide y me atrae por igual.
—No tiene que continuar hablando. —Me calla—, el puesto es suyo, pero le advierto que soy un hombre muy exigente y me gusta tener en mis manos todo lo que quiero, cuando lo quiero. —Trago saliva de nuevo, pero tengo la boca seca.
—Le doy mi palabra de que no tendrá quejas de mi señor… —Se pone de pie y rodea el escritorio, camina hasta donde estoy y se apoya sobre el mismo.
—Castle, Alexander Castle. —Jadeo sin poder evitarlo, provocando que sus labios esbocen una sonrisa que hace que mi centro palpite descontrolado.
—Señor Castle —repito y de nuevo me humedezco los labios, sintiéndolos agrietados.
—¿Le ofrezco algo de tomar? —Su pregunta me saca de donde sea que haya estado y me deja de nuevo en su oficina.
Se aleja con paso seguro hacia un minibar colocado discretamente a un costado de la estancia y se sirve un trago. Gira y clava sus ojos en mí, repitiendo sin pronunciar palabras su pregunta.
—Agua, por favor —me apresuro a decir.
Sonríe y devuelve su atención a las bebidas. Cuando se acerca, coloca delante de mí un vaso de vidrio con hielo y una botella de agua.
Me sirvo un poco y dejo que el líquido refresque mi sediento paladar.
—La asistente anterior era una incompetente que solo me causó problemas —comenta déspota y vuelve a ocupar su lugar—, le pediré a Rebecca que le ayude a ponerse al día con todos los asuntos de la agenda y señorita Turner, tendrá cuarenta y ocho horas para demostrarme que no es igual de ineficiente que su antecesora. Puede retirarse. —Asiento incapaz de pronunciar algo y me pongo de pie para irme al ver que él simplemente desvía su atención hacia la computadora.
Debería decir algo como despedida, pero tengo un nudo en la garganta y mi cerebro está ocupado en hacer que mis piernas no me dejen caer. Al salir, siento que de nuevo quiero vomitar; sin embargo, la gerente de recursos humanos me espera afuera de la oficina con los brazos cruzados, chasquea la lengua al verme y niega con la cabeza.
—Primera regla para trabajar con ese hombre: no dejes que te intimide, de lo contrario te comerá de un bocado. —Demasiado tarde para esa advertencia—. Ven. —La sigo en silencio, sintiendo que de nuevo puedo respirar.
Tal vez no sea tarde para arrepentirme de tomar este empleo, pero entonces eso se verá fatal en mi hoja. Quizás los nervios causaron más estragos en mí de lo que tenía pensado y por eso me siento de este modo, cuando venía lo hice suplicando con ser yo quien se quedara con el puesto, ahora que lo tengo no puedo estar renegando de él solo porque el jefe es una especie de demonio que me intimida y me hace sentir cosas en donde nunca había sentido nada.
Entro en una pequeña sala, hay un escritorio pequeño, un par de archiveros, un florero con flores marchitas, algo de polvo en la mayoría de las superficies y que, además de la puerta por la que entramos, cuenta con otra a un costado.
—¿Qué es aquí? —pregunto sintiendo cosquillas en la punta de la nariz.
—Esta será tu oficina, no es muy grande, pero es cómoda y esa puerta de ahí es el acceso a la oficina del señor Castle. —El corazón me deja de latir al escuchar el nombre de mi jefe—. Haré que limpien hoy mismo este espacio y mañana podemos empezar a trabajar. No te preocupes, me he estado ocupando de la agenda de Alexander, así que se te hará relativamente fácil cogerle el hilo.
Asiento a todo lo que dice, saca algunas carpetas del archivero y me las entrega. Me explica que son las firmas más importantes a las que la empresa les ofrece sus servicios. Conversamos un poco más, pero antes salimos de ese espacio y vamos a su oficina. Me explica muchas cosas y al terminar me indica la hora en la que debo llegar cada día, por suerte, suelo levantarme temprano, así que el horario de entrada no será un problema.
Me convierto en nada a medida que la necesidad aumenta. Ya no solo te deseo.AlexanderY pensar que casi atropello a mi nueva asistente. La polla me duele desde que vi el océano en sus ojos, quiero verlos empañados de deseo, que se cristalicen por la pasión que lleva oculta bajo su piel mientras me follo su boca. Necesito escuchar sus jadeos retumbando en las paredes de mi habitación, que su dulce voz se convierta en una melodía obscena, que me haga correr sobre su lengua, que me pida que le dé más duro, que le destroce el coño, que la deje adolorida.Ansío escucharla gemir, pidiendo que la haga pedazos. Me saboreo los labios al imaginar su voz rota, suplicando por más, desnuda, temblorosa y de rodillas ante mí.—No estarás pensando en llevarte a la cama a Isabella, cierto. —Alzo la mirada cuando escucho la voz de Rebecca.Camina en mi dirección sacudiendo el culo de un lado al otro, me gustaría perforar sus jugosos agujeros.—Sabes que no me importa la superficie, puede ser este escr
Soy cenicienta, siempre lo he sido. Pero ahora, justo ahora me siento como Caperucita y su lobo feroz.IsabellaHace tanto tiempo que no veo a mi padre, ni siquiera estuvo a mi lado el día de mi graduación y ayer cuando al fin me armé de valor para contarle que ya había encontrado trabajo en una empresa muy importante el ama de llave me dijo que los señores no se encontraban porque estaban en un viaje familiar fuera del país, sentí que un nuevo puñal más frío y letal se me enterraba en el pecho. ¿Cómo se puede vivir con tanto dolor?La decepción coloreó mis lágrimas de amargura. Di media vuelta frente a la puerta y me fui de la casa de mis padres; ni siquiera me permitieron ingresar. Es como si fuese una extraña y no la hija de Jack Turner. Aún no lo entiendo. ¿Cuál es el propósito de que siga con vida luego de haber recibido tanto maltrato y humillaciones por parte de la esposa de mi padre?Hace catorce años que perdí todo lo que amaba, pero he podido continuar y estoy segura de que
La obsesión crece, se intensifica, se convierte en mi razón para despertar cada día. Mi dulce asistente; pura, inocente y apasionada. Serás mía, no lo dudes.AlexanderLa señorita Turner es una mujer difícil de impresionar, es un enigma que me obsesiona, cualquier otra mujer ya habría caído rendida a mis pies. Su indiferencia solo alimenta el fuego de mi deseo, no voy a darme por vencido, ella tiene que ser mía como todas las demás y por Dios, voy a disfrutar cuando la escuche gemir mi nombre. ¡Oh sí! Lo voy a disfrutar como nunca antes lo he hecho, haré que suplique por mi polla, que se extasíe cuando la tenga dentro y me bañe con su lujuria.La idea de doblegar su voluntad, de hacerla mía por completo, me excita como ninguna otra.Desde que la vi en el club no he podido sacarla de mi cabeza, quería quitarle el vestido y maravillarme la vista con lo que tenía oculto debajo de la diminuta prenda, pero tuve que conformarme con la mamada de la empleada, no estuvo mal, sin embargo, era o
Cada segundo que pasa, el deseo se vuelve obsesión y la obsesión locura. No logro sacarte de mi mente y solo conozco un antídoto para mi demencia.AlexanderAzoto con furia el culo de la puta que tengo en cuatro. Me hundo en ella una y otra vez mientras chilla como perra en celo y se frota el coño con su mano. Con mi mano libre sujeto su larga melena y tiro de ella cuando siento que ya estoy cerca; arremeto, arremeto sin contemplaciones y salgo de su interior para derramarme en su espalda.Suelta un alarido lastimero que me infla las bolas y me hace expulsar más semen sobre ella. Se gira temblorosa y se lleva mi polla goteante a la boca, lame de arriba abajo saboreando cada gota de fluido. Anoche encontré a esta zorra en un bar, sabe chuparlo como diosa y se menea bastante bien, sin embargo, no pudo quitarme las ganas de follar.Solo una puede hacerlo, pero se niega a darme lo que le pido. Me aparto de ella para ir al baño, se queja por mi brusquedad, pero la ignoro. No la traje para
Mi sangre se agita con la promesa oscura de tu pecado. Tus labios me seducen, tu mirada mi hipnotiza y tu oscuridad planta su estandarte en mi piel.IsabellaJuro por Dios que estoy perdiendo la razón, ¿cómo se me ocurre hacer una escena como esa? El señor Castle es mi jefe, solo eso, puede coquetearle a quien se le venga en gana y a mí eso me debe dar completamente igual. Es un maldito mujeriego ególatra, no sé por qué me sorprendo o por qué me molesta tanto que se esté ligando a la nueva.Siento que el corazón me quiere explotar de lo rápido que me late y tengo un nudo en la boca del estómago que no me deja respirar. ¿Cómo puedo estar así por un mujeriego de manual? Es imposible que su comportamiento me esté afectando de esta manera.A esa estúpida se le nota en la cara que nada le cuesta abrir las piernas si se trata de ascender en posición. Está muy creída si de verdad piensa que, por acostarse con el jefe, puede ocupar mi lugar. Ni se imagina lo que le sucede a las empleadas que
Aspiro el aroma de los girasoles a medida que avanzo por un hermoso sendero cubierto de estas flores. Son mis favoritas, me encantan. Me parece estar soñando, pero se siente tan real. Escucho risas que llenan mi corazón de calidez, me siento como si estuviese en casa. El sol baña mi piel con sus cálidos rayos y me reconforta, es como si la tormenta se hubiese terminado para siempre. De pronto una voz me detiene, no logro comprender lo que dice, pero es como si me llamara. Cada vez es más clara, más familiar, me recuerda su presencia, la dulzura de sus abrazos. Cierro los ojos y la veo a ella, rodeada de un halo de luz y sus ojos llenos de amor brillan colmando mi vida de paz.Es la voz de mi mamá.—Isabella, eres fuerte, tú puedes. —Su voz es una melodía que me guía entre los girasoles.Corro hacia ella, pero a cada paso que doy, el sendero se vuelve más oscuro y las flores se marchitan a mi alrededor. La tierra se torna viscosa, atrapando mis pies.—Mamá, ¿dónde estás? —Mi voz se pi
Solo he sido un desgraciado en busca de un final.La luz de tus ojos me llena de esperanzas.IsabellaEsta historia no inicia con un lindo despertar, ni con la luz del sol filtrándose por entre las blancas cortinas, ni con una hermosa joven despertando entre suaves sabanas y algodonosas almohadas, sino con un ruidoso despertador que me hace saltar en la cama dos horas antes de que salga el sol y dar tumbos de un lado al otro mientras me visto para mi onceava entrevista de trabajo.Hace dos meses que me gradué y sigo sin una sola gota de suerte en el mundo laboral... bueno, exageré un poco porque obvio, si tengo trabajo, porque si no, no tendría con que pagar la renta, aunque no es algo a lo que me quiera dedicar toda la vida.¡Maldición! Divago en medio de mis divagaciones.En fin, el hecho es que tengo todas mis esperanzas puestas en la entrevista de hoy, mi mayor sueño es que mi madre se sienta orgullosa de mí, aunque ya no esté en este mundo. Aún recuerdo el día que la vi por últim