Capitulo Uno

Solo he sido un desgraciado en busca de un final.

La luz de tus ojos me llena de esperanzas.

Isabella

Esta historia no inicia con un lindo despertar, ni con la luz del sol filtrándose por entre las blancas cortinas, ni con una hermosa joven despertando entre suaves sabanas y algodonosas almohadas, sino con un ruidoso despertador que me hace saltar en la cama dos horas antes de que salga el sol y dar tumbos de un lado al otro mientras me visto para mi onceava entrevista de trabajo.

Hace dos meses que me gradué y sigo sin una sola gota de suerte en el mundo laboral... bueno, exageré un poco porque obvio, si tengo trabajo, porque si no, no tendría con que pagar la renta, aunque no es algo a lo que me quiera dedicar toda la vida.

¡Maldición! Divago en medio de mis divagaciones.

En fin, el hecho es que tengo todas mis esperanzas puestas en la entrevista de hoy, mi mayor sueño es que mi madre se sienta orgullosa de mí, aunque ya no esté en este mundo. Aún recuerdo el día que la vi por última vez, aún siento en el pecho toda esa mezcla de emociones; era tan pequeña, frágil y ese día me quedé completamente sola.

Caigo de culo al calzarme las medias.

Recuerdo todo con tanta claridad y se me hace tan fácil sentir como todo pesa y me aplasta. A los siete años perdí a mi madre, a un mes de cumplir ocho tuve madrastra y a los cuatro meses siguientes ya esperaba a mi hermanastra. Tal vez pueda comparar mi historia a la de Cenicienta, aunque sin todo el cuento de hadas completo, no ansío un príncipe que me rescate.

Pero la historia sirve como punto de comparación; un padre ausente y encandilado por una morena de cabellos negros y largos con ojos azules que parece no envejecer ni un solo día, una madrastra que me odia por el simple hecho de existir y la cual me daría una manzana envenenada sin dudarlo ni un segundo y una hermanastra que siguiendo el ejemplo de su madre me detesta como a nadie en el mundo sin razón alguna, lo supe desde que la vi por primera vez y lo confirme cuando Evelyn nació.

Soy la enemiga número uno de ambas y ni siquiera sé qué hice para recibir tan honorífico título.

Sí, la falda de tubo color verde oliva me queda como un guante, blusa blanca de tiros sin mucho escote y un blazer del mismo color de la falda completan el atuendo junto a unos tacones blancos que me hacen lucir un poco más alta.

Hace cuatro años que mi padre me pidió que me fuera a vivir a otro lugar por el bien de la familia y es por esa misma razón es que hace cuatro años veo por mí, al principio me pagó un departamento y me daba una pensión para mis estudios, sin embargo, de la noche a la mañana, me echaron y una amiga me dio alojo por varios meses hasta que encontré trabajo como modelo de ropa interior, no es la gran cosa y solo modelo para catálogos, no soy famosa ni nada por el estilo.

Salgo del apartamento una hora después con una rebanada de pan en la boca, mi currículo y documentos en una mano en caso de que deba seguir buscando y el bolso con las llaves en la otra. América, mi amiga quería que continuara viviendo con ella para dividirnos lo de la renta, pero su alma fiestera y su corazón de condominio fueron algo a lo que no pude acostumbrarme durante los meses que viví a expensas de ella.

Por suerte, uno de sus chulos fue el que me encontró lo del modelaje. Tomo el primer taxi que encuentro y le doy la dirección. En el auto me coloco lápiz labial, máscara de pestaña y superviso que mi cabello esté en orden. «Una bonita imagen siempre vende», suele decir el fotógrafo del catálogo.

El taxi tarda aproximadamente veinte minutos en dejarme frente al edificio de Castle Tecnology, tengo cuarenta minutos de sobra, por lo que entro en el café que está cruzando la calle y pido té negro con miel y limón. No soy de tomar mucho café, no digo que no me guste, pero prefiero el té. Al salir, espero que la luz cambie y los autos dejen de pasar.

Suspiro para deshacerme de los nervios, pero es casi imposible que desaparezcan.

Los autos se detienen, pero cuando pongo un pie en el rayado, un hermoso deportivo negro frena de golpe, provocando que tire el té y que por poco me bañe con él. El corazón me golpea con fuerza, lo siento en la garganta y todo el cuerpo me tiembla. Creo que voy a caer de culo porque siento las piernas demasiado débiles y temblorosas para sostenerme, pero unas manos me sujetan por la cintura y me atraen hacia la acera de nuevo.

—¿Se encuentra bien, señorita? —Todo en mí se estremece y siento que estoy a punto de desmayarme.

—Gracias —musito un par de minutos después, cuando el semáforo vuelve a marcar verde y el deportivo desaparece desparramando los neumáticos.

—Hay bestias que no deberían de conducir. —Sonríe y me doy cuenta de que me está coqueteando—. Richard, Richard Medina. —Me extiende la mano y se la tomo por educación.

Es un hombre atractivo, de ojos cafés claro y cabello castaño.

—Un gusto, tengo que irme. —Cruzo al ver que los autos se han detenido de nuevo y me fijo en que no venga otro imbécil en un bonito deportivo.

El hombre me habla, pero no le presto atención porque voy maldiciendo mentalmente no tener tiempo para ir por otro té, en realidad, sí lo tengo, pero no me quiero arriesgar a sufrir otro contratiempo. Entro al edificio, la recepción es bastante elegante, una falsa rubia con el cabello oculto en un trabajado moño, me entrega un gafete de visitante una vez que me he identificado y me desea suerte cuando me dirijo al ascensor.

Antes de que las puertas se cierren, dos chicas más ingresan y me doy cuenta de que vienen también a la entrevista. Las repaso de pies a cabeza disimuladamente y me convenzo de que el atuendo que elegí, fue el indicado. Nos detenemos en el tercer piso y salimos en fila india, seré la primera en pasar por lo que debo destacarme.

Tomamos asiento donde se nos indica y esperamos a que nos avisen de que ya podemos pasar con el gerente de recursos humanos. Trato de tranquilizarme, tomo respiraciones profundas y me concentro en que todo irá bien, fui la mejor de mi clase y las referencias de mis profesores son excelentes, claro que puedo quedarme con este puesto.

Aunque lo mismo me lo he dicho en las otras diez entrevistas.

Me pongo de pie y camino hacia la oficina cuando la secretara me indica que puedo pasar, toco y espero a que me autoricen pasar. Al hacerlo entro y me presento extendiendo la mano en dirección a la esbelta morena de cabello negro y mirada penetrante. La forma en la que me observa me hace recordar la manera en la que Deborah solía mirarme hasta que encontraba algo detestable que decir sobre mí.

Sonríe amable y me invita a sentar.

—¿Puedo llamarte Isabella? —Asiento conservando una sonrisa en mis labios—. Bien, te explico, de ser seleccionada pasarás por un segundo filtro, en ese caso con el que sería tu jefe directo, que además de ser el director ejecutivo de la empresa, también es el dueño. —Mis nervios se multiplican por diez mil en menos de un segundo—. Empecemos entonces, dime, ¿por qué quieres trabajar con nosotros? ¿Y por qué quieres el puesto de asistente gerencial? —cuestiona mientras examina la documentación sobre su escritorio y en la que veo mi nombre.

Le hablo sobre las oportunidades que se podrían abrir para mí de quedar en el puesto aunque solo sea una asistente, estoy graduada en economía y quizás debería aspirar a un puesto mucho más alto, pero sin experiencia, creo que sería feliz ocupando el puesto de recepcionista en una empresa reconocida a nivel mundial. Después de todo, se avanza un paso a la vez.

Alza la mirada y fija sus ojos de almendras de manera directa en mí. El aire se me escapa de los pulmones y creo que me dará un ataque de pánico. Intento mantener las manos quietas, pero es imposible dejar de masacrarme los dedos unos con otros.

—Además, puedo aportar positivamente a la empresa, conozco el mercado actual y como se ha modernizado todo lo relacionado con la tecnología y la forma en la que la economía se mueve en esta época, hablo de un ganar – ganar, yo adquiero conocimientos y al mismo tiempo demuestro mis capacidades y la empresa se aprovecha de mis conocimientos para su beneficio—concluyo sintiendo que no fue la mejor presentación y que no respondí a sus preguntas como debía, ¡malditos nervios! Me jugaron sucio.

Me sonríe antes de desviar su atención a la computadora y escribir algo en ella.

—Me gusta todo lo que has dicho y creo que eres una buena candidata, Isabella. —Se pone de pie, ya sé lo que viene: “nosotros te llamamos”—. Necesito que pases con mi secretaria y ella te llevará a la oficina del director general, él te dará la decisión final. —Me quedo congelada y esta vez mis pulmones sí dejaron de funcionar.

Tengo deseos de gritar y de abrazarla, pero me reprimo y opto por mantener una actitud profesional.

—Gracias —musito con la voz ahogada.

Continue lendo no Buenovela
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Digitalize o código para ler no App