Capítulo 3

—Oye ¿te encuentras bien? ¿Vienes con alguien?—. Hace preguntas buscando mi rostro, pues es muy alto para mi, preguntas que no puedo responder, no en este momento y solo me aferro con fuerza a su saco y mantengo mi mirada en su pecho.

¡Mi respiración esta descontrolada!

Debo controlarme, debo hacerlo, la impresión es demasiada, justo hoy, en este lugar, en este momento y en estas circunstancias. ¿Por qué? Me debo de ver fatal, pude haber escogido alguna otra ropa que me favoreciera, debí arreglarme más, maquillarme, hacerme algún peinado, no recuerdo haberme cepillado mis dientes. Una avalancha de pensamientos llegan a mi mente, se supone que deben ser para calmarme pero hacen todo lo contrario. Siento que voy a desmayarme y no quiero que pase no frente a él no con él, me repito que soy fuerte y que tengo que aprovechar este momento, me digo que el destino no se equivoca y por algo hoy era el día indicado para conocerlo.

¿Por qué soy tan débil? Me reprocho.

Siento una calidez en mis manos, unas pequeñas caricias en forma de círculos en mis nudillos, una respiración pausada y los latidos de un corazón que no es el mío, me llena de calma, son lentos pero sonoros y me dan tranquilidad .

De un momento a otro vuelvo a la realidad y mi mente se despeja de los absurdos y abrumadores pensamientos, observo que estoy en otro lugar y que estoy recargada casi abrazada en algo muy cómodo, bajo la mirada hacía mi mano donde siento las caricias y veo como su mano grande y venuda me acaricia.

Abro los ojos a más no poder y me alejo de él lo más rápido que puedo, no es que su cercanía me desagrade si no todo lo contrario, hace que mi vientre se sienta extraño pues si así tiene las manos con las venas marcadas no quiero mi imaginar como tendrá el paquete….. ¡que son estos pensamientos!

Lo observo avergonzada, me doy cuenta que estamos en una tienda de ropa pero solo estamos los dos sentados en un sillón, no hay nadie más a nuestro alrededor.

¿Me desmayé?

—¿Te encuentras mejor?—, pregunta, quiero responder pero el me interrumpe —.¿ Eres muda?—, su pregunta me descoloca y cuando no creo poder sentirme más avergonzada justo me dice esto.

—Lo.. lo siento —, logro decir, tomo aire, cierro los ojos y los vuelvo abrir —, no soy muda, estoy tan apenada por lo sucedido yo…

—Tranquila ahora se que no lo eres y estas bien es lo que importa, te ofrezco una disculpa, no me di cuenta venía hablando por teléfono y terminé lastimándote—. Me explica y yo solo veo como mueve sus labios, escucho que se aclara la garganta, subo mi mirada a sus ojos y el la desvía, ¿incomodo?.

—También fue mi culpa por estar distraída, soy Xiomara—, me presento y el levanta su mano para estrecharla con la mía, al sentir la suavidad de su piel siento tanto deseo de abalanzarme sobre el y besarlo, abrazarlo y pedirle que no me suelte.

—Soy Alexander —, dice con el ceño ligeramente fruncido—. Mucho gusto .

—El gusto es mío —, sonrío, pero el sigue mirándome serio, borro mi sonrisa y me levanto del sillón, es momento de marcharme, un poco decepcionada porque no es lo que esperaba, pero ¿Qué puedo pedir? Me es difícil descifrar que impresión le causé, pues me es indescifrable su expresión en su rostro.

Se levanta de igual forma y tengo que levantar bien el rostro para poder verlo porque es muy alto, intimidante, pero me encanta, me fascina ,me aloca. Muerdo mi labio inferior, me siento tan pequeña frente a este semejante monumento de hombre, pero tan extasiada por lo que esos brazos, ese cuerpo puedan hacerme.

—Agradezco lo que haz hecho por mi—, él me da mi bolso y yo lo tomo con calma, esperando a que talvez y se anime a pedir mi contacto pero cuando veo que eso no pasa comienzo a caminar—. Adiós Alexander—, me despido sin voltearlo a ver y con el corazón roto, porque tal vez y no soy de su tipo.

¡No me importa, haré que lo sea!

De ahora en adelante donde sea que pise Alexander Santana Toto estaré yo, estoy dispuesta a seducirlo, a enamorarlo, el tiene que ser para mi, porque yo lo quiero, porque he esperado tanto tiempo para este encuentro y porque ahora que lo he tenido frente a frente es mucho mas de lo que yo imaginaba o llegué a mirar en la televisión. Y lo que sentí al tenerlo cerca fue hermoso e inigualable. Para la próxima ocasión estaré preparada y no me comportaré como una tonta así como hoy.

Camino sintiendo una opresión en el pecho, veo unos hombres afuera de la tienda que supongo es su seguridad, las encargadas solo me miran y me sonríen gesto que yo devuelvo. Cuando estoy por poner un pie fuera escucho su voz .

—Xiomara—, pronuncia mi nombre y me llena de felicidad escucharlo de sus labios. Trato de no perder la compostura, debo de comportarme a la altura de un hombre como él, me pasa que se me olvidan los modales y me comporto como cuando estoy con Marlene. Me detengo y volteo en su dirección.

—¿Sí?

—¿Si gustas puedo llevarte a tu casa?—. Termina de llegar hasta a mi pero se para a una distancia prudente, aunque me agrade la idea algo dentro de mi me dice que no acepte y es que la forma en que me mira es extraña y me hace sentir incómoda, es como si no quisiera, pero a la vez si.

—Es muy amable de tu parte Alexander, pero muchas gracias vendrán por mi—. Con todo el pesar de mi corazón rechazo su oferta, el levanta ambas cejas sorprendido por mi rechazo. Sonrío, ¿así que no esta acostumbrado a que lo rechacen?, digo en mis adentros y es que ¿Quién en su sano juicio rechazaría a un hombre como él?; solo yo , por el simple echo en que no me agrada que se vea forzado a ser caballeroso cuando no le nace.

Se acerca a mi un poco más sin dejar de mirarme a los ojos, pero ahora que tengo un poco de control en mis emociones no bajo la mirada lo siguiente que pregunta me llena de regocijo y me da una esperanza.

—¿Tú novio?

—No —, respondo sin agregar nada más, el asiente, se moja los labios y mira a su alrededor como pensado en lo siguiente que dirá.

—Hay una cafetería por aquí cerca no se si …..

Los malditos gritos de Marlene lo interrumpen, giro hacia donde provienen los gritos y la veo en la entrada, haciéndome ademanes con la mano.

—Lo siento han llegado por mi —, le sonrío avergonzada y sin esperar respuesta me doy la vuelta y comienzo a caminar en dirección a Marlene haciéndole seña con el dedo índice a que guarde silencio, pero es inútil no me hace caso—. ¿Qué rayos te pasa? ¿ deja de gritar así?

—Te estuve marcando y no contestabas y luego te vi parada ahí

—Estaba platicando con alguien

—¿Con quien?—. Pregunta mientras la sostengo del brazo y nos dirigimos hacia el carro.

—Es que en verdad eres una inoportuna, detesto cuando te comportas de esta forma—, le digo exasperada pues echó a perder mi oportunidad de seguir conociendo a Alexander “ me estaba invitando a tomar un café , maldición”.

—Puedes calmarte ¿Quién es esa persona , para que te pongas así?

—Buenos días y disculpe por interrumpirla, pero le envían esto—. El hombre que se que es uno de los guardaespaldas de Alexander me da una pequeña tarjeta, la tomo y la leo, es su número de teléfono y no es el de la empresa si no su número personal pues esta escrito con pluma por aparte

Lo busco con la mirada y lo veo a lo lejos que esta por subirse a su auto esta por hacerlo pero antes mira en mi dirección por un momento y a pesar de la distancia siento el peso de ella.

—El —,termino respondiendo a la pregunta de Marlene que me hizo hace poco—, Alexander Santana Toto—. Marlene mira hacia donde mis ojos mantienen la vista y se queda con la boca abierta.

¡Wow!

En mi cabeza se asen infinidad de escenarios, desde noviazgo, casamiento y hasta hijos, soy muy ridícula lo sé, pero soy así, intensa, dramática, soñadora. Espero en el fondo de mi corazón que le haya causado una buena impresión.

—Soy una estúpida, soy una estúpida, no me voy a cansar de decirlo, lo eché a perder—.Marlene lleva media hora lamentándose, vamos camino a casa y desde que subimos al auto no ha hecho otra cosa que pedir disculpas y maldecir, ella está como yo aún sin poder creerlo.

—No voy a decirte lo contrario, en estos momentos quizás estaría tomando un café con él en algún lugar, conociéndonos más, pero no más sin embargo voy aquí, escuchando tus lamentos—, le reprocho y ella hace un puchero.

—Te juro que no lo vi, solo te miré a ti de espaldas, esos malditos maniquíes no me dejaron ver más haya.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo