Se había citado una reunión del Consejo de manera urgente. Analía estaba sentada en la silla a la diestra de Salem, quien estaba en su trono. El lobo parecía sereno, a pesar de que solo ella podía sentir la impotencia y rabia que sentía el hombre en ese momento. Lo percibía a través de su conexión, lo sentía profundamente arraigado. Si Salem hubiese tenido un Maiasaura frente a él en ese momento, le habría arrancado la cabeza.Los ancianos del Consejo formaban un círculo perfecto en torno al trono de Salem. En medio estaba Barry. El joven parecía un poco intimidado; le habían dado de beber y de comer, pero aún así no perdía la palidez en su rostro. — Quiero que me cuentes todo lo que puedas sobre el campamento de los Maiasaura — le pidió uno de los ancianos del Consejo.Barry pasó las manos por la cara. — No lo sé. Seguramente su plan desde el principio fue dejarme venir porque me mantuvieron aislado. En el momento en que perdí el conocimiento, después de que nuestra Luna saltó del
Analía se arrastró hacia el Alfa. Cuando estuvo con él, le dio una bofetada fuerte y el lobo despertó abriendo sus brillantes ojos rojos. Se desprendió con rapidez de la ropa, y Analía pudo ver cómo tenía la piel quemada. — Huelo... huelo tu sangre, — dijo Salem, acercándose a ella. Tanteó con las manos el cuerpo de Analía hasta que encontró la astilla clavada en su estómago. — ¡Farid! — llamó al anciano, que se arrastraba detrás del trono. Parecía que también se había quemado parte del rostro. — Mi Luna, — dijo Farid en cuanto llegó. Salem la cargó en sus brazos. — Hay que llevarla a la enfermería rápido, — dijo Salem. Analía echó una rápida mirada al resto del Consejo. Los demás ancianos parecían heridos, algunos quemados, pero bien. Barry ayudaba a poner de pie a una de las ancianas.Salem salió corriendo con Analía. Entraron a una parte del pequeño palacio que ella no conocía. Era amplia, con un salón grande, y cuando cruzaron por una puerta se encontraron con un lugar antisépt
Analía se sintió segura en los brazos de Salem. El hombre la cargó a través del pequeño palacio, apretándola contra su cuerpo. Ana se sentía entumecida, percibía la presión de la herida en su abdomen y algo más en su interior.Se sentía entumecida. Salem le había dicho que la enfermera la había inyectado con anestesia, así que no sentiría dolor. Aun así, se sintió nerviosa. No era como imaginaba su primera vez, ni como hubiera querido, y también podía sentir esa misma desazón dentro de Salem. — Hay una manada — comentó Salem — que extrae el esperma de los lobos y lo almacena, como en un banco. Cuando una mujer se enferma… ya sabes lo que hacen. Incluso funciona para hombres humanos también. No querrás saber por dónde…Analía se rio, pero algo dentro de ella se removió, así que prefirió aguantarse las ganas de seguir sonriendo. — La cuestión es que aquí en la manada no se practica de forma oficial. Todos lo hacen, ¿sabes? Pero en la intimidad de sus hogares.Cuando llegaron a la habi
Alexander cenó en la habitación que era más bien una prisión. Sentado sobre el duro y frío colchón, comió el arroz del plato que le habían traído. Era insípido, sin sal ni aceite, como si hubieran hervido los granos en agua y los hubieran servido sin más. La carne, al menos, no estaba completamente insulsa. Se preguntó si los vampiros que se alimentaban de comida humana comían siempre así. No es de extrañar que prefieran la sangre, pensó. A pesar de todo, devoró la comida sin una palabra, muerto de hambre. El agua, simplemente, era agua. Se recostó en el pequeño colchón y se cubrió con la cobija.Aún no había anochecido cuando la puerta se abrió. Bastian entró con una extraña expresión derrotada en el rostro. Alexander intentó ignorarlo, dándose la vuelta y clavando la cara en la pared. Escuchó a Bastian sentarse contra la pared al otro lado mientras la puerta se cerraba. — Estoy empezando a recuperar mis poderes — dijo Alexander — . En unos diez minutos creo que podría transformarme.
Analía despertó lentamente, sintiendo un cálido peso a su lado. Abrió los ojos y se encontró envuelta en las mantas, con la luz del sol filtrándose por las cortinas. A su lado, Salem dormía profundamente, su respiración calmada y su rostro relajado, libre del ceño de preocupación que había mostrado antes.Se movió un poco y sintió una punzada en su abdomen, recordando la herida. La examinó con cuidado y se sorprendió al notar que estaba casi completamente curada, apenas una suave cicatriz donde había estado la astilla. El recuerdo de la noche anterior la golpeó: la urgencia, el miedo, y luego... la intensa conexión con Salem. El hecho de que había sido necesario para salvar su vida no le quitaba la belleza ni la intimidad del momento.Analía había escuchado historias, había leído en los libros que su primera vez siempre sería dolorosa e incómoda. Pero con Salem no había sido así. El ardor aún persistía en su vientre bajo, pero había alcanzado un placer que pensó no podría sentirse. Se
Bastian apretó con fuerza la mano de Alexander a su lado. Desde donde estaba, el joven lobo pudo ver cómo el ejército de Maiasauras se acercaba.La montaña era una piedra inmensa que ascendía cientos de metros en el aire. La celda donde estaban era demasiado alta como para que los Maiasaura pudieran trepar, pero Alexander observó cómo una ráfaga de fuego verde salió despedida de uno de los pequeños grupos que corrían hacia la montaña. Cuando ésta chocaba contra la piedra, explotaba en una llamarada de fuego intenso de color esmeralda que hacía temblar la montaña entera.La mano del vampiro seguía aferrada a la suya. Sus ojos rojos estaban abiertos de la impresión.— No puede ser —, dijo. Luego, aún con Alexander de su mano, salió de la celda corriendo. — ¡Tenemos que defendernos! —, gritó Bastian.Mientras corrían por los pasillos, se chocaron con más vampiros que huían desesperados buscando refugio. Otra explosión sacudió la montaña. Alexander vio con horror cómo el techo sobre sus c
Alexander se sentó en una silla al lado de Bastian. El vampiro se veía débil; sus ojos ya no eran tan rojos como al principio, y eso lo preocupó. El vampiro observaba la sangre sucia en el suelo, que se iba por los ductos de escurrimiento. — No puedo creer que hubieran hecho esto. Es como si hubieran sabido lo que pretendíamos hacer — dijo el transformista — Sabían que cuando nos atacaran, nos cubriríamos con la tierra. Por eso, los pocos Maiasaura que entraron vinieron directo aquí a destruir nuestras reservas de sangre. — Pero la mayoría de los vampiros puede alimentarse de comida humana — le dijo Alexander — Los puros pueden hacerlo. Según lo que he leído, sólo necesitan consumir sangre humana unas cuantas veces al mes para poder sobrevivir, y solamente hay dos transformistas. Debe haber alguna forma para que tú y tu padre se alimenten.Pero Bastian negó con la cabeza. — Además, aunque los puros puedan alimentarse de comida humana, no es tan nutritiva para ellos. De hecho, si se
Una semana bajo tierra había sido suficiente para colmar la cordura de Alexander. Estaba atrapado dentro de la montaña, en el aquelarre, rodeado por vampiros sedientos de sangre que, si se enteraban por un solo segundo que su sangre, aunque muy poco apetitosa, podría otorgarles la energía que perdían día a día debajo de la montaña, lo devorarían en solo un segundo, habían terminado por agotar la paciencia que tenía, así que estaba en la gran biblioteca que tenían los vampiros tratando de encontrar los túneles que salían de la montaña.Solamente el líder del aquelarre tenía la información suficiente como para saber en qué ubicación estaban los túneles y cómo acceder a ellos, también qué tan lejos podían guiarlos en el bosque antes de tener que emerger a la superficie.Los Maiasaura aún seguían rodeando la montaña; habían establecido un campamento alrededor y parecía que se quedarían ahí el tiempo suficiente hasta que el último vampiro del aquelarre se volviera loco de hambre.Los puros