Analía se sintió segura en los brazos de Salem. El hombre la cargó a través del pequeño palacio, apretándola contra su cuerpo. Ana se sentía entumecida, percibía la presión de la herida en su abdomen y algo más en su interior.Se sentía entumecida. Salem le había dicho que la enfermera la había inyectado con anestesia, así que no sentiría dolor. Aun así, se sintió nerviosa. No era como imaginaba su primera vez, ni como hubiera querido, y también podía sentir esa misma desazón dentro de Salem. — Hay una manada — comentó Salem — que extrae el esperma de los lobos y lo almacena, como en un banco. Cuando una mujer se enferma… ya sabes lo que hacen. Incluso funciona para hombres humanos también. No querrás saber por dónde…Analía se rio, pero algo dentro de ella se removió, así que prefirió aguantarse las ganas de seguir sonriendo. — La cuestión es que aquí en la manada no se practica de forma oficial. Todos lo hacen, ¿sabes? Pero en la intimidad de sus hogares.Cuando llegaron a la habi
Alexander cenó en la habitación que era más bien una prisión. Sentado sobre el duro y frío colchón, comió el arroz del plato que le habían traído. Era insípido, sin sal ni aceite, como si hubieran hervido los granos en agua y los hubieran servido sin más. La carne, al menos, no estaba completamente insulsa. Se preguntó si los vampiros que se alimentaban de comida humana comían siempre así. No es de extrañar que prefieran la sangre, pensó. A pesar de todo, devoró la comida sin una palabra, muerto de hambre. El agua, simplemente, era agua. Se recostó en el pequeño colchón y se cubrió con la cobija.Aún no había anochecido cuando la puerta se abrió. Bastian entró con una extraña expresión derrotada en el rostro. Alexander intentó ignorarlo, dándose la vuelta y clavando la cara en la pared. Escuchó a Bastian sentarse contra la pared al otro lado mientras la puerta se cerraba. — Estoy empezando a recuperar mis poderes — dijo Alexander — . En unos diez minutos creo que podría transformarme.
Analía despertó lentamente, sintiendo un cálido peso a su lado. Abrió los ojos y se encontró envuelta en las mantas, con la luz del sol filtrándose por las cortinas. A su lado, Salem dormía profundamente, su respiración calmada y su rostro relajado, libre del ceño de preocupación que había mostrado antes.Se movió un poco y sintió una punzada en su abdomen, recordando la herida. La examinó con cuidado y se sorprendió al notar que estaba casi completamente curada, apenas una suave cicatriz donde había estado la astilla. El recuerdo de la noche anterior la golpeó: la urgencia, el miedo, y luego... la intensa conexión con Salem. El hecho de que había sido necesario para salvar su vida no le quitaba la belleza ni la intimidad del momento.Analía había escuchado historias, había leído en los libros que su primera vez siempre sería dolorosa e incómoda. Pero con Salem no había sido así. El ardor aún persistía en su vientre bajo, pero había alcanzado un placer que pensó no podría sentirse. Se
Bastian apretó con fuerza la mano de Alexander a su lado. Desde donde estaba, el joven lobo pudo ver cómo el ejército de Maiasauras se acercaba.La montaña era una piedra inmensa que ascendía cientos de metros en el aire. La celda donde estaban era demasiado alta como para que los Maiasaura pudieran trepar, pero Alexander observó cómo una ráfaga de fuego verde salió despedida de uno de los pequeños grupos que corrían hacia la montaña. Cuando ésta chocaba contra la piedra, explotaba en una llamarada de fuego intenso de color esmeralda que hacía temblar la montaña entera.La mano del vampiro seguía aferrada a la suya. Sus ojos rojos estaban abiertos de la impresión.— No puede ser —, dijo. Luego, aún con Alexander de su mano, salió de la celda corriendo. — ¡Tenemos que defendernos! —, gritó Bastian.Mientras corrían por los pasillos, se chocaron con más vampiros que huían desesperados buscando refugio. Otra explosión sacudió la montaña. Alexander vio con horror cómo el techo sobre sus c
Alexander se sentó en una silla al lado de Bastian. El vampiro se veía débil; sus ojos ya no eran tan rojos como al principio, y eso lo preocupó. El vampiro observaba la sangre sucia en el suelo, que se iba por los ductos de escurrimiento. — No puedo creer que hubieran hecho esto. Es como si hubieran sabido lo que pretendíamos hacer — dijo el transformista — Sabían que cuando nos atacaran, nos cubriríamos con la tierra. Por eso, los pocos Maiasaura que entraron vinieron directo aquí a destruir nuestras reservas de sangre. — Pero la mayoría de los vampiros puede alimentarse de comida humana — le dijo Alexander — Los puros pueden hacerlo. Según lo que he leído, sólo necesitan consumir sangre humana unas cuantas veces al mes para poder sobrevivir, y solamente hay dos transformistas. Debe haber alguna forma para que tú y tu padre se alimenten.Pero Bastian negó con la cabeza. — Además, aunque los puros puedan alimentarse de comida humana, no es tan nutritiva para ellos. De hecho, si se
Una semana bajo tierra había sido suficiente para colmar la cordura de Alexander. Estaba atrapado dentro de la montaña, en el aquelarre, rodeado por vampiros sedientos de sangre que, si se enteraban por un solo segundo que su sangre, aunque muy poco apetitosa, podría otorgarles la energía que perdían día a día debajo de la montaña, lo devorarían en solo un segundo, habían terminado por agotar la paciencia que tenía, así que estaba en la gran biblioteca que tenían los vampiros tratando de encontrar los túneles que salían de la montaña.Solamente el líder del aquelarre tenía la información suficiente como para saber en qué ubicación estaban los túneles y cómo acceder a ellos, también qué tan lejos podían guiarlos en el bosque antes de tener que emerger a la superficie.Los Maiasaura aún seguían rodeando la montaña; habían establecido un campamento alrededor y parecía que se quedarían ahí el tiempo suficiente hasta que el último vampiro del aquelarre se volviera loco de hambre.Los puros
La revolución dentro del aquelarre explotó como las llamas de fuego verde al otro lado de la pared de piedra. Bastian ordenaba a diestra y siniestra, mientras Alexander intentaba organizar a los vampiros que corrían por los corredores. — Solo lleven lo estrictamente necesario — les gritó Alexander a los vampiros — . Mejor no lleven nada, eso nos retrasará.Pero nadie le prestaba atención. Los vampiros trataban de sacar sus pertenencias, cuadros, ropas, retrasando la huida del aquelarre y dándole ventaja a los Maiasaura. Las explosiones se sucedían una tras otra. Las toneladas de tierra que habían vertido sobre ellos les habían dado tiempo suficiente, pero el tiempo comenzaba a acabarse. Las explosiones se escuchaban cada vez más cerca.Alexander miró a Bastian. Las cosas no estaban saliendo bien. El desalojo del aquelarre estaba siendo lento y descontrolado. Entonces, el joven vampiro corrió hacia el mismo lugar donde había estado con Alexander cuando detonaron la montaña para que lo
Habían pasado dos semanas desde la explosión en el salón del trono. Analía apenas había salido del pequeño palacio. Salem había suspendido los primeros días de trabajo en la granja y dedicaron todos sus esfuerzos a excavar la mayor cantidad posible de piedras de la tierra. Pero eran cientos y miles, y por cada una que encontraban, aparecían dos más. Estaban diseminadas por la ciudad.Salem pensó que si se juntaban, podrían producir una explosión más grande, así que las tenía controladas la mayoría cerca del muro para alejarlas de la población civil. Analía ni siquiera había querido salir; se sentía avergonzada y tonta, temía volver a tomar una de estas piedras en sus manos y cargarla de nuevo con esa energía para que explotara. Farid le dijo que era una tontería, pero ella negó. — Cuando la sujeté por primera vez en mis manos, — le contó la noche que la encontró junto al trono, — la piedra se calmó porque yo quise que se calmara, porque tuve miedo de ella. Entonces me obedeció. Pero