Todo era como estar flotando sobre la nada, en un suave e imperceptible cojín que me mecía, presentí que era yo porque, de alguna manera llevé las manos a mi casa y ahí estaban, pálidas y brillantes, al moverlas parecía que se trataba de un espectro, un fantasma blanquecino del cual el tiempo estaba confuso, no podía ser… ¿estaba muerto?
Oh no, maldición ¿Qué había hecho?
Traté de recordarlo, pero no pude.
No lejos de mí, entre aquella oscuridad comenzó a aparecer una nube de extraños colores, parecía una especie de nebulosa, puntos luminosos como estrellas aparecieron junto a esa nebulosa que comenzaba a moverse o quizá yo me movía, cada vez más cerca, podía, ligeramente escuchar una especie de campanillas, entonces llegué ante ella, no podía quitarle la vista de encima, de en medio de est
LEONARDCUATRO MESES DESPUÉS.—¿Cómo estás?¿Cómo estaba? Era absurda la m*****a pregunta, ¿Cómo podía contestarla?Un espectáculo luminoso, por encima de los rascacielos y las grandes luces naturales serpenteaban el cielo con sus luminosos tonos verdes y azules. Las auroras, como gigantes espectros espirituales entre la ciudad, era una visión inquietante no tenía las fuerzas suficientes para apreciar otra cosa.Me había sumido en mi propia burbuja todos estos meses, haciendo simplemente lo necesario para seguir, rogándole al cielo por un milagro.Carlo a mi espalda, soltó un ligero resoplido. —Ha llegado esto—dijo colocándolo cerca de mí—. Tómalo como una ofrenda de paz.Gire para mirarlo, ni siquiera podía recordarlo.—Ir a su funeral no era una buena idea—contesté cavilando.—Lo sé—suspiró—pero Marco… ¿tercero? Se ha tomado la molestia de enviarte esto y lamenta lo sucedido.Solté un suspiro.Hace solo unos meses que había sucedido todo, desde el atentado, el secuestro de Audrey y
Pensé que, cuando el amor había tocado mi puerta, era para siempre. Es una cuestión muy ingenua, pero lo era así cuando conocí a Jasón.Tenía diecisiete años y acababa de graduarme del internado para señoritas de Santa Catalina en Provenza, Francia. Después de eso, mis padres decidieron que debía mudarme con ellos en Montreal, Canadá. Fue cuando conocí a Jasón, el dueño de mi joven corazón. Atractivo, un rebelde sin causa, cantante y con una Davison donde me llevaba a recorrer las calles portuarias de Montreal y todos sus bares.Estaba completamente enamorada del chico malo, ese que me prestaba atención, se saltaba las clases para verme, me llevaba a sus conciertos y que fue mi primera vez. Sinceramente, una no se da cuenta de las cosas “malas” de una relación, simplemente sucede, y las situaciones se escapan de las manos. Creí que el amor era lindo, que todo era hermoso, diferente, que siempre tendría ese cosquilleo en el estómago cada vez que lo veía llegar en su motocicleta por mí
Creí que lo más difícil había pasado, pero no fue así.Jasón hizo público nuestra ruptura, sus miles de seguidoras comenzaron a llenar mis redes con mensajes de odio. Pasé el resto de ese día con mi celular apagado. Nunca me imaginé que debía lidiar con algo como esto.Por Jasón dejé de lado tantas cosas. Debía recuperarlas, como mi vida. Respiré hondo cuando tomé la manija de la puerta de cristal, la decisión había sido tomada, y no habría marcha atrás.Entré, con aire decidido, las trabajadoras, incluso las clientas del lugar me miraron, era una mescla de sorpresa y un poco de horror, tal vez por mi apariencia. Esta mañana me había visto como un cadáver, incluso mis ropas no eran dignas para salir a la calle. Una valiente mujer se acercó a mí.— ¿Puedo ayudarla en algo, señorita?Le sonreí con entusiasmo y un poco de lágrimas en los ojos.Mi madre solía decirme que cuando teníamos problemas, lo mejor era siempre sacar la tarjeta de crédito. Vaya que solucionaba problemas y te hacía
Le indiqué a Erik que me llevara a casa, a la casa de mis padres, la villa Vial. TMi ama de llaves, mi nana Muriel, me recibió con un gran abrazo.—Sabía que te tendría de regreso— lloró un poco y se separó de mí para observarme, sus ojos se hicieron pequeños—. Pero mi niña ¿qué te …?—Es un nuevo cambio, ¿te gusta?Me miró por un segundo no comprendiendo muy bien, pero después sonrió complacida.—Te ves hermosa.Al entrar a la casa me recibió el olor de Eclairs recién salidos del horno.—Esos son…—Erik no se demoró con la noticia de que vendrías y Raphael se ha puesto manos a la obra para hacer tu dulce favorito— sonrió Muriel con mucho entusiasmo.Una punzada de culpa cruzó mi pecho, no solo había herido a mis padres al irme de casa, sino también a ellos.—¿Qué esperamos entonces? —le devolví la sonrisa. Estaban tan ansiosos de ponernos al tanto de muchas cosas, además de que, querían saber si lo de romper con Jasón había sido real y definitivo.Después, Muriel me acom
Borrachas, como estabamos, nos encontramos en medio de la calle del departamento de Jasón, con tres botellas semi vacías.—Ese es el coche del maldito—apunté tambaleante.—Esto va a hacerlo encabronar—se mofó Jade.Las tres soltamos pequeñas carcajadas, Rose hizo ademán de callarnos, mientras la veía tambalearse un poco.—Sh…—Jade le dio un trago a la botella—, ¿segura que traemos todo?— pedazos de venda y un encendedor.—Listo.— ¿Entonces qué hacemos? —preguntó Rose, mientras le daba otras miraditas al auto y a la calle, no había nadie.Jade me tendió la botella, engullí un pedazo de venda, tragué en seco—Esto—arrojé la botella en el parabrisas del auto de Jasón que se estrelló y empezó a flamear. A mi otro lado, Rose me tendió su botella, sin pensarlo dos veces la arrojé; esta hizo mayor impacto en el Camaro negro, este comenzó a sonar ruidosamente.— ¡Mierda la alarma, vámonos! —gritó Rose.Y juntas corrimos por nuestras vidas hasta otra calle. Mi corazón no paraba de latir con
—¿Cómo pudieron encontrarnos? —masculló Rose preocupada, estaba casi hecha un ovillo en la banca metálica—. Se supone que corrimos para que no nos vieran. Jade por otro lado se había acostado en la otra, con los brazos tras la cabeza.—Rose, no digas nada sobre eso, pueden escucharte.—Lo siento.Intenté ver tras los barrotes por el pasillo de mala muerte, solo podía escuchar el bullicio de las oficinas, frente a nosotras había una celda vacía, pero a lado había otras mujeres, prostitutas para ser exacta. —Ya cállense muñequitas—gritó una de ellas, hacia muchos ruidos con la boca, no habían parado de ofendernos desde que llegamos.—¡Ya me tienes harta! —Jade saltó de su lugar y se abalanzó hasta el límite de la celda que colindaba con la de las prostitutas.Corrí hasta ella para tomarla del brazo y jalonearla.—No tienes que sobajarte a su nivel.—Miren quien habla, la zorrita que abandonó a Jasón Preston, no eres más que una basura.Vamos Ady, piensa en la biblia. No te reb
—Le decía al señor Dómine que tenemos una residencia en Sicilia y otra en Provenza—continuaba mi hermano Nathaniel con voz socarrona—, pero que tú no la has visitado desde hace cinco años.Me encogí de hombros.—Prefiero visitar a la abuela.— ¿Y dónde vive su abuela? —pregunto Leonard.Sabía que ahora estaba entablando conversación.—París—dije tomado una copa donde había agua servida, aún no tocaba la comida—, además—hablé un poco más alto—, mi amiga Rose es de Sicilia, preferiría ir a visitar a su familia. Rose del otro lado carraspeó un poco, sorprendida porque ahora la conversación apuntó a ella y probablemente la había puesto incómoda.— ¿Es cierto eso señorita? —ahora preguntó el señor Bell. Y de pronto todos se unieron a una conversación sobre Sicilia, desde la procedencia de Rose en San Vito lo Capo y después nos enzarzamos en la nacionalidad de Jade, la mexicana que procedía desde las costas sinaloenses, pero había vivido muchos años en Veracruz, amba
Estoy deshecha, tengo enormes ojeras, me duele casi todo el cuerpo, la cabeza me va a explotar en cualquier momento, ya no sé si razono bien, siento que soy un zombi.Nunca creí que las últimas semanas de la universidad fueran demasiado intensas. Salgo hasta tarde del servicio todos los días, tengo que correr de una clase a otra, como hoy, estoy corriendo desde que me levanté, necesito entregar estos historiales clínicos para que al fin me den mi pasantía. Ni siquiera he podido pensar en mis cosas. Caminé con decisión hasta la oficina del profesor a cargo del servicio social, cargando conmigo las 35 carpetas impecables, listas y exclusivamente detalladas de los historiales a mi cargo. Los dejé en su escritorio, ese hombre sin corazón simplemente me miró y asintió para hacerme un ademán y marcharme. En estas ocasiones quería más que nada que mi apellido le cayera como un peso de plomo encima, pero yo solita me había buscado todo esto, además la rec